
¿Quién era ella? Indiscutiblemente tendremos que recurrir a la Historia. Inicio con Zeus, considerado rey de los dioses del Olimpo – en la antigua Grecia - y supervisor del Universo, también Dios del cielo y el trueno y por ende de la energía (hace entre 5000-6000 años, hacia el 3500 a. C); un segundo personaje lo es Prometeo Titán de la mitología griega el cual le robó el fuego a Zeus, para proporcionárselo a los humanos y que estos tuviesen la capacidad de hacer fuego obtenido de una chispa del carro del sol.
Zeus se enfureció ante tal osadía, encargando a su hijo Hefestos que crease a partir de arcilla a la primera mujer. Su nombre sería Pandora, cuyos dones otorgados por los Dioses fueron figura encantadora doncella (semejante en belleza a las inmortales), gracia y sensualidad, el dominio de las artes relacionadas con el telar y adornarla y el arte de mentir, seducir, así como un carácter inconstante-
Pandora fue rechazada por Prometeo y cedida a su hermano Pimeteo; Pandora le dio un regalo (proporcionado por Zeus) a su esposo por la boda, con una única condición en cuanto al regalo: ¡No abrirlo bajo ninguna circunstancia!
La curiosidad fue más y finalmente la propia Pandora, abrió la caja (realmente una tinaja ovalada), saliendo de la misma los males del mundo: las enfermedades, la fatiga, la locura, el vicio, la pasión, la tristeza, el crimen y la vejez: aspectos que pudiera sintetizar en: daños a la salud de los seres humanos y antivalores.
Dos factores complejos de abordar y viables de reducir: uno a través de la instituciones médicas y la otra vinculantes a la educación desde el hogar (prioritaria) y como parte de la labor cotidiana por el sector Educación.
Hasta aquí pudiera valorarse que al menos con las entidades existentes en los rubros de la salud y educación, podamos cerrar la famosa caja; sin embargo no todo es color de rosa ante las grandes desigualdades entre las clases sociales (aumento de la pobreza, el desempleo, la marginalización, la discriminación, entre otras), que se acrecientan cada día y limita de modo significativo el acceso a estudiar y por otra parte a hacer atendido en un centro hospitalario de aquí que se conviertan para muchos, en instituciones excluyentes
Existe una particularidad para la población general que trabaja, actividad prioritaria – que en muchas ocasiones atendiendo a la necesidad de priorizar lo que “nos da de comer” – arrastrando a una desatención de los problemas familiares e inclusive de su salud misma, y en esto último acudimos cuando la probabilidad de jugar con un hábito disciplinario de atendernos, a lo que llamo prevención, sea muy tarde.
Ejemplos varios de historias basadas en hechos reales de amigos, familiares, vecinos, amistades, el lema común lamentablemente ha sido “si se hubiera atendido a tiempo…”; “su error fue priorizar su trabajo y desatenderse…”; un caso extremo lo constituyen las deudas como parte de la vida de consumo, y luego el alto costo de las medicinas, consultas, seguros que a duras pena cubren los gastos médicos y…, si suman todo lo anterior el factor que se repite es “m salud, no es una prioridad” por supuesto craso error.

De esta historia griega, surgió la expresión “La esperanza es lo último que se pierde…” me tomo el atributo de añadirle : “… cuando nos atendemos a tiempo”