lunes, 24 de febrero de 2020

¡Mentira piadosa!


Cuando nos referimos a que alguien nos miente, esto nos conduce a un malestar inmediato, inclusive, llegarlo a catalogar como una burla de total irrespeto. Pero y en el caso que ésta mentira, fuese piadosa, ¿Cuál seria su respuesta? 

Siempre recurriendo a nuestro amigo el diccionario, identificamos los conceptos siguientes: Mentir: Decir o manifestar lo contrario de lo que se sabe cree o piensa; Mentira piadosa: mentira que se dice con intención de no causar pena. Por ejemplo: Le dije que volveríamos pronto, pero fue una mentira piadosa

¿Quiénes utilizan comúnmente la mentira “piadosa”?, ¿alguna profesión en particular? Pienso que no, sin embargo en ocasiones unas profesiones se podrían prestar más que otras, por ejemplo, el médico: Ante una posición grave de un paciente, al galeno posiblemente le costará decir claramente dicha situación, y a la vez proporcionarle a los familiares un halo de esperanza.

Se plantea que la “mentira piadosa” constituye una excepción a la regla, sólo justificada por el respeto a la persona y ante la situación concreta del daño posible que se produciría al decirle al paciente, la verdad sería de tal envergadura que no nos queda otro camino que apelar a la excepción de la regla. Es evidente que cuando se recurre a esta conducta de excepción se privilegia una postura humanitaria, porque si el cumplimiento de la norma le ocasiona daño al paciente la norma no es adecuada o correcta.

De todas maneras, se le diga al paciente, parte de la verdad, se omita el pronóstico ominoso, se llegue a “la mentira piadosa”, es imprescindible compartir la responsabilidad de esta decisión con la familia, y conviene hacerlo con el que aparezca como miembro emergente del grupo familiar.
Y en el caso de nuestros hijos, ¿no mienten piadosamente, que pudiera ser el sinónimo de cómo enmascarar las “malas noticias”? Posiblemente al doctor, le resulte más sencillo, más fácil apelando en función de su experiencia, a una fina psicología, entiéndase el “arte médico”, arte que sólo dominan aquellos que son “buenos médicos” y a la vez “médicos buenos”.

Inclusive en una ocasión, Platón hacia la referencia siguiente: "Pero en cuanto a la mentira de palabra, ¿no podrá alguna vez y para alguien ser útil, con lo que no será ya digna de odio? ¿No es útil, por ejemplo, en los tratos con el enemigo, o aun con los que llamamos amigos, cuando por el furor o la demencia pueden intentar la comisión de algún mal, para inhibirlos del cual puede ser la mentira como una droga provechosa? Y aun en las fábulas de que estábamos hablando, por el hecho de no saber por dónde anda la verdad en cosas tan antiguas, ¿no haremos algo útil al asemejar, lo más que podamos, la mentira a la verdad?"

Como se lee en el texto citado, puede interpretarse que éste filosofo griego, “justifica” la necesidad de la “mentira piadosa”, sin embargo, lo que debemos estar claro que llenar a nuestros y nuestras padres, amigos, amigas, profesores, engañar deliberadamente ya no a un amigo sino a un individuo cualquiera bajo cualquier circunstancia: se caería en la injusticia. El apoyo para la doctrina que sostiene el fin justifica los medios está en otro lado.

lunes, 17 de febrero de 2020

¿Es malo llegar a “viejo o vieja”?


Todos queremos vivir muchos años pero nadie quiere ser viejo. Existe un desconocimiento casi intencionado de lo que significa el envejecimiento que contribuye a aislar y olvidar una etapa larga e importante en nuestra vida hasta el momento inevitable. 


Tradicionalmente, esta etapa o se ha excluido del mundo de las actividades físicas, o se la ha tratado como edad con pocas posibilidades de afrontar nuevos aprendizajes. La literatura, las redes sociales, los anuncios televisivos que atiborran las pantallas, prometiendo que con un solo frasco de cualquier bálsamo o crema usted bajará de peso en un cerrar de ojos, recuperando su “cinturita de avispa”, o quitando las arrugas, entiéndase “patas de gallina”, logrando con ello parecer más “joven” constituye una señal, que éste tema es cada día se hace más sensible, preocupantes para muchas y muchos debido al envejecimiento progresivo de nuestras sociedades.

Aunque cada persona afronta la vejez de forma distinta, la herencia educativa y el estigma social, en la mayoría de los casos, no deja al anciano descubrirse a sí mismo como persona.
Aunque la sociedad está cambiando, todavía es fácil encontrarnos con personas que no luchan por conocer sus posibilidades. No podemos permitir que el anciano se convierta en aquello que se espera de él. Pueden disfrutar de sus ventajas y salvar sus inconvenientes.

Aunque no se debe generalizar o establecer categorías en torno a la personalidad del anciano, podemos referirnos a diferentes formas de acceder a la vejez: El anciano no asume su condición: en este caso y debido principalmente a las connotaciones sociales, la persona de edad no percibe nada positivo en su vida. Su sensación es la de haber perdido todas sus posibilidades, tiende a estar malhumorado, a quejarse continuamente y a aislarse de sus compañeros o de las personas que le rodean. 

Una segunda: El anciano acepta su condición, pero de forma pasiva, como un hecho irremediable por el que "hay que pasar". Bajo esta perspectiva solemos encontrarnos al anciano que acepta aquello que se le propone, pero sin mostrar mayor o menor interés. No da problemas, pero tampoco alegrías. Finalmente el anciano acepta totalmente esta etapa de su vida. Suelen mostrarse activos y participativos.

El hecho de llegar a viejos no supone para estas personas un cambio drástico en su estilo de vida, sus gustos o aficiones acostumbran a luchar por mantenerlos o incluso por aprender otros nuevos. 
No parece para algunos que estemos educados para aceptar la nueva vejez que se está constituyendo, una vejez en la cual es posible encontrar las mismas o distintas motivaciones de actuación y de sentimientos como en cualquier otro estadio de la vida. 

Se hace necesario un cambio radical que debe comenzar, evidentemente, por un giro en la educación de nuestros hijos, e inclusive con su pareja como parte de un "refugio de años y a la vez inexpugnable" para que, una vez llegada, optemos por las nuevas alternativas que se presentan y disfrutemos de nuestro tiempo de ocio, a la par que nos interesemos por todo aquello que siempre quisimos, pero para lo que no tuvimos tiempo. No se trata de añadir años a la vida, sino vida a los años.

lunes, 10 de febrero de 2020

¡Hoy me sentí halagado!


En mis ratos de ocio, suelo ver alguna que otra película o serie a través de alguna plataforma digital, buscando sobre todo el que en su inicio me logre ¿capturar, secuestrar? y por ello desear cualquier tiempo libre, para continuar viéndola o sacrificar horas de sueño hasta concluirla.

Hoy vi un capítulo – casi de los últimos (# 60) – en el cual los estudiantes reconocen el esfuerzo y dedicación del profesor con aplausos, al concluir una de sus clases (sin ser el de cierre de curso) por muchos motivos.

En lo personal siempre he dicho que si logro cambiar conductas, comportamientos, valores, actitudes de mis estudiantes, en el período establecido según el programa de la asignatura, independientemente de los contenidos abre alcanzado mi objetivo; educar.

A veces se logra, otras no. “Trabajar” con estudiantes no es sencillo, ellos y ellas no son objetos materiales, “no es soplar y hacer botellas”, “no es fabricar teléfonos”, son personas que en muchos casos los recibimos desorientados, desmotivados con problemas personales y familiares y que se escudan en el entretenimiento de un celular en conversaciones insípidas que no logran establecer en ningún momento una real comunicación, a lo que se suma la pérdida de tiempo.

De aquí que la labor de un(a) docente, profesor(a), maestro (a), sea una carrera de mucho sacrificio – no resto que otras no lo sean – dedicación, en ocasiones pasar a la familia a un segundo plano y atender más los problemas de los jóvenes que de nuestros hijos; horas de preparación de clases, de la búsqueda de la información, de la apropiación de la tecnología, ligado al rompimiento de esquemas y formatos de clases de hace 10 años atrás, donde debe primar la creatividad, la motivación, la participación, el respeto hacia las opiniones de cada cual.

A todo lo anterior, la necesidad de convertirse en líder, para formar líderes, ser aquel o aquella que los estudiantes respetan y quieren, no por hablar alto o estar llamando constantemente la atención, sino por ser acertado en el trabajo individual y colectivo, de atinar en el momento necesario de cuando hay que llamar la atención, buscando el sumar voluntades y que sean los jóvenes mismos – donde al pasar el tiempo, ya adultos y profesionales  que al encontrarse (tal vez cambiado físicamente por el pasar de los años) – “!…hola!, ¿por casualidad tú eres fulano, tú rostro me es conocido?, ¿acaso estudiaste en la escuela o instituto, tal?, ¿no estuviste en el grupo del profesor o profesora …?

¡Si aquella o aquel que me enseño a ser puntual, que una vez me regaño por cometer fraude,  que me entendió cuando le explicaba por qué en ocasiones llegaba tarde producto de la disfunción en el seno familiar!; ¡que me permitió expresar mis ideas y ser analizadas en el seno de la clase!; ¡que en el transcurso del curso y al terminar éste, la mala o pésima opinión que existía a nivel de pasillo o en las redes sociales de no llevar clases con él o ella, era una falsa noticia”

¡Qué decir en el caso del profesor o profesora, cuando se encuentra a un ex estudiante y éste le expresa, sabe profe “… estudié magisterio y mucho de lo que aprendí y comprendí de usted, lo aplico hoy con miles estudiantes, claro dándole mi sello distintivo”!

Hoy retomando – el profesor que fue avalado, su labor – lo de aplausos, a través de una serie de ficción, los hago extensivo y real a todos y todas mis (ex)compañeros de labor, y también a aquellos que jugando una labor administrativa – no directa en la clase – pero sí relacionado con la organización educativa, sumamos voluntades para real una educación.

Voluntades que han de cultivarse, que si se deterioran porque la calidad deja de ser el centro de atención institucional, se podrá retroceder en el tiempo.

No obstante mientras tengamos docentes como los que he conocido, inclusive compartir (siendo algunos profesores míos) y poseer la dicha de apreciar su desempeño, allí en ese pequeño colectivo que llamamos clase, realmente se forma para la vida. ¡APLAUSOS PROLONGADOS!


lunes, 3 de febrero de 2020

Socializar ¿desde pequeño?


El niño nace como un ser indefenso necesitado de atención y cuidado de los adultos para satisfacer sus necesidades biológicas, protegerlo de los peligros contra su vida y su salud, proporcionarle afecto, etc. 

 Se puede decir, por lo tanto, que el niño nace inmerso en un grupo social que puede satisfacer sus necesidades básicas. Por otra parte, el grupo necesita del nuevo individuo para poder perpetuarse, para poder mantener sus valores, creencias, costumbres, etc. Esta transmisión de conocimientos acumulados en el grupo se hace a través de los agentes sociales.

¿Quiénes entran dentro de la clasificación de agentes sociales? Madre, padre, hermanos, familiares, compañeros, maestros; instituciones, como la escuela; medios de comunicación, como la televisión, las redes sociales (las cuales deben “pulirse” significativamente, desde edades tempranas)

La socialización es un proceso interactivo entre el niño y los agentes sociales. En esta interacción el niño va a adquirir los valores, normas, costumbres, roles, conductas, etc. que le trasmite la sociedad en la que vive. ¿Qué agentes sociales podemos considerar prioritarios? Los personales e institucionales.

Las figuras del apego van a ser en la primera infancia, el principal vehículo de socialización del niño. En la interacción van a ir modelando las conductas infantiles haciendo que poco a poco se vayan ajustado a las expectativas de conducta socialmente aceptadas, a la vez propician la imitación de conductas al proporcionar modelos reales o simbólicos que transmiten de forma muy eficaz acortando considerablemente su proceso de adquisición.

Entre las normas sociales que los niños adquieren antes de dos años, están la colaboración al vestirse y desvestirse, el control de esfínteres, el manejo rudimentario de los cubiertos, los hábitos de comida, la comunicación por turnos, pedir cosas, escuchar, intercambiar objetos, etc., pero todavía no comprende el sentido de la norma social y esto hace que surja el conflicto entre lo que desea hacer y lo que le prohíben.

Desde el nacimiento, el bebé va a ser objeto de múltiples acciones sociales que constituirán la base de sus primeras relaciones, relaciones que anticipan lo que será su futura vida social. Durante los primeros meses, depende exclusivamente del adulto para sobrevivir, tiene respuestas emocionales poco específicas: sensaciones de placer o displacer dependientes del estado de relajación o tensión que experimente.

Al mismo tiempo, el grupo social donde nace el niño necesita también de la incorporación de éste para mantenerse y sobrevivir y, por ello, además de satisfacer sus necesidades, le transmite la cultura acumulada a lo largo de todo el curso del desarrollo de la especie. Esta transmisión cultural implica valores, normas, costumbres, asignación de roles, enseñanza del lenguaje, destrezas contenidos escolares, así como todo aquello que cada grupo social ha ido acumulando a lo largo de la historia.

La forma en la que actúan estos agentes sociales, depende de numerosos factores contextuales, como la clase social, la ciudad, la zona geográfica, en que el niño nace y vive, y de determinados factores personales como el sexo, las aptitudes físicas y psicológicas, etc. Por tanto, el proceso de socialización es una interacción entre el niño y su entorno.

Esta interacción y su resultado, dependerá de las características del propio niño y de la forma de actuar de los agentes sociales.