lunes, 29 de junio de 2020

¿Dónde más equilibrio, con tres o cuatro?

Es posible que dé inicio el título del artículo te genere otras interrogantes, por ejemplo: ¡que querrá decir? Me refiero en particular a quien cojea menos, ¿una mesa de tres paras o una de cuatro? La respuesta definida por Euclides (matemático y geómetra griego (325 a. C. - 265 a. C.) el cual señala que "...bastan tres puntos para definir un plano como resultado de la unión de dichos puntos con rectas. Esto significa que la mínima expresión de un plano o superficie es un triángulo"

Extendiendo este principio al caso de una mesa normal con cuatro puntos de apoyo sobre una superficie más o menos regular, tres de estas patas apoyaran en el suelo al mismo tiempo sobre un mismo plano, pero basta que la cuarta pata apoye sobre un plano distinto para que el mueble pierda la estabilidad y empiece a cojear, por mínimo que sea dicho desnivel.

Un tanto para tratar de contradecir a Euclides – modestamente – en la Educación suelen plantearse que en todo proceso de aprendizaje se establecen dos “actores principales” estudiante y profesor.

Actores del cual me parece que falta incondicionalmente la tercera “pata” y son los padres de familia (fundamentalmente educación de preescolar o kínder, primaria), que tienen el compromiso de atender a sus hijos, sobrinos, nietos, que hasta aquí puede resultar un eslogan (lema o consigna), que puede convertirse en una simple utopía si no hay condiciones concretas y definidas para que apoyen. 


Canales educativos
¿Tendrán el nivel de preparación adecuado para explicarles, el tiempo necesario para ello, los recursos (textos, material específico para los padres, tecnología)?

¿Solución? Muy compleja, pero necesaria de atender – mis padres sin casi escolaridad, me exigían horario de estudio, revisión de cuadernos, cero distracciones – y nada de levantarse de la mesa, ¿faltas de ortografía? Tenía un cuaderno extra donde escribir 100 veces la palabra correcta.

Hasta aquí, podría considerar que la mesa – Educación – es estable, como la mesa con sus tres patas, pero me falta una (por ello contradigo a Euclides) la “cuarta pata de la mesa” que sería la tecnología, que de no utilizarse adecuadamente generará desestabilidad.

¿Recursos para APOYAR la Educación, posiblemente los más masivos? Celular, televisión, y la radio. ¿Limitaciones? La accesibilidad a ellos por un problema de costo – que genera la llamada brecha tecnológica - y para los que disponen al menos los dos primeros, pareciera ser que se requiere un mayor nivel de sensibilidad en su uso escolar u académico, el cual debe ser reforzado por el o la docente en un principio para las actividades no presenciales. 


En el caso particular de la radio, medio idóneo preferentemente para el sector rural, al menos en América Latina, el uso es casi nulo en el ámbito educativo. Por supuesto tenemos excepciones, como Colombia, Bolivia, México. 

¡Qué lástima que escatimemos recursos y con ello que la mesa se tambalee!

lunes, 15 de junio de 2020

Cuando regresemos a clase.


En más de una ocasión me he referido – desde el punto de vista metodológico – que una clase no siempre debe comenzar con el saludo del docente y a continuación el tema o asunto de la clase que corresponde ese día.

Transcurrido un período escolar (cambio de semestre, inicio de un nuevo curso escolar, vacaciones de verano u otros), cuando los estudiantes retornan a las aulas de clase (colegio, instituto, universidad), su comportamiento - el cual varía con la edad – será diferente sobre todo el primer día puesto de manifiesto a través de abrazos, besos, el surgimiento de nuevas interrogantes: ¿quiénes serán los nuevos estudiantes en el grupo, quiénes no continuaron?, manifestaciones que en un principio, nos compromete a que la clase no debe comenzar “formalmente” como analizábamos al comienzo del presente artículo.

He tenido el privilegio de contar con profesoras excelentes, pragmáticas, creativas en cuyas clases observadas, apreciaba la genialidad de cómo “romper el hielo” al comienzo sin la necesidad de indicarles o llamarles “chicos atiendan, por favor…”, Recuerdo algunas de sus interrogantes de inicio: ¿Qué tal el fin de semana, cómo pasaron sus vacaciones, sus padres, la familia, qué tal, qué libro leyeron como parte de la cultura general?

Considero que este año, con el retorno a clases, las mismas debieran iniciar un tanto diferente a lo no tan tradicional: “Bienvenidos a todos/as, hoy me gustaría reflexionar sobre un tema necesario, breve, siempre respetando el criterio de quienes opinen y es: La pandemia”

¿Qué nos enseñó Covid-19?, ¿con la disminución del contagio, debemos olvidar las medidas necesarias para prever la adquisición de la misma?, ¿qué valores deben abordarse y tenerlos en cuenta ante un hecho tan trágico como el sucedido?, ¿Cómo ven que nuestra asignatura, podría brindar aportes al retorno a la normalidad?, ¿Quiénes se vieron afectados en el núcleo familiar?

La clase la terminaría – siempre a modo de sugerencia – con la propuesta realizada el 8 de mayo de 1919 por el soldado australiano Edward George Honey, combatiente de la primera guerra mundial de dedicar 1 minuto de silencio por los fallecidos durante el conflicto, hecho que se considera una expresión de luto y condolencias realizada con un silencio, rezo, reflexión o meditación durante un tiempo determinado, lo usual o común es un minuto.

En el momento que éste se hace las personas se mantienen en silencio, y en ocasiones realiza otros gestos como ponerse de pie, bajar la cabeza, quitarse sus sombreros, gorras y/o rezar.

El o la docente por su parte se encargará de dar comienzo y término al tiempo de duelo, y en muchas ocasiones se concluye el momento con un aplauso general. A lo anterior no vendría mal que en la institución académica, escuela, se realizase un acto por las personas fallecidas.

Hágase una u otra actividad estoy seguro que será un factor muy educativo en la memoria de muchos: ¡que descansen en paz, nuestros seres queridos, familiares, amigos!


domingo, 14 de junio de 2020

Una neo educación, tras el tránsito a la “normalidad”


El término neo entiéndase “elemento prefijal de origen griego que entra en la formación de nombres y adjetivos con el significado de “nuevo”, “reciente” me hace pensar que la Educación y todo lo que ella conlleva, deberá cambiar ya que no queda duda alguna que la pandemia Covid-19 ha trastocado a los sistemas educacionales (públicos y privados) sin distinción de continentes.

Cierre de colegios e institutos de la enseñanza media y universitaria, buscando como paliativo el desarrollo de las clases en línea, hecho que para algunos países – américa latina - afectados en períodos recientes (2018-2020) por huelgas ante problemas sociales, utilizaron esta modalidad, diría que un primer ensayo, con una cierta masividad recurriendo a plataformas digitales, capacitaciones apresuradas a estudiantes y docentes, personal administrativo y otros. ¿Resultado?

Muy complejo, diría, ¿evidencias o experiencias identificadas? Proceso de transición y comprensión de docentes con mucha experiencia en su campo en modo presencial, pero en desventaja con el uso de herramientas de la tecnología de la información y la comunicación (TIC), por supuesto como todo nuevo fenómeno: resistencia al cambio.

En el caso de los estudiantes la - posible y única - ventaja consistía en el manejo de los recursos TIC, pero no vinculados a la educación con tanta formalidad, lo cual implicaba el traslado de su “silla o pupitre” de la institución educativa a su casa, perdiéndose entre muchas cosas compartir con sus compañeros de clase y otros, el cual podría simplificarse en un cambio radical de entorno: uno abierto a otro cerrado, de una relación social amplia, física, a una virtual.

¿Una desventaja más? Trasladar la impartición de clases en modo virtual en el mismo horario de sus instituciones, (tres a cuatro clases en un estimado de 5 a 6 horas, con cambios para receso, merienda o refrigerio de escasos minutos entre una y otra) y por otra parte la misma durabilidad de la disciplina entre 45 minutos a 90, de 50 minutos a 100 y ¡150 minutos!, modelo que pudo surtir efecto medible a través de los resultados de estudiantes aprobados y desaprobados al menos, pero en lo personal tengo dudas si se dedicó tiempo por las autoridades a validar dicho tránsito.

Con la llegada del COVID (diciembre 2019- actual, porque sigue expandiéndose) se abrió una nueva oportunidad para el desarrollo de clases en línea, para aquellos con cierta experiencia (relatado anteriormente) y para los “noveles”, muestra de la masividad, se refleja en empresas del ámbito digital que a través de ésta vía han ampliado el uso de “verse” con sus estudiantes, por ejemplo Google meet, zoom (que varió de 10 a 20, actualmente hasta 50), Facebook y otros. 


Hasta aquí excelente, diría que “todo a pedir de boca”, pero ¿y la forma de impartir la clase – como forma de organización de la enseñanza – a través de conferencias, clases prácticas, laboratorios, trabajos de campo, seminarios, etc. utilizadas en la enseñanza universitaria, con menos variables en la enseñanza primaria, media y bachillerato? ¿Cómo modificarlas a lo virtual?, ¿cambia la estructura de la clase en cuanto la intervención del docente y el estudiante?; ¿el rol del docente sería el mismo?; ¿debe cambiar la organización de clases, horarios a nivel institucional? Continuaremos…

lunes, 8 de junio de 2020

¿Impacientes?


En la lectura del periódico (impreso) cada día suelo “digerir” todas las noticias, tal vez no con el mismo equilibrio, entiéndase todo, pero inclusive por hobby suelo darle una pasadita a los empleos, les prometo, por simple curiosidad.

Y sorpresivamente encontré lo siguiente lo cual copio (parte de ello) literalmente: “Se necesita profesora de kínder con dormida adentro, buenos beneficios…, ubicación (zona de personas adineradas), teléfonos”. No omito manifestar que me llamó mucho la atención por varios motivos, de aquí que lo leí más de una vez, para sacar varias conclusiones: Con lo de “dormida adentro”, lo usual es que quedarse en casa, garantizándole a la sirvienta, empleada, dormitorio, alimentación y posiblemente salir o regresar a su casa el fin de semana, pero ¿una docente? Mmmm…; “… de kínder…” lo cual induce a pensar que hay niños pequeños entre 3 y 5 años y más de uno, ya que para “quedarse en casa” y ocupar días, no queda duda que jugará el rol de nana (término empleado cuyo significado expresa: Niñera, nodriza que se encarga del cuidado de los niños en una familia)

Otra experiencia real – ya fuera de América Latina – pero sí en el continente americano, donde se trata de volver a la normalidad (a pesar de la pandemia) y los centros educativos se preparan para el nuevo curso escolar (período 2020-2021), en una primera fase en la captación de matrícula donde se conversa – vía telefónica - con los padres para que junto a los niños pasen una entrevista, conozcan a la escuela, etc. donde llamaba la atención el interés de la familia que los pequeñines regresaran lo antes posible a la escuela.  

Es cierto que para un estudiante al menos en los primeros años, al niño le cuesta “desprenderse” del hogar, donde median los llantos de los padres y de los niños; ya de regresar a la escuela – siempre kínder – donde recibió el amor y el cuido de sus profesoras, sus primeras amistades, jugar y aprender jugando el deseo del niño al retorno es otro. Sin embargo en esta ocasión la premura era otra: ¿les mando a mi hijo ya?

Dos relatos en países muy diferentes (como siempre media el desarrollo) pero con un elemento común que ha sido el confinamiento de meses en casa, la solución posible, parece ser que ¡está en manos de los y las docentes!

Una familia mamá y papá, tres niños de 3, 4 y 5 años, ¿qué los asuma la nana?; ¿o la profesora de kínder con unos 20 niños? ¿Acaso este encierro social vigente en la mayoría de los 185 países afectados, con tiempos diferentes de “cuarentena”, permitió identificar aún más la paciencia y el amor a la profesión que tienen fundamentalmente los y las docentes, maestras, personal de servicio?

Muchos han sido los eventos culturales internacionalmente orientados al cuido de la familia, al reconocimiento del personal de salud – ¡merecidísimos! – que siguen y seguirán salvando vidas, pero no me quedan dudas que el personal docente debe ser ubicado en un escalón más de reconocimiento y prestigio en la sociedad del planeta Tierra Nota: con virus o sin virus.

Por cierto no vendría mal – a modo de sugerencia -, que al igual que a los médicos se les ha venido aplaudiendo, en algunos países en la noche en un horario determinado en señal de agradecimiento, que a los docentes se les aplauda en el momento que el familiar deje y retire al niño o niña en la escuela.

¿Pero y en el caso de los más grandecitos (enseñanza media, bachillerato, universitario)?, ¿qué hacer? Tal vez sencillo, pídale a su hijo el celular, por el cual se comunicaba con su profesor en las clases virtuales y escríbale: “profesor(a) mi hijo y yo, les agradeceremos siempre la paciencia que usted ha tenido en este semestre o curso escolar, ¡muchas gracias!”

lunes, 1 de junio de 2020

¿Deshumanizarse, en tiempos de pandemia?


Toda persona cuando por una razón u otra – vocación o no – toma una carrera universitaria, técnica, alcanza un título académico y pasa al siguiente escalón: trabajar en relación con la certificación alcanzada, no necesariamente se cumple lo cual dependerá del mercado laboral: por ejemplo: un taxista graduado de ingeniería.

Estatus que podría tener un carácter temporal, en función de nuevos cursos, que le permitan una mejor hoja de vida y con ello probabilidad de un nuevo trabajo, donde quedarse “sentado” no conduce a nada. Recuerdo que el mundo – entiéndase las mejores opciones laborales - están hecha para los que perseveran y se superan constantemente, para los que “luchan”, que pueden caer, pero que una vez más deben levantarse.

Comenzamos en el nuevo trabajo formal o informal y nos convertimos en un empleado: “Persona que trabaja para otra o para una institución a cambio de un salario”, por cierto esta definición la siento algo ¿compleja?, ¿por qué se preguntará? Cuando entramos al “mercado” la persona debe sentirse comprometida con el empleador, existen normas, reglamentos las cuales deben cumplirse y lo más importante el establecimiento de una relación diría como “sentirse parte de…”; “…cuando alguien me diga, ¿dónde laboras?”, con orgullo responder a la par de una inhalación profunda, “en…”

Satisfacción que será mucho más efectiva de recibir el efectivo si a la par de ello existe una comunicación adecuada, fluida del empleador al empleado de reconocer el esfuerzo realizado, la calidad del producto de su trabajo, acción que no debe ser una hipótesis -suposición hecha a partir de unos datos que sirve de base para iniciar una investigación o una argumentación -, sino un principio ético y moral (identificados como Principios del Ser Humano), en el que se permita flexibilidad, tolerancia y sobre todo cuando la vida se nos hace mucho más compleja y en particular cuando se trabaja desde casa (teletrabajo) y más en la labor docente (pero válida para cualquier oficio que se encuentre actualmente, bajo esta condición), donde a modo de ejemplo: la clase – cuyo local se conforma por una silla próxima a su “escritorio”, donde este último no es más que una tabla de planchar, teniendo como fondo “la mejor pared” para cuando conversa con sus estudiantes - se haya visto afectada de ser impartida en el horario correspondiente por haberse ido la energía eléctrica en ese momento.

¿Y la respuesta del empleador deshumanizado? – que controla el desarrollo del proceso docente educativo en línea – reclame “sin ton ni son” (expresión es de origen musical, utilizada para expresar cosas fuera de orden, medida, oportunidad u ocasión, cosas que no tienen sentido porque son impertinentes, no obedecen a arbitrio o conocimiento alguno y están fuera de lugar), ¿cuándo recuperarás la clase?, sin mediar ¿“Cómo está profesor, su familia”?

Si realmente es así, tiene sentido la definición de empleado: “…trabaja… a cambio de un salario”, le añado por una necesidad imperiosa: al menos comer y garantizar la alimentación de su familia.

Obviamente un docente, un médico, un ser humano – que ama su profesión – sin importar quién cuestione su labor, le dará el valor agregado de superarse, incorporar nuevos elementos tecnológicos a sus clases, atender a sus estudiantes (a pacientes, a las personas con las que interactúa) mucho más del tiempo formal establecido. 

Esta actitud vale más que un salario y es impagable.