lunes, 27 de enero de 2020

Ando perdido, no sé.


"Mire profesor, no sabía que…" Cada vez que escucho esas palabras, ello me recuerdan otras, siendo estas: Preguntando se llega a Roma, frase de larga data que suele darse como consejo a quien desee llegar a algún lugar, o indagar sobre algo. Husmeando en la historia, la misma solía decirse a los transeúntes que interesados en la búsqueda de empleos, trabajo de cualquier índole, de lugares distantes viajaban a la metrópoli del imperio. ¿Pero por qué esta introducción se preguntará usted, estimado lector?

Retomando el desconocimiento del estudiante, la preocupación va dirigida en este caso, al desinterés de los estudiantes en documentarse, en conocer sus derechos y sus deberes, donde hay reglamentos, murales, calendarios y cuanta información posible para que estén debidamente orientados. Como profesor de ciencias naturales, suelo utilizar a mis familiares más cercanos, en el mejor sentido de la palabra como “conejillos de India” o cobayos (roedor utilizado como animal de experimentación) para comprobar que más allá de la escuela, instituto o universidad, que saben, que opinan, que criterios tienen.

Por ejemplo: comienzo mi clase – entregando a uno de los estudiantes – el periódico impreso, a otros le sugiero que entren a la página web del medio y que lean en silencio los titulares, dando un tiempo prudencial les pregunto ¿qué consideran al respecto?... transcurren segundos, casi minutos y tímidamente uno de más de 20 estudiantes levanta su mano, del resto selecciono tres al azar, pregunto y la respuesta fue la misma: no sé.

Tal vez la pregunta clave podría ser: ¿Qué les interesa a nuestros jóvenes hoy en día? ¿Estudiar? Por supuesto, la problemática está en que si realmente estudian lo suficiente, de forma sistemática, si hay anuencia al sacrificio por parte de ellos mismos, el cual se educa  y no a la sobre protección por parte de los padres o tutores, lo que conduce en algunas ocasiones a que ellos no asuman sus propias decisiones y lógicamente es un error.

A nosotros los adultos, nos corresponde enseñarles que nos cuesta – sea pública o privada la escuela o institución educativa -  porque más allá de la gratuidad, está el uniforme, la alimentación, el lápiz, el preguntarle no solo los resultados académicos, (que en muchas ocasiones se pregunta después y no antes, lo que pierde el carácter preventivo de tomar las medidas a tiempo) sino que tal el grupo de estudio, como te sientes, muchas tareas o mucho estudio; como la familia se planifica, como “estira y encoge” la economía para que se superen, como navegan éstas en ocasiones entre el empleo y el desempleo y a pesar de ello, apoyan a su hijo o hija.

Comentaba con un compañero de trabajo (docente) esta situación referente a que los jóvenes, una parte considerable de ellos no juegan realmente su papel como estudiante, apoyándome en ese sentido. ¿Su argumento? Los estudiantes consideran que “se sacrifican” lo suficiente cuando estudian, cuando asisten y que sí se expresaban, le pregunté ¿cómo?, con el silencio, respondió. Esto último, prácticamente catalizaba que mi hipótesis, pasaba a categoría de tesis y espero que no en una ley o principio.

Sin duda alguna a los que nos corresponde el papel de educar, nos queda mucho trabajo por hacer y ese es el reto planteado. Nuestras generaciones futuras deberán ser mejores que las actuales ¿bonito? Sí, ¿difícil? Sí, ¿solucionable? Sí, aunque todo dependerá en la medida que involucremos a los jóvenes a discutir sus propios problemas y soluciones.

lunes, 20 de enero de 2020

¿Temor a comprometerte?


No es fácil para muchas personas conocer a alguien que pueda resultar interesante, pero cuando se encuentra y se decide iniciar una relación, uno se aventura en un universo de experiencias novedosas y de complejos sentimientos y emociones. 

Muchas personas desean encontrar una pareja - no excluyente para las personas de la tercera edad - y establecer una relación sólida pero por otra parte, les da miedo adquirir un compromiso. 

Problemática que no resulta tan sencillo como pudiera ser al margen de los latidos del corazón, una serie de factores como son los sentimientos, la autonomía, la responsabilidad, entre otros.

En la adolescencia ese vínculo se amplía al grupo de iguales, se busca la cercanía y el placer con los amigos. Al llegar a la juventud, se empieza a despertar la necesidad de compartir las experiencias con una pareja. En la mayoría de las ocasiones, la necesidad de divertirse y estar con los amigos es tan poderosa como la necesidad de estar con la pareja, motivo en ocasiones de conflicto con uno mismo, ya que el individuo tiene que empezar a entrenarse en tomar decisiones y aprender a establecer prioridades, así como a saber compartir y organizar sus preferencias.

Una vez llegado a la adultez es cuando el foco de motivación se centra principalmente en encontrar una pareja, y en muchas ocasiones surge el miedo, la duda de adquirir un compromiso ¿acaso podremos equivocarnos? El miedo surge ante la expectativa de cambio. Si una persona se plantea que tener una pareja conlleva una valoración que resta, es decir, existen más cosas que perdemos de las que ganamos, entonces tendrá más fuerza el temor al fracaso que la expectativa ante lo positivo que está por venir. 

Cuando la persona ignora sus propias capacidades, aparecen los temores e inseguridades que hacen a uno más frágil y débil ante las circunstancias. En estos casos, la persona tiende a huir porque no sabe como responsabilizarse ni asumir las diferentes adversidades con las que puede enfrentarse. Por otra parte, la autonomía y responsabilidad son capacidades que se van construyendo y aprendiendo con los años. La familia tiene un papel fundamental en la formación de los recursos y capacidades del individuo.

Así pues, una educación protectora, permisiva o muy rígida impide al individuo desarrollar sus propias estrategias de afrontamiento para valerse por sí mismo. La persona que ha aprendido a establecer normas rígidas, lo hará también con su pareja. Será exigente para compartir, dar y recibir del otro, y en el momento que la relación no siga el curso esperado, vendrá la frustración y la ruptura sin dar posibilidad de cambio.

¿Cómo afrontar el miedo al compromiso entonces? Haciéndole frente, así de sencillo. ¿Cómo? Conociendo y asumiendo qué sucede y por qué sucede. Se debe contemplar la posibilidad de cambio sin que ello implique una sensación de descontrol. 

El factor auto confianza deberá ser un camino que se inicie desde un reconocimiento positivo de las capacidades y dificultades que uno posee. Será necesario aprender a expresar los temores, las inseguridades, las preocupaciones las cuales ayudarán a fomentar una relación de confianza y de mayor conocimiento entre los miembros de la pareja.

¿Se decide entonces?

lunes, 6 de enero de 2020

¿Los y las jóvenes se enamoran hoy en día más temprano?


En la adolescencia parece como si el reloj biológico despertara el primer amor. Es como si los adolescentes estuvieran enamorados del amor. Al principio idealizan y fantasean sobre quién les atrae sin ir más allá, porque en el fondo existe un cierto temor al contacto directo. Esta práctica imaginativa constituye un entrenamiento previo a la vivencia. Lo mismo sucede con las fantasías sexuales que le ocasionan mucha atracción pero también numerosas angustias.

Los primeros pasos hacia el encuentro amoroso. Ellas desean ser admiradas y ellos ser héroes todo poderosos y galantes. Los adolescentes viven amores platónicos con profesores, artistas, ídolos de la canción y del cine. Cuando los adolescentes llegan a esta etapa de su vida lo hacen llenos de ideas diferentes sobre la pareja, que han ido incorporando de su alrededor durante la infancia, con las cuales a veces pueden no estar de acuerdo y que deberán resolver y elegir según sus sentimientos e identidad. 

Los primeros contactos se inician cuando chicas y chicos salen en grupo e inclusive antes teniendo en cuenta las redes sociales (Ojo: atento los padres)

Establecen relaciones superficiales y de coqueteo (presenciales o no presenciales) Quieren impresionarse mutuamente. En esta época los contactos se reducen a miradas, paseos, caricias, besos, abrazos, etc. Pero llega un momento tal que el grupo, tiende a la división, ya que suele entablarse una relación más selectiva con alguien concreto, cubierta en ocasiones de irracionalidad y emotividad.

El grupo deja de ser el centro y la pareja se convierte en el foco de atención. Todo se proyecta hacia él o ella. Nada importa sino es compartido con el otro, lo demás pasa a segundo plano.  Lo que antes se veía horrible en otras personas ahora resulta magnífico en su compañero/a, no se ven los aspectos negativos y se ignora cualquier tipo de defecto.

El enamoramiento es como una especie de revolución que se vive con gran euforia. Pero al noviazgo se llega después de haber superado y reordenado muchas de las emociones que se viven durante el enamoramiento. Con el noviazgo de los adolescentes ocurre que, después de varios cambios, descubren que se sienten bien con la otra persona, que tienen cosas en común, que desean conocerse más, que se echan de menos si se distancian y que su atracción sexual crece mientras ansían compartir la ternura también físicamente. Durante esta etapa dan poca importancia o relevancia a los intereses materiales. Este aspecto revela la autenticidad de sus vínculos más allá de las imposiciones externas de tipo religioso, social o moral.

Recuerde que el amor es un sentimiento que se expresa de muchas maneras, tantas como parejas hay en el mundo, es una emoción poderosa que se construye entre dos personas como resultado del intercambio de los deseos, emociones y creencias de ambos. En la adolescencia se comienza a construir el significado que tendrá el amor para cada persona. Los adolescentes percibirán el amor hacia alguien por primera vez y lo vivirán de forma única y verdadera en la intimidad de su relación. Y eso es maravilloso. 

Por cierto, ¿recuerda usted su primer amor?