lunes, 29 de marzo de 2021

Una clase “sin ingredientes”

Hace muchos años atrás – mejor que había una vez, algo ya gastado, diría que hasta obsoleto – impartiendo una clase de Biología para estudiantes de primer año donde abordaba el factor las diferentes culturas de cada país y la adaptación del ser humano a éstas, más cuando la persona es un inmigrante.

Pregunté sobre la gastronomía – en la clase contaba con estudiantes de diferentes países latinoamericanos y hasta continentes – y la participación fue extraordinaria, lo que tenía previsto o planificado desarrollar realmente “se salió de control”, pero en ese momento consideré que no importaba, ya que para mí un principio ¿Universal? Es que, si logro participación que ayude a profundizar sobre el tema, a discutir, respetando siempre las opiniones, a la búsqueda de resultados me siento satisfecho. Por cierto, la tarea para la próxima clase, de esa clase – que no era la prevista - fue: Presentar una receta de un plato típico; o imágenes de la misma e inclusive, llevar una muestra de ser posible.

Al llegar a la casa y contar la anécdota de lo sucedido, mi hija me expresó “…papá de donde se te ocurren esas locuras”, ¿la respuesta? “Se me ocurrió en ese momento a la luz de la franca conversación con los estudiantes”

No sé si llamarle a ello creatividad, imaginación, ingenio, o pasión por algo que a uno le agrada, pero… me gustaba y me gusta, imposible negarlo. También en un momento determinado por responsabilidades administrativas, me correspondió observar clases a mis compañeros de clases de primer año, donde la experiencia resultó ¡espectacular!

Docentes que rompían todo el protocolo de una clase tradicional: nombre o tema de la clase; introducción, desarrollo, conclusiones y tarea; ¿Qué hacían para ello? Indagaban sobre: ¿Qué tal de descanso el fin de semana?; ¿Qué libros leían?; y a partir de ello, buscando un elemento que le sirviese de punto de partida para comenzar la clase, de la cual les ayudaría a solventar problemas.

La expectativa era extraordinaria; qué decir cuando otros/as empleaban estrategias de enseñanza – aprendizaje en la cual, solicitaba trasladar las sillas a los extremos del local, para los estudiantes interactuaran con el afán de analizar la solución de las actividades asincrónicas orientadas en la sesión anterior, para posteriormente realizar una coevaluación de la misma. ¡Increíble, pero cierto!

Desfavorablemente no todos/as eran así – diría que los menos – donde recurrían al ¡tradicionalismo radical! No uso pertinente de recursos tecnológicos, donde primaba el habla que te habla (desarrollaba una clase a través de una computadora y una webcam), visualizada a través de la pantalla de mi celular donde le daba seguimiento a la clase en sí (con permiso del docente, claro está) en el que predominaban las cámaras y micrófonos apagados, por lo que podía interpretar – tal vez - que la atención no era la adecuada, hecho que se demostró cuando el profesor preguntó a más de uno de los conectados, y primaba el silencio. ¿Habrían “colgado” o salido de la clase remota?

En lo personal me tomaba la atribución de estimular públicamente vía correo a los diferentes colectivos de asignaturas, las mejores clases visitadas y los méritos de cada una de ellas; en el caso de los docentes con dificultades, lo analizaba de forma individual, recomendaciones en qué superar, tratar de comprometerlo a que trabajase junto con otro docente de su asignatura y programar una nueva visita cuando éste considerara evidenciar mejorías en su labor.

Si bien los problemas generados por la pandemia han sido muchos y que han afectado el proceso de Educación globalmente, pero a la vez han generado múltiples proyectos de soluciones, siempre aprendiendo de las mejores experiencias, no podemos dejar de pasar por alto, la atención permanente al profesorado. Una clase que no cumpla su cometido, no solo es un tiempo perdido, es un aprendizaje que no se logró aplicar.

lunes, 22 de marzo de 2021

Una necesita de la otra.

Hay a quienes les gustan más los números y a otros las letras o viceversa, donde posiblemente la balanza se incline más hacia los grafemas (mínima unidad distintiva de un sistema de escritura, o sea, el mínimo elemento por el que se pueden distinguir por escrito dos palabras en una lengua), sintiendo temor por los signos gráficos o conjunto de signos gráficos que expresa o representa esa cantidad, llamado aritmofobia, entiéndase miedo a las matemáticas.

Temor que puede evidenciarse con estrés cuando deben calcular; es más solamente llegar a realizar un cálculo se ha demostrado científicamente que activa el cerebro, los centros del miedo, así como las áreas que reaccionan al peligro y el dolor.

Pero las letras, que componen la secuencia escrita, que nos ayudan además a representar los fonemas, que se manifiestan en el habla en forma sonidos distintivos, tampoco a otros les agrada, ¿leer?, ¿escribir?, donde posible esto último se limite a presionar teclas y no lápices o bolígrafos, sin importar que escriba komo o como, ¡si suenan iguales!

Pero, ¿acaso no podemos vivir armónicamente con ambas? Por ejemplo: un estudiante de primaria tiene 5 años, otro de su mismo grupo tiene uno más. ¿Cuántos años tiene el segundo niño? Para responder conociendo que la palabra más (adverbio de cantidad), implica 5 +1 = 6.

Ejemplo que parece sencillo y que solía encontrar – según me argumentaba un excompañero de trabajo y profesor de matemática, que impartía clases en primer año como asignatura de estudios generales - en estudiantes de primer año, donde presentaban serias dificultades en las operaciones básicas, como la suma, resta, multiplicación y división. ¡BÁSICAS!

Viéndolo desde otro ángulo, era a la hora de proporcionar una respuesta numérica empleando para ello letras, por ejemplo: en vez de doscientos treinta y cinco, escribían doscientos trenta y cinco. Nota: como pueden apreciar al escribir el corrector ortográfico de la computadora me señala error en trenta.

Hecho que pudiera materializarse, de realizar una evaluación, donde el estudiante haga uso de su bolígrafo en un papel, evidenciándose un error ortográfico por supuesto no corregido y que el docente debiera calificar.

¿Qué decir en el peor de los casos, cuando una monografía, para graduarse de la universidad, presenta errores, no solo ortográficos sino también de redacción (del verbo redactar: se refiere al acto de componer textos escritos mediante el uso adecuado de la expresión verbal escrita)

¿Solución posible? En el caso de la matemática, muchos ejercicios, sobre todo donde sea aplicable, con ejercicios prácticos que le den un sentido agradable, del porque de la necesidad de esta ciencia pura; en el caso de las letras, no hay nada mejor para la escritura y la fonética que leer, leer y leer, escribir, escribir y escribir, comunicarse, comunicarse y comunicarse.

No queda duda que, errores de un bando u otro, o de forma simultánea, pondrá en tela de juicio a los usuarios en cuanto a sus conocimientos adquiridos, sin importar la edad. Luego docentes de matemática y español (o comunicación y lenguaje) en manos de ustedes está que calculemos, escribamos, leamos, interpretemos, redactemos bien. 

lunes, 15 de marzo de 2021

La barba un elemento contemporáneo.

En determinados ratos de ocio, suelo apreciar medios audiovisuales como series, películas, documentales, entre otros y me ha llamado la atención el uso de barbas extendido a jóvenes y adultos. ¿Acaso una nueva moda, un ciclo más?

Para mencionar el uso de la misma me remito un tanto al Medio Oriente región situada al sudoeste de Asia, que reúne a países como: Arabia Saudita, Armenia, Azerbaiyán, Bahréin, Catar, Emiratos Árabes Unidos, Georgia, Irak, Irán, Israel, Jordania, Kuwait, Líbano, Omán, Palestina, Siria, Turquía y Yemen, pero también para dos países cercanos: Chipre y Egipto.

Sin embargo, la Real Academia Española (RAE) define a Oriente Medio como una región intermedia entre Oriente Próximo y el Lejano o Extremo Oriente, reservando este término para países como: Afganistán, Bangladés, Bután, India, Maldivas, Nepal, Pakistán, Sri Lanka y zonas aledañas.

Que en el caso particular que nos atañe - la barba o vello facial - en el mundo árabe y en el musulmán tiene una importancia que va más allá del estilo y el acicalamiento y para muestra un botón: Mosul, ciudad del norte de Irak, ubicada junto al río Tigris, con unos 1,4 millones de habitantes, siendo la tercera ciudad más poblada del país.

En la misma, la barba es obligatoria para los hombres donde les está prohibido afeitarse siendo considerada como “un signo de virilidad y afeitarla o cortara la pone en entredicho”. Hecho que se convierte polémico en otras comunidades religiosas.

Existen instituciones del estado que también resulta prohibido su uso al menos como parte de la cultura occidental también considerado como europeización, americanización o euro americanización donde están presentes sociedades de base poblacional no occidentales - como es Centroamérica - que han entrado en contacto o quedaron bajo la influencia de dicha cultura en elementos como: la moda, la arquitectura, la literatura, la tecnología, el derecho, la política, la economía, el estilo de vida, la dieta, el idioma, el arte, el alfabeto, la religión o los valores y tradiciones de Occidente.          

Recuerdo hace muchos años siendo joven (y tal vez un tanto rebelde), siendo docente - en la enseñanza media y bachillerato o preuniversitario - comencé a usar barba, lo cual no me era permitido (¿?) establecido a partir de determinados estatutos en el campo de la Educación, hecho que me ocasionó un llamado de atención por parte de una autoridad, que conllevó a la eliminación de los vellos faciales. Contradictoriamente el bigote a pocos milímetros de la barba, sí era permitido

Años después pasé a laborar a la Educación Superior, manteniendo el cumplimiento del vestir y el cuido personal con la formalidad requerida, surgiendo la posibilidad en un semestre de alejarme del aula por otros compromisos laborales y nuevamente “me salió la barba”.

Llegó la adultez mayor – y tras la “occidentalización y lluvia” de imágenes audiovisuales – generando el espacio para dejar de rasurarme y darle vida a un número de vellosidades que luchaban entre sí por el predominio, entre el negro y el blanco (sin evidencias de racismo alguno)

¿Lucía mayor de edad?, ¡Soy mayor!; ¿Mostraba una apariencia de suciedad o persona descuidada? Considero que no, ya que cuido que esté ordenada, pulcra; es más que combine su color casi blanco entre un 85-90 %, en contraste con el vestir.

En fin, no es más que un gusto de una persona que muestra un tanto de rebeldía.

lunes, 8 de marzo de 2021

…a la hora en punto.

Posiblemente todos los medios escritos y digitales, televisivos, redes sociales, estarán sobresaturadas, por el Día Internacional de la Mujer; si bien me sumo por supuesto, ya que estoy rodeado de mujeres maravillosas – mamá, esposa, hija, hermana, cuñadas, sobrinas, nietas (pendiente), suegra, ex - compañeras de trabajo – aquellas que amablemente me atienden como cliente en mis gestiones rutinarias (mercado, banco, cafeterías, etc.)

De aquí que no sea el tema central que aborde hoy en el presente artículo, pero que de una manera u otra “roza” al sexo femenino; hace muchos años una ex – estudiante graduadas con honores en la universidad, alcanzando la licenciatura, su intención de continuar superándose la llevó a un país asiático a realizar su maestría.

En una de sus vacaciones (un mes, al año) visitó la universidad y nos encontramos en el pasillo casualmente donde conversamos sobre su experiencia en su nueva casa de estudio, etc. Tuvo que aprender el idioma, además de adaptarse a la nueva cultura y en particular a la puntualidad.

Aspecto que le llamaba mucho la atención y que hasta ese momento entendió – por lo visto en lo personal no logré mucho, ya que en los cursos de inducción solía explicarles a los estudiantes de primer año, la importancia de la puntualidad a clases, en la entrega de trabajos y otros – porque las personas de ojos rasgados y piel amarilla en su comportamiento, en su actuar, en su disciplina, lograban tantos éxitos, y uno de los aspectos era ser puntual.

Inclusive en una ocasión llegó 5 minutos antes de la clase y sus compañeros/as les reclamaron, porque había llegado tarde (¿?), ella se preocupó que todavía según su reloj quedaba tiempo…; la respuesta inmediata y al unísono del colectivo de estudiantes fue “¡…es que nosotros llegamos 15 minutos antes previsto, para socializar y compartir…!”

En lo que me compete, también tengo “n” anécdotas, referente a ser puntual: tenía una primera reunión de trabajo en el Ministerio de Educación para un proyecto en particular del cual estaba interesado, promovido por personas de nacionalidad alemana. La reunión era a las …en punto; 30 segundos antes golpee la puerta y escuche “…ese debe ser la persona que esperamos”, entré y me sorprendió el ser recibido con una sonrisa “colectiva” el responsable de ellos, exclamó: “…ven, les dije, yo solo trabajo con personas puntuales, lo demás nos queda claro”; “La plaza es suya”

Por supuesto detrás de ser puntual, hubo muchas personas, que siempre me educaron en ser puntual (mis padres), el rigor de la escuela y mis profesores; asumir el rol de educador, lo que implicaba transmitir la herencia de los mejores valores a mis discípulos, así como a mis compañeros de trabajo; siempre debía llegar primero que ellos/as, que cuando abriesen la puerta del salón de reuniones ahí estaba, que no se perdiera un minuto de tiempo; si la reunión se programaba para un tiempo exacto, ese era el tiempo necesario, no más.

Otras cosas había que hacer, y el tiempo es oro. ¿Por qué tomar tiempo “malgastado” del trabajo, para restarle tiempo que la familia merece, que tanto lo necesitan ellos/as, como nosotros?

Se me acaba el tiempo, los dejo, ya que hoy debo estar rodeado de las féminas que están cerca presencialmente y virtualmente. Por favor haga usted lo mismo. Es necesario estar… a la hora en punto, ni un minuto más tarde, ellas se lo merecen… y más. Nota: Doble reconocimiento a las mujeres que hoy cumplen años.

lunes, 1 de marzo de 2021

Algo más que compartir pantalla.

Estudiando varios módulos (2) de un curso en línea o modalidad remota y sincrónica, pude identificar más allá del contenido – excelentes docentes muy profesionales ambos, al menos en la información compartida – ciertas “debilidades” en una y otra clase.

La clase comenzaba 8 am y terminaba 1 pm, nada más y nada menos ¡que 5 horas!, donde cada docente y estudiantes nos “refugiábamos” tras una pantalla de un recurso tecnológico: computadora/tableta/celular, donde se mostraba en un caso el rostro del facilitador (o en el peor de los casos del que dictaba), hablando y hablando, evacuada dudas, cuando alguno osaba preguntar, cuando en realidad la mayoría de las cámaras y micrófonos se encontraban apagados, de un solo lado.

Correspondía el día del examen en el próximo encuentro – así dicho por el docente – y … finalizó la clase, con una orientación: “muchachos estudien”; por supuesto el día que correspondía la evaluación primaba la incertidumbre en n cosas, n, por no decir m(iles). ¿Qué se iba a evaluar?, ¿cómo se iba a evaluar?, ¿Cuánto duraba la evaluación?

En el módulo siguiente me sentí más aliviado, la docente en este caso después de presentarse, estableció las “reglas del juego”: puntualidad, crear condiciones para micrófonos y cámaras encendidas, tiempos de receso y otras orientaciones necesarias, pero tal vez insuficientes, como analizaremos más adelante.

No pretendo “gastar” muchas palabras en el rol actual de la tecnología, que resulta imperante en todos los sectores, pero mucho más en la Educación, más ante el paso exponencial de la Educación presencial a la virtual.

Me resultaría imposible cuestionar, no a los docentes que me impartieron e imparten estos módulos, no puedo por un problema eminentemente ético ante personas tan calificadas, que estoy seguro que hacen un esfuerzo extraordinario en el mundo de la tecnología, pero requieren estos más apoyos por parte de las instituciones tanto a los docentes, como a los estudiantes.

Tal vez dedicarle tiempo a la actualización por parte del propio docente en cuanto a contenidos, avances en el campo de sus especialidades es una responsabilidad intrínseca pero que es más “digerible”, pero en el caso del manejo de las TIC, no funciona siempre el espíritu positivo ante el autodidactismo.

¿Qué resulta sencillo? Mmmmmmm, dudas no tengo, lo asevero que tengo dudas y mis compañeros profesores, también las tienen y para muestra de lo que llamo preparación insuficiente, me remito primero a una experiencia vivida hace varios años atrás; me encontraba impartiendo una clase de Física sobre plano inclinado, donde el estudiante debía tener conocimientos previos de Geometría - parte de la matemática que se encarga de estudiar las propiedades y las medidas de una figura en un plano o en un espacio – avanzaba en la clase y los rostros de los y las jóvenes o miraban al techo en señal de no comprensión, o comenzaban a distraerse de alguna forma u otra. Nota: por suerte no había celulares en ese entonces.

Detuve la clase, algunas preguntas exploratorias, y sencillamente comencé a dar una clase de triángulos, valores de los ángulos, etc.

¿Qué sucedió en el segundo módulo, cuando la profesora que había solicitado en el encuentro anterior, exposiciones de los estudiantes, para ella y para el resto de los estudiantes, que compartieran pantallas? El sismo en la escala Richter, en ese instante, superó los 7 grados.

No todos estaban preparados, los estudiantes, más allá del consejo de la docente, que tenían que aprender por su cuenta…, etc. No veo otra de la necesidad de que las direcciones de los centros educativos, empresas, se dediquen seriamente a la preparación de docentes y estudiantes. URGE.