lunes, 31 de mayo de 2021

Afecto, simpatía y confianza.

Recientemente apreciaba un capítulo – único - de una serie donde un conjunto de actores y actrices se reunían tras 17 años de haber actuado durante 10 temporadas, con unos 236 capítulos de duración.

Recuerdo que la misma, la “descubrí” casualmente, me agradó por muchos factores, siendo algunos de ellos: la frescura, el chiste ligero o algo blanco, eran los tiempos de pasarlos en un canal y grabarlos en un VHS, nada de plataformas o Streaming.

¿Por qué logro “engancharme”? La misma me hacía salir de la rutina de entre 12-14 horas diarias laborales (lo que hoy en día llaman trabajar bajo presión) durante años, atender menos tiempo a la familia (error garrafal, el no hacerlo), pero al menos me arrancaba o bien una sonrisa o hasta carcajadas.

En la medida que el capítulo mencionado en el primer párrafo transcurría (1.42 horas), a mi memoria recurrían recuerdos – diría que los mejores – de diferentes etapas de mi vida: el preuniversitario o bachillerato siendo becado, lo cual implicaba convivir un poco más cercano, más allá de estar o no en el mismo grupo de clase. Nos veíamos el fin de semana para salir a fiestear, al cine, a la playa (o mar); las primeras novias, en fin, diría que una de las etapas más bonitas de la vida (estudiante-juventud)

Llegó la vida laboral y a lo largo de los diferentes colectivos de compañeros(as) en la universidad de donde alcancé mi título de licenciatura y en la cual pude trabajar por años, unos más cercanos en cuanto a amistad que aún perduran a pesar de las distancias, otros que dejaron de hacerlo por verse superada la relación por otros factores, que no vienen al caso, pero los recuerdo a pesar de que se equivocaron en su momento.

Cambio de país y nuevos colectivos - que a pesar de la diferencia cultural-, fueron siendo consolidados mediante el afecto, simpatía y confianza, lo cual implicaba respeto, colaboración, preocupación ante los problemas personales, pero también en espacios donde era necesario el reconocimiento al excelente trabajo individual y de equipo logrado.

No podían faltar las “reuniones periódicas” en algún restaurante, para celebrar los cumples (era imprescindible, porque todo no puede ser el trabajo), las efemérides, donde no podía faltar, aunque no quisiéramos siendo tal vez innato, burlarnos de … (sin comentario); pero lo más importante muchos(as) por el azar de la vida tomamos caminos diferentes, que nos separaron presencialmente, pero no virtual.

Cuando voy al diccionario para identificar el significado de amistad, este se define como: “Relación de afecto, simpatía y confianza que se establece entre personas que no son familia”, pero en lo personal lo modificaría, quedando del modo siguiente: ““Relación de afecto, simpatía y confianza que se establece entre personas que son familia”, tachando la palabra no.

Amistades de años, que están ahí, aunque sean dos correos en el año, o simplemente darle un me gusta (like) para que no duden que los seguimos queriendo y agradeciendo los tiempos compartidos. Un abrazo grande a aquellos que forman parte de este grupo diseminado en el mundo, para los que están y para los que no.

“El árbol de la vida es la comunicación con los amigos; el fruto, el descanso y la confianza en ellos” FRANCISCO DE QUEVEDO.

lunes, 24 de mayo de 2021

¿Para qué auto engañarse?

No hace mucho un compañero de trabajo me comentaba su preocupación con relación a la “inmunidad” de algunos de sus estudiantes en copiar de otros (tan irresponsables como los primeros) las tareas y hacérselas llegar – bajo la modalidad en línea -, aspecto que sucedía con mayor énfasis cuando los trabajos eran grupales.

Ello me recordaba, como estudiante dos momentos, la primera ¿7mo grado? Llevaba el “chivo” (entiéndase papelito con información necesaria, pre elaborado) escondido en una media o calcetín, repartieron el examen, lo leí y por inercia el mundo me cayó encima, ya que lo que preguntaban, nada tenía que ver con la copia. Luego el “delito” no se llevó a cabo.

En una segunda ocasión siendo los exámenes orales, donde tenías 30 minutos para prepararte previa escogencia de la boleta (donde debías argumentar como desarrollar procedimientos didácticos y pedagógicos ante un tema para una clase) y exponerlos, me sorprendió que una compañera de clase me tocara el hombro y en un tono casi inaudible, me solicitaba cambiar su boleta por la mía. Realmente no sabía qué hacer, cuando casualmente habíamos estudiado juntos, la incertidumbre me embargaba y cometí el error de hacerlo.

Con la nueva boleta, la cual la sentí mucho más fácil, que la cambiada, ¿los resultados? Mi compañera quedó aplazada, en mi caso no. Posteriormente le pedí ¿el por qué? Justificaciones vanas.

Considero que la copia – la cual no justifico – se crea con el rol del estudiante o mejor dicho del mal estudiante, los cuales no son todos y en el caso particular de ser tu profesión docente has de ser un defensor honesto y exigente ante este evento. La copia constituye un elemento común sancionable en los reglamentos de conducta de los colegios e instituciones educativas en todos los subniveles el cual ha de respaldar al docente en su actuar ante estos hechos.

Si bien los profesores con mucha experiencia, fácilmente detectan cuando hay deshonestidad por parte de un estudiante, desde copias tan burdas, donde no cambian ni una coma (llamado copia y pega, procedente del inglés copy and paste), hasta modificar un tanto, comas, puntos, datos numéricos, pero que en fin son detectables.

El autoengaño, porque los estudiantes se engañan a sí mismo, no solo viene a través de un correo, ya que el docente no evalúa al joven por una tarea, lo hace además por la entrega en tiempo de los trabajos, la pulcritud en los mismos, la creatividad y otros tomando una impresión integral de la persona en sí. Ello le ayuda a emitir un juicio, de a quién tiene delante o detrás de una pantalla.

¿Medidas a tomar para evitar el fraude en las clases remotas? Podrían ser varias – por supuesto lo da la experiencia, lo cual citaré algunas: 1. El docente establecer sus propias reglas o normativas para el desarrollo de las clases en línea (de no estar establecido por la institución, lo cual sería lo ideal), así como para la entrega de trabajos; 2. Un adecuado control del estudiantado; 3. Elaboración de diferentes baterías para exámenes escritos y en línea; 4. Control del tiempo de entrega; 5. Los exámenes deberán incorporar preguntas de selección múltiple (donde no se mida lo conceptual), preguntas que sean amplias y abiertas, así como el uso de diferentes metodologías como Aprendizaje basado en proyectos (ABP), estudio de casos…,etc.


Con ello no quiero decir que estas sean algunas de las medidas que puedan limitar el fraude; habrá mejores experiencias, pero la que sí no debe fallar es tratar de detectarla, analizarla con el transgresor y conversar al respecto lo cual no debe repetirse, y de ser posible sancionarlo. Una experiencia amarga, que debe conllevar a un aprendizaje necesario en la vida, sin importar el subnivel de educación, ni la edad.

lunes, 17 de mayo de 2021

¿Una ética en lo virtual?

Posiblemente la edad influya en que los hechos se olviden – aunque no es un dogma -, sobre todo aquellos que tiene menor impacto en los sentimientos de una persona, por ejemplo: nombres de estudiantes, amigos del colegio o instituto, historias escuchadas en el seno familiar.

Si retrocedo décadas donde estudie para ser docente por una casualidad (no existiendo antecedentes en el árbol genealógico), tal vez por la curiosidad de trabajar desde una edad temprana (19), como una “salida u opción justificada”, ya que dos años antes había culminado el bachillerato, coincidiendo con la carencia en el país de profesores.

Cursos emergentes, título y a mi primer trabajo (estudiantes de enseñanza media, que en su mayoría tenían atraso escolar, entiéndase 20 a 25 años en tercer año, cuando lo adecuado eran entre ¿10 -14?, cuyo precedente no eran los más ideales: embarazadas, - aún no existía la “certificación” de madres solteras – varones recién salidos de prisión por delitos menores, etc.) que me permitió conocer un mundo real (el lado oscuro de la sociedad) pero además entender a los jóvenes y sus problemas.

Pasaron los años y con ello fui consolidando la ética, como componente intrínseco del comportamiento de alguien que se sitúa frente a un aula no solo para impartir contenidos, añadiendo a ello la transmisión de los mejores valores, que surgieron desde el núcleo familiar, siendo “moldeado” con premios, castigos, exigencia y otros.

No recuerdo que hayan existido reglamentos o normas de comportamiento de un docente – si asignaturas de la carrera como sociología, psicología en la carrera – de que se podía hacer o no, sin embargo, quedaba claro que algunas acciones resultaban lógicas y que no podían permitirse: el fraude ante la copia de exámenes, irrespetar y ser irrespetado.

Y me detengo en esto último a colación de más de un hecho reciente compartida por mis excompañeros/as de trabajo, donde me relatan el indebido comportamiento de estudiantes (no todos) cuando desarrollan sus clases bajo la modalidad remota o virtual, donde unos se desconectan, otros bromean, no prestando la atención necesaria y que genera bajos resultados académicos.

¿Cómo debe sentirse un(a) docente, cuándo esto sucede?, ¿acaso será la misma reacción cuando un padre de familia siente que su hijo(a) le desobedece?

Es cierto que las clases no presenciales han provocado en los estudiantes un sinnúmero de trastornos tales como: falta de apoyo del docente y de sus compañeros de clase o grupo de estudio, generando frustración ante la posible pérdida de la clase o asignatura, para lo cual no necesariamente han sido capacitados para “entender” esta modalidad remota o virtual por la institución, se da como un hecho que ya saben y no es cierto.

Existe acaso – analizado y discutido – un Manual sobre ética profesional en el cual se recopilen criterios de acción y conducta humana, que facilite la puesta en práctica en el quehacer de los docentes, ¿en base a las demandas de una sociedad que exige responsabilidad, credibilidad y compromiso de todos, actualizado para la educación en línea?

¿Fueron capacitados los profesores para desempeñarse como docentes en línea, de modo tal que se garantizase un eficiente servicio al estudiantado en cuanto a ayuda técnica y como apoyo de orientador pedagógico, en fomentar la interacción y colaboración entre sus estudiantes?, ¿Se les enseño a diseñar una carga lectiva y una evaluación adecuada, a mostrarse y ser flexible, accesible y ser empático?

Considero que es necesario reflexionar ante tantas interrogantes, porque la tecnología llegó para quedarse, amén de la pandemia o no.

lunes, 10 de mayo de 2021

¿Qué hacer, estamos a tiempo?

Considero que una de las mejores profesiones en el planeta que habitamos es ser docente, no porque lo sea, sino por las opiniones que solemos escuchar de agradecimientos fundamentalmente cuando nos encontramos a alguien al cual le dimos clases un tiempo atrás.  

No hace mucho casualmente me encontré a “alguien” cuyo rostro me resultaba familiar, pero que tras la mascarilla dificultaba ser identificada con más acierto; en la medida que me hacia recordar, nombres o apellidos de los integrantes de la clase, donde me resultaba imposible traerlos a colación, no respondía, ya que no quería mentir el no acordarme, pero cuando mencionaba escuela o instituto un poco que el “cerco se hacía más estrecho”, en qué año aproximadamente, etc. Otros fueron los elogios, pero apareció la pregunta clave: ¿y donde imparte clases? No, ya me jubilé, le respondí, siendo su respuesta: ¡Qué lástima!, con usted se aprendía no solamente de la asignatura, sino además de su exigencia, los consejos, etc. y continuó “… a mi me hubiese gustado que, a mis hijos y nietos, hubieran tenido a un profesor como usted”, ¡Hoy no abundan!

Le respondí, que le agradecía, pero que si seguía recordándome “tiempos mozos” se me iban a aguar los ojos. Posiblemente no pudo apreciar mi sonrisa “amurallada” por capas de tela para evitar algún posible contagio y me retiré. Ya a casa pensaba, “por lo visto hice un buen trabajo”

Esa noche me costó dormir; en la cabeza me rondaba aquella oración “…me hubiese gustado que a mis hijos y nietos…”, y reflexionaba: ¿por qué no poder continuar dando clases a estudiantes universitarios, a docentes – mediante capacitaciones -?, ¿o es que acaso la jubilación responde a la “crónica de una muerte anunciada”?

¿No visualizan las instituciones el potencial de tantas personas – y me excluyo, por educación – valiosas, expertas, profesionales, que por los años de experiencia resultaría un prestigio tener a los mismos presencial o virtualmente ante estudiantes de (pregrado o posgrado)?

Hay instituciones que invitan a estas personas a impartir conferencias magistrales, a clases regulares – bajo la condición de servicios profesionales -, asesorar, ¿pero y en los tiempos actuales, de confinamiento donde el riesgo es mayor para estas personas adultas, en cuanto a contagio? La respuesta es sencilla: ¡El momento ideal, para que ellos trabajen desde la casa!

¡Es un beneficio mutuo! “transmitir conocimientos, valores, vía internet con docentes de LUJO” y para el docente, continuar en lo que simplemente ama: educar”; Tal vez los tomadores de decisiones, no coincidan con lo antes expresado, que por supuesto respeto, pero no comparto.

¡Cuánta inteligencia se pierde! ¿Cuántos de mis excompañeros, han dejado de ser escuchados? (por razones muy disimiles), pero además con un don común: ser exigentes, exquisitos en su actuar, muy competentes en el manejo de la tecnología TIC (a pesar de los años), con avales en el campo de la pedagogía por diplomados y postgrados, títulos académicos de especializaciones, maestrías, doctorados; muy queridos por sus discípulos e inclusive reconocidos en un sinnúmero de ocasiones por su desempeño en cada período académico.

A raíz del COVID, hay ¿personas? que han considerado nefastamente, un momento oportuno, para deshacerse de las personas mayores – estableciendo un paralelismo, tal vez no el mejor –, pero por favor, reflexionen, (a los que les corresponde) y ¡rescaten a la experiencia, hecha docentes!

lunes, 3 de mayo de 2021

Calidad versus pandemia. Parte II y final.

En la edición anterior nos referimos a algunos consejos (tips) necesarios de lo que el docente – con políticas de apoyo bien definidas por la institución - podría modificar en su labor cotidiana y en particular a la estructura de la clase que debe cambiar, dejando atrás el formalismo de introducción – desarrollo – conclusiones.

Y concluimos haciendo alusión a que el rol del docente, debe cambiar. Comenzamos.

Hablar de rol ¿su definición? “Función que una persona desempeña en un lugar o en una situación”, que, en el caso del docente, es el aula, el laboratorio, donde el estudiante realiza su práctica, pero también desde su casa (en tiempos actuales, donde en el mejor de los casos desde la propia escuela la cual ha creado las condiciones para que el docente desde allí se comunique con sus estudiantes, pero desfavorablemente no es la mayoría)

En tiempos no de pandemia, ya lo conocemos todos como es el ACTUAR, y cuando menciono la palabra en mayúscula, no es clase donde solo el docente habla, expone y el chico anota y finalmente recibe las orientaciones de la tarea. NO.

No queda duda que las TIC (vinculadas a la Educación), llegaron mucho antes de la pandemia (1990) y que si bien los estudiantes “nos ganaron a los docentes” en el uso de las mismas (aunque no todos cuentan y contamos con los recursos idóneos), el “Talón de Aquiles” o reto era redireccionar los recursos tecnológicos para el uso de la escuela, porque su uso inicial era (jugar, jugar y comunicarse (o mal comunicarse)

Llegó el COVID y aceleró todo, reitero, ¡todo!; pandemia que se irá algún día, pero en el caso de las TIC, no. De aquí que cambie el rol del docente. No es posible obviar que si la Real Academia Española (RAE) se vio obligada a aceptar nombres tecnológicos como Webinar, chatear, etc.; los docentes tendrán que hablar “el mismo idioma”

Comunicarnos MÁS; compartir material de apoyo (videos, imágenes, gráficos, infografías, podcast, juegos, otros); aclaración de dudas; evaluar, etc.

Aunque diría que lo vital – aunque no le resto ninguna importancia a lo antes escrito – es el acompañamiento al estudiantado, entiéndase darle sistematicidad al desempeño del estudiante, su avance, su comprensión, el logro de los objetivos o competencias (amen del enfoque que haya asumido la institución) gradualmente; conducir al que se va quedando detrás, apoyándose en los que van mejor, para que ayuden o colaboren con el grupo en desventajas.

Haciendo énfasis en las competencias blandas o interpersonales, que, como herramientas, en correspondencias con las tecnológicas deberán ser atendidas de forma permanente. Este ha de ser el nuevo rol del docente – con o sin pandemia – lo cual será necesario, diría que una condición si usted como docente desea que sus estudiantes lo recuerden como MI EXCELENTE PROFESOR(A)

Antes de concluir, si bien definimos rol anteriormente, les comento que dicha palabra proviene del inglés role, que significa “papel de un actor”, y este a su vez viene del francés rôle. Luego estimado docente/profesor(a), ¡la función va a comenzar! Y sus estudiantes como público, los esperan con avidez de aprender (a aplicar) y en cada acto – clase, si su ACTUAR es de calidad, los aplausos se multiplicarán con mucho eco a través de las redes sociales.