lunes, 31 de enero de 2022

¿Cuánto tecleamos?

En el siglo pasado era común el empleo de mecanografía[1], sobre todo dirigido a las féminas, que tal vez en ese entonces resultaba un privilegio como condición básica para ubicarse tras un escritorio y porque no discriminatorio, donde este oficio podía ser su aspiración máxima, lejos de ocupar una responsabilidad gerencial o de dirección como hoy solemos apreciar.

Una habilidad o competencia del mecanógrafo o mecanógrafa vital era la rapidez para elaborar el texto sin mirar el teclado logrando hasta 300 palabras por minuto incluyendo tildes y sin faltas de ortografía, a lo que se sumaba la optimización del tiempo frente a la máquina, poder mirar al interlocutor mientras escribe, ganar en motricidad fina[2], escritura de textos más extenso con menos esfuerzo y la mejora de la lectura lineal.

Inclusive esta profesión, se incorporaba en algunas instituciones como parte del currículum, siendo su herramienta de trabajo la máquina de escribir donde con las yemas de los dedos se presionaba la tecla – dispositivo que permite activar alguna función – que si bien en su momento el producto final era elaborar un documento (carta, informe, reporte, etc.) como mismo evolucionó la máquina, inicialmente mecánica (pasando por eléctricas, híbridas – mecánicas/eléctricas) hasta llegar hoy en día a las computadoras u ordenadores, donde el teclado se ha visto ampliado incorporando un sinnúmero de funciones tales como: F1 a F12, que sirven como “atajos” para acceder más rápidamente a determinadas funciones que le asignan los distintos programas (sonido, compartir pantalla, iluminación, etc.)

Teclado que dejó de ser exclusivo de las máquinas de escribir, para multiplicarse a celulares, tabletas, siendo tanto el acceso a los mismos, que nos hemos convertido en mecanógrafos “disfuncionales”, lejos de mirar al interlocutor y peor aún “sumergirse” en el medio digital, sin ver, oír ni escuchar[3], a lo que se suma la posible afectación de lesiones en los tendones de los dedos pulgares, conocido como Síndrome del túnel Carpiano; el Síndrome de la vibración fantasma, el cual genera una sensación  de vibración imaginaria del celular; el Síndrome de la contractura del cuello (o Text neck) donde al inclinar la cabeza hacia adelante para mirar la pantalla se sobrecarga la columna vertebral, que acostumbra cargar 5 kilos, pero se sobre exige con esa postura hasta los 27 kilos o más, que de repetirse en exceso, puede ocasionar inflamación o atrofia de los nervios de la zona.

Qué decir del aumento de peso (obesidad), directamente relacionado con la falta de actividad física por el uso del recurso tecnológico. Otros desórdenes pueden ser el insomnio y desórdenes del sueño producto de la luz blanca y brillante que emite el dispositivo.

Estos factores de índole biológico y que nos afectan, debieran ser coherentes y a tener en cuenta por los docentes en cuanto al volumen de tareas, más allá de su propia presencia (para preparar la clase, impartirla, revisión de las evaluaciones en general, interlocución en la aclaración de dudas, entre otras), por las instituciones en cuanto a los horarios formales (presencial o virtual), en cuanto a la permanencia del estudiante constante frente a una pantalla, cámara y teclado.

No vendría mal que se revisara esta situación, buscando espacios reales de descanso visual y mental, a través de otras actividades formales que conlleven al no uso de los mismos: cenar en familia; no uso al conducir; establecer límites – que son programables – del tiempo ante la pantalla; evitar medios electrónicos en las habitaciones.

En fin, estamos ante una nueva batalla por lograr: el uso adecuado y pertinente en cuanto al tiempo de “tecleado”

[1] Proviene (del griego μηχανή mechané): mecánico, máquina, y γραφή (grafé): escritura, dibujo) es el proceso de introducir texto o caracteres alfanuméricos en un dispositivo por medio de un teclado como los que poseen las máquinas de escribir, los ordenadores y las calculadoras.

[2] Coordinación de músculos, huesos y nervios para producir movimientos pequeños y precisos

[3] El uso excesivo ocasiona problemas de conducta como: dejar de dormir para estar conectados al celular, descuidar las relaciones personales, cambios de ánimo cuando la conexión a Internet falla y tener la necesidad de conexión al comienzo y al final del día.

lunes, 24 de enero de 2022

Un instrumento ¿educativo?

Hablar de un calzado conocido como babucha, chinela, chancleta, chancla, zapatilla, pantufla, cuyo origen se remonta a la Segunda Guerra Mundial[1], cuando los americanos se enfrentaron a los japoneses, percatándose que las mujeres locales usaban un calzado similar a sandalias planas – llamadas “sori” -, que se anudaban con correas de fibras vegetales.

Trasladadas a modo de souvenir a los Estados Unidos, sufrieron su evolución, ya que como prenda esencialmente femenina en ese entonces la moda era muy recatada, no estando bien visto mostrar la piel.

Hoy en día no queda duda que resulta un calzado excesivamente cómodo – sin distinción de sexo - para estar en casa, para asistir al mar o playa, lago, piscina, en los períodos de verano e inclusive ir de compras y en general para citas informales.

Aprendido lo anterior, hago un alto para recordar otro uso y no necesariamente educativo cuando se utilizaba para al menos amenazar con “… ¡cómo te vueltas a portar mal en la escuela o reciba otra queja de tú profesora, te voy a dar un chancletazo!”, blandiendo la madre o el padre el objeto “intimidatorio”.

En las redes sueles encontrarte, donde hay quienes expresan que la Educación en el hogar, era mucho mejor que la actual, donde los niños y jóvenes respondían mejor a las amenazas (aunque había quien se excedía, hecho que no comparto a pesar de haber sido afectado alguna que otra vez, quedando las huellas indelebles – como recuerdo temporal – o alguna que otra modalidad de castigo: no salir, no ver tele, etc.

Por supuesto que no tenía conocimiento ninguno acerca de los derechos humanos, ni mis padres tampoco, pero de que cuasi, entiéndase “semejanza o parecido con lo denotado por ellos, aunque sin llegar a tener todas sus características” me educaba, la respuesta es Sí.

Obviamente este artículo no pretende promover una cultura a la violencia o apología al delito, para educar, pero sí en su momento constituyó (¿o sigue constituyendo?) un “instrumento educativo”

Pero el planeta evoluciona, los tiempos cambian y con relación al origen del calzado mencionado, lo que utilizábamos esencialmente para actividades donde el traslado resulte cómodo, pasa a ser algo cotidiano, cuando nos encontramos en teleclase o trabajando bajo la modalidad remota o virtual.

Más cuando nos sentamos (¿o “sembramos”?) a preparar las clases en una combinación cuaderno - computadora u ordenador, para posteriormente ser impartida dedicando en lo pre y los pos unas ¿12 – 14 horas diarias?, interrumpida por factores externos según las condiciones mínimas en el hogar con se cuenten, ya que ¡estás en casa!, donde el rol “mágico” de docente puede desaparecer en cuestiones de segundos.

De aquí la necesidad de laborar lo más cómodo posible donde del torso hacia arriba, camisa, blusa, saco; debajo pantalón o falda (Nota: Prever la posibilidad de levantarse) y tras bambalinas o realmente debajo del escritorio o mesa del comedor “disfrute” de un excelente calzado: babucha, chinela, chancleta, chancla, zapatilla, o pantufla.


[1] Segunda guerra mundial: Abarca el período 1939-1945; aunque el origen de las mismas se remonta a 2.500 antes de Cristo, cuando los habitantes de Mesopotamia las inventaron para evitar pasar calor y caminar mejor. Tenían la suela de madera y la tira era de papiro o esparto, y estaban reservadas solo para las clases altas y a los actos ceremoniales.

 

lunes, 17 de enero de 2022

Del otro lado, como inmigrante.

En el artículo anterior[1], analizamos el perfil de un emigrante – aquella persona que se traslada del lugar donde tiene establecido su hogar (pueblo, ciudad, país), para establecerse en otro -; mientras que el inmigrante, teniendo como prefijo in, nos revela “adentro o al interior”, luego inferimos que el inmigrante, es la persona que emigró, pero ya ubicado en su lugar de destino, para radicar en él.

Hoy analizaremos el perfil, ¿por cierto recuerdas esta definición? “Aquellas características y rasgos que son intrínsecos a un individuo y que sirven para diferenciarse de otras; se omiten las cualidades y características físicas, enfocándose en las características que no son visibles), del inmigrante.

¿Qué sucede cuando llegas allí, al destino final (o inclusive en países de tránsito), al lugar definitivo de tus sueños?

No podemos olvidar que el emigrante latinoamericano, arriba con un perfil un tanto “indefenso”, dada la generalidad de las circunstancias sociales (la edad, la escolaridad, el sexo, el estado civil, el ingreso y la ocupación de los mismos) y económicas, entre otras que suele poseer el país que los acoge.

¿Qué le ofrece el mercado? 
Los inmigrantes han de ser sustitutos de los trabajadores nativos cuando compiten por los mismos puestos de trabajo

o complementarios cuando incrementan la demanda de tareas productivas y habilidades de los trabajadores nativos; además tienden a laborar en sectores caracterizados por puestos que requieren bajos niveles de calificación (servicio, construcción, transporte, trabajo doméstico en domicilios privados), aunque el nuevo migrante tenga una formación académica mayor.

Algo interesante resulta que, al trabajar como mano de “obra barata” los migrantes “degradan” sus habilidades y aceptan trabajos rápidamente, aunque se encuentren sobrecalificados para el puesto. Situación que para los países receptores representa una pérdida de oportunidades, debido a que los inmigrantes están generando valor por debajo de su potencial, dadas sus capacidades.

Aunque esta desconexión entre las habilidades y las ocupaciones tiende a reducirse con el tiempo, a medida que los inmigrantes van accediendo a puestos de trabajo que se adecuen más con sus niveles de calificación.

En la Educación y en el caso particular de los menores, el impacto para los mismos puede ser fuerte – no tanto así para los padres o madres, cuya responsabilidad es la de trabajar, siendo su prioridad, en que los menores con el “cambio” continúen estudiando – dada las nuevas costumbres, en el plano cultural, en el lenguaje que aunque sea español, habrá de adaptarse a los modismos, nuevas relaciones; de existir un cambio de idioma, por ejemplo inglés, el problema de la comunicación a superar, será aún mayor.

Lo común es que se realicen por las instituciones educativas exámenes de ubicación y que por lo general suelen retrasar al estudiante algún que otro grado. Ello, forma parte de las decisiones de inmigrar, por doloroso que sea, aunque puedan obtenerse buenos y mejores frutos en años posteriores.

¿Dónde más impacta el hecho de ser inmigrante? En la salud, en el comercio, entre otros, los cuales abordaremos en nuevos artículos.


[1] “Desde la perspectiva de un emigrante”

lunes, 10 de enero de 2022

Algo más que asignaturas tradicionales.

Son muchos años de vida acumulados, y al menos recurriendo a los recuerdos de la enseñanza media, 7mo, 8vo grado… - en el colegio recibía clases como Ciencias naturales, Biología, Química, Física, Historia (de mi país), Español, Idioma (Inglés), de las cuales algunas continuaban en el bachillerato o media superior y finalmente ya en la Educación superior siempre en las asignaturas de primer año, identificadas como Básicas, se repetían algunas y otras no[1], en función del perfil de la carrera.

¿Cuántos años estuve recibiendo conocimientos acerca de la asignatura de Química? Unos 3 o 4 años de 9no a 12 grado y posteriormente en la Universidad tal vez otros tanto. ¿Acaso tantos años me convirtieron en un “Químico” por excelencia? No, claro está, ya que, como ciencia, la misma evoluciona, nuevos descubrimientos, y lo que ayer no era posible, hoy si lo es, pero si quedaron algunos aprendizajes valiosos como dedicarme a enseñar – educar, de aquí mi profesión y como parte de ser la Química una ciencia: la investigación.

Es cierto que algunas asignaturas, al menos su nombre – como parte de la malla curricular – han cambiado, por ejemplo: antes español, hoy Lenguaje y Comunicación, modificación que conlleva a tratar de acercar al “usuario” de lo que podría aprender, aunque no todo sea novedoso, ya que habrá que insistir – en el caso particular de esta asignatura - en el uso adecuado de la escritura, pronunciación, reglas ortográficas, etc.

Pero lo que sí puede y habrá de cambiar, será el enfoque: por objetivos, por logros o metas, por competencias, con elementos comunes en el campo de la pedagogía (corrientes, “modas”), pero que sigue persiguen el que los estudiantes APLIQUEN, pongan en práctica, apoyándose para ello en procedimientos , entiéndase “Conjunto de acciones ordenadas y orientadas a la consecución de una meta, mediante destrezas, técnicas y estrategias, que conlleven a UN SABER HACER”.

Hasta aquí diría, que lo antes expuesto, nos resulta familiar (a estudiantes, a docentes, a directores, a padres de familia) sin embargo se requiere un tanto más y tal vez me quede corto, cuando escribo un tanto, ante el cuestionamiento reiterativo (redes sociales, comparaciones de generaciones) de la pérdida total de valores, en los jóvenes y menos jóvenes, hoy en día.

Hay una problemática que es real, hoy sabemos un poco más de lo que sucede en el planeta, que no la teníamos antes (al menos hasta la década de los 80 del siglo XX) y que cambia con la aparición de la información con el apoyo de la tecnología informática.

Información amplia – y hasta veces confusa - donde al parecer predominan las notas rojas, los llamados “sucesos” y en letra pequeña, lo que denomino una educación en valores.

Décadas atrás existían asignaturas como Moral y Cívica, donde nos enseñaban los símbolos patrios, la historia del Himno nacional, entre otros, no obstante, quien se encargaba de que no mintiese, que estudiara, que había que hacer la tarea antes de acostarme, eran mis padres, cayendo la responsabilidad integra de la educación en los primeros años de vida, era la familia.

Hoy somos más habitantes en el planeta Tierra, hoy son más los estudiantes que asisten a la escuela, pero a pesar de ello, los problemas son otros y no necesariamente aún lo suficientemente permisibles y entendibles: La equidad de género; la homosexualidad, la educación vial, las drogas, el racismo, el respeto a las culturas y religiones.

¿Y cómo abordarlo? ¿Cómo una asignatura, como un eje transversal[2]? (que en ocasiones caen en terreno de nadie), interrogantes que conllevan a la necesidad de “abrir un espacio curricular o programas de estudio”, que estén lejos de un contenido dogmático, donde se aborden los mismos mediante estrategias, técnicas (conversatorios, charlas, sociodramas) donde el estudiante pueda reflexionar, opinar, discutir, expresar, aprender y respetar, conllevando a un cambio de entendimiento en su actitud, en su comportamiento y de aquellos que lo rodean.

Continuaremos.


[1] Debemos aclarar que de grado a grado o de año a año, se produce un “crecimiento en espiral” en las diferentes asignaturas que inclusive en muchos casos al menos en el campo de las Ciencias Naturales, unas y otras se apoyan entre sí “Como ustedes saben en Química aprendieron, … lo cual es aplicable en Biología”

[2] Eje transversal: Corresponden a temas recurrentes que emergen de la realidad social y que aparecen entretejidos en cada una de las áreas curriculares, convirtiéndose en fundamentos para la práctica pedagógica al integrar los campos del ser, saber, hacer y vivir juntos a través de los conceptos, procesos, valores, etc.

lunes, 3 de enero de 2022

¿Para qué sirve la raíz cuadrada?

Debo ser honesto, que la interrogante del artículo no es mía, sino tomada del parlamento – entiéndase intervención hablada y de cierta extensión de un actor o actriz – de un episodio de los tantos que suelo apreciar en los pequeños ratos de ocio, lo cual me llevó a la búsqueda de una respuesta.

Que si bien la raíz cuadrada, responde a una función matemática que nos permite encontrar un número que al multiplicarlo por sí mismo se obtiene el número original, lo que ha de llevarme a una mejor comprensión es LA APLICACIÓN, que tenga la misma y que pudiera resultar más atractivo e interesante (al menos motivador), para aquellos que no les gusta esta ciencia exacta y padecen de aritmofobia[1]

Si bien tradicionalmente (años, siglos) se “siembran” asignaturas en planes de estudio y currículos en los diferentes subsistemas de educación (media, bachillerato, enseñanza superior), unas como parte de una cultura general: la matemática, el español y en general aquellas que se agrupan bajo las ciencias sociales o naturales, como asignaturas básicas, bases de las asignaturas específicas (éstas últimas, fundamentalmente en el ámbito universitario), sugeriría como una NECESIDAD, el que las mismas partan de la utilidad en la vida cotidiana, inclusive como un elemento que puede ayudar a tempranamente a una orientación vocacional y para ello establezcamos un cierto paralelismo introductorio de dos clases con introducciones diferentes:

Introducción: Hoy abordaremos como asunto o tema principal: “La Raíz cuadrada”

Introducción: Hoy abordaremos como asunto o tema principal: “Cómo calcular, ¿cuántas baldosas tendrá por cada lado esta aula[2]?

Clase tradicional

 

Posiblemente en lo que llamo Clase tradicional, como respuesta e el estudiantado será esperar a que el docente, ponga la fecha, reiterará el asunto (en pizarra o mediante una presentación), que mientras esto sucede pudiera generar bostezos o una revisada a la entrada del último correo – y por qué no, ambos inclusive; mientras que en el “otro asunto”, conlleva a una interrogante o varias: ¿Y esto?, ¿Para qué me servirá saberlo? Por lo visto expectativas o comportamientos diferentes en el estudiante, que en el primer caso lo inducimos a no pensar, mientras que, en el segundo, al menos espera una respuesta.

 Más, si el docente amplia que el cálculo de la raíz cuadrada nos permite resolver:

      §  Raíz cuadrada → ecuaciones de segundo grado → funciones y gráficos

§  Raíz cuadrada → Teorema de Pitágoras → trigonometría

§  Raíz cuadrada → exponentes fraccionarios → funciones y gráficos

§  Raíz cuadrada → números irracionales → números reales

Que, si particularizamos en trigonometría, la misma es necesaria para carpinteros, ingenieros, arquitectos, trabajadores de la construcción, para quienes miden y marcan tierra, para artistas y diseñadores.

Hecho que si se destaca y amplia esta utilidad – el uso – la clase resultaría mucho más amena, inclusive ¿por qué no invitar a un arquitecto o ingeniero, sea presencial o virtual para que muestre como LO APLICA o en caso extremo un video?

Y previo a terminar les respondo la pregunta introductoria: ¿Cuántas baldosas tendrá por cada lado el aula? Para resolver este problema habrá que hallar un número que elevado al cuadrado sea 100. Es el 10 porque 10 x 10 = 100.

No queda duda, que estudiar matemática es como construir una pared de bloque o un edificio: se necesitan los bloques en la parte inferior para poder construir sobre ellos, pero si hay agujeros, no será posible construir.

[1] Personas que experimentan miedo a las matemáticas, evitando todo lo relacionado con el manejo de los números, incluso de solo pensar en ellos pueden llegar a sentir pánico y ansiedad.

[2] Este ejemplo que conlleva al cálculo de un área por lo que tendrá que apoyarse en resolver ecuaciones de segundo grado, la cual precisa del cálculo de raíces cuadradas. Pero es más y algo interesante: Esto ya lo sabían hacer los babilonios hace unos 4000 años, y hasta diseñaron un método algorítmico para extraer raíces, como se encuentra en las tablillas en las que escribían. Los egipcios lo hacían en sus papiros hace unos 3500 años, y también los matemáticos de la India hace unos 2500 años.