lunes, 31 de agosto de 2020

¡Más escalones!

Es innegable ocultar como el rol del docente ha venido cambiando en años, partiendo de una clase meramente informativa – cuidadito con interrumpirlo en su conferencia, nada de dudas, ni me quedé detrás en la toma de nota, ni pestañear se podía, donde todos sentados en el salón de conferencias “escuchábamos” unos doscientos estudiantes aproximadamente –, a una variación en la modalidad, donde el profesor principal “cedía a regañadientes” un cierto tiempo para la aclaración de dudas.

Años recientes surgieron nuevos enfoques, nuevas técnicas de enseñanza que permitieron una mayor participación individual y colectiva del estudiante, una mayor presencia en el accionar de la misma, ligado a un mayor compromiso de éste último que implica disciplina, responsabilidad, compromiso, dedicación, creatividad y…manejo de recursos tecnológicos.

En una clase (aula, laboratorio, visita de campo) el docente se dirige a los estudiantes informa, imparte contenidos, orienta, visualiza, controla el comportamiento de sus pupilos…hasta aquí todo bien…pero “obligado” ante una pandemia, incorpora a su desempeño el rol de actor/actriz ya que debe auto modificar su proceder ante una webcam y audífonos de una computadora u ordenador, donde me atrevería a plantear que en un inicio constituyó un gran reto, pero que vino siendo superado a través del ensayo – error.

A lo anterior se suman algunos elementos vitales para los cuales no necesariamente fueron capacitados: poner a prueba el mirar a la cámara y no a la pantalla; el sonido de su voz y escucha mediante auriculares esencialmente conectados al equipo y de ser posible que aíslen ruidos externos; una adecuada entrada de luz (solar o artificial) que no genere sombras desde el rostro hasta el torso. ¿Maquillaje? Colores neutros que evitan reflejos, que en el caso del sexo femenino lo común de cada día, en los hombres al menos evitar el rostro grasiento con el uso de toallas húmedas.

Tener en cuenta en su “nuevo set o estudio de filmación casero” un fondo – a su espalda – que no genere “distracción”, lo ideal, un fondo verde (sábana) que permite la superposición de imágenes, tales como biblioteca, paisajes; en el vestuario se recomienda la que utiliza en sus clases presenciales - al menos de la cintura hacia arriba -, pero priorizando colores neutros (azules, verdes suaves grises, y no grandes rayas, cuadros o rojos); debajo pantalón o falda no de tela gruesa dado su posición de sentado y en cuanto a zapatos deben ser lo más cómodos posibles (tenis, de sport, hasta chinelas)

No puede olvidar mantener el local a la temperatura que le sea lo más agradable posible, además de establecer ciertas normas que eviten interrupciones de otras personas que habiten en la casa, no vendría mal un cartel que exprese: ¡SILENCIO, ESTAMOS AL AIRE!

Hasta aquí pudiera mencionar que lo antes descrito es solamente un trabajo previo, “extra” en cuanto a recursos básicos que fueron necesario ante la virtualidad de la clase, acciones que perfectamente habrán de generar gastos en equipos tecnológicos (computadora y/o celular de gama media o alta, otros como tabletas donde estos últimos podrían requerir de trípodes), conexiones a Internet, la necesidad de una mayor velocidad en su terminal o equipo, protectores de corriente o estabilizadores.

No queda duda alguna que “nuevos escalones en recursos tecnológicos”, comprometen al docente en tiempos actuales (a corto, mediano y largo plazo); en cuanto a preparativos de recursos pedagógicos previo, hablaremos en otra ocasión.

lunes, 24 de agosto de 2020

Cargando las pilas

Es muy común que cualquier equipo eléctrico disponga de algún accesorio que le permita cargar la batería (o pila) por un mayor tiempo y que le facilite movilidad con el mismo: el mejor ejemplo y más común un celular.

Lo solemos cargar en la noche y en la mañana ¡listo!, con la posibilidad de poder disponer del recurso entre 24 y 72 horas hasta agotarse y repetir el ciclo.

“Cargar las pilas”, constituye una expresión que se usa con el sentido de recuperar las fuerzas, (formando parte del neologismo: palabra o expresión que se crea en una lengua por necesidad o moda), hecho que lo traslado a la acción de dormir la siesta.

Desde pequeño mi madre nos inculcó la necesidad de dormir un rato después de almorzar; acción que no entendía porque cuando también existían reglas de acostarnos a una hora determinada. En conjunto atribuiría a recordar que cerrábamos los ojos unas 8 – 9 horas diarias, con la salvedad el sábado y domingo de levantarnos un poco más tarde al no tener que asistir a clases.

En aquel entonces no existía tanta información - como hoy en día - de nutricionistas, pediatras, consejeros, por lo que podía considerarse una orientación de “¡arriba a acostarse!, sino no salen a jugar en la tarde”; posiblemente la clave de tomar la siesta se debía a que mi señora madre necesitaba descansar, cuando se levantaba antes para tener listo el baño, el desayuno, los uniformes; ya una vez que nos dejaban en la escuela, regresaba a cumplir con las funciones de ama de casa.

Han pasado muchos años y ella sigue tomando “religiosamente” su siesta, tal es así que los vecinos tienen conocimiento que en el horario de 1 – 3 p.m., ni recibe llamadas telefónicos, ni atiende a personas que lleguen a la casa.

Resulta algo complejo pensar – al menos en Latinoamérica – en edad laboral, dormir la siesta; he tenido compañeros que tras almorzar, se recuestan un tanto sobre el escritorio unos minutos, “cargan sus baterías” y de nuevo al trabajo; en Europa suele ser un común denominador descansar haciendo uso de la siesta, por ejemplo en Alemania el 22 % lo hacen al menos 3 veces a la semana, italianos un 16 %; por su parte los ingleses un 15 % y un poco por debajo españoles y portugueses, diría que en esta parte del planeta lo asumen como un deporte nacional.

Hay científicos que consideran que para subir al 100 % las baterías en una siesta bastan 26 minutos, a lo anterior sumo que dormir la siesta ocasionalmente reduce en un 12 % las causas de mortalidad coronaria, cuando se hace ocasional, pasando a un 37% cuando se sistematiza.

Un valor agregado en lo personal - en tiempos pandémicos - ha sido incorporar esta “disciplina”, y que tras un sobrecumplimiento del mínimo establecido me levanto descansado, inclusive mi sueño según registra el celular es mucho más profundo, tranquilo, que en la noche donde me despierto o duermo intranquilo.

Si en muchos años por exceso de trabajo (12 – 14 horas diarias), dormía unas 4 horas diarias, no viene mal, tratar de rescatar lo no dormido, olvidar un tanto las preocupaciones que siempre existen y al levantarme con la mente fresca buscar a la musa (Inspiración que siente y que estimula o favorece la creación o la composición de…) para compartir con ustedes, además de utilizarlo como antídoto para la noche hacerla más extensa. 

¡Se los sugiero!


lunes, 17 de agosto de 2020

Vacas sagradas.

La vaca, mamífero artiodáctilo de la familia de los bóvidos, domesticado desde hace unos diez mil años en el Oriente Medio; empleadas para el trabajo, la producción de carne y de leche, además de aprovecharse los cuernos, el cuero o los excrementos, como fertilizante o combustible. Por lo visto se utiliza todo.

La primera vez que escuche este término (nombre del artículo) – comenzando la vida laboral – el mismo se atribuía a personas que permanecían por mucho tiempo en una posición determinada, y que de haber cambios en la institución, éstas eran inamovibles.

Recientemente viendo un documental referente a emigrantes que viven en la India, observaba deambular vacas por las calles, las cuales se trasladaban como seres humanos e inclusive estos últimos no les interrumpían el paso. Recordé entonces que en ese país, estos mamíferos son sagrados.

¿A qué se debe tanto respeto? Para los hindúes, la vaca es venerada como fuente de alimento y símbolo de vida, y nunca debe ser sacrificada, inclusive cuando finaliza la vida productiva de estos animales, se opta por liberarlas.

Retornando a las personas inamovibles en este caso en las instituciones educativas trabajando en la universidad de la cual me gradué tuve el honor de ser compañero de trabajo, de mi profesor – considerado uno de los “sagrados” – pero, ¿a qué se le atribuía? No por gusto era el presidente de la delegación de estudiantes que asistían a eventos internacionales (Olimpiadas), donde asistían docentes, investigadores "pesos pesados” de su especialidad; era profesor en la preparación de estos equipos inclusive; profesor titular de mérito, sus libros eran utilizados en todas las escuelas superiores pedagógicas del país.

Ya con avanzada edad su rol era capacitar exclusivamente a los colectivos de profesores, solo para eso, por cierto más que suficiente: no se me olvidará que pasaba frente a su casa – dirigiéndome a la universidad y que teniendo clases muy temprano ¿6 a.m.?, las luces de su oficina estaban encendidas y podías apreciar con su ventana entreabierta su silueta, en posición de lectura, lo que reflejaba su constante preocupación por el estudio, la actualización permanente, de aquí la extensión de su vida productiva y rechazo a ser liberado, mientras tuviese vida.

Pasó el tiempo y me correspondió rodearme de docentes y trabajadores ¡sagrados! Y, ¿por qué este adjetivo? La definición de sagrado(a) nos expresa “Que merece un respeto excepcional y no puede ser ofendido”, que como pueden apreciar el mismo no incluye el término edad. ¿10 o más años trabajando juntos? 

Tiempo que te da una medida de conocer como son las personas como seres humanos y en particular en el plano laboral: responsables, disciplinadas, muy profesionales en su campo, y más allá cuando se trabaja con estudiantes en el cual se suman otros valores como tolerancia, exigencia, preocupación (inclusive más que le podríamos dar a nuestros hijos), consejeros, receptivos, preocupados por su constante superación, contar con su apoyo en cualquier momento, extender su horario de trabajo por una necesidad excepcional e inclusive aprender de ellos con sus sugerencias y observaciones.

Por muchos factores, unos ligados a su edad y en función de la pandemia como medida preventiva, otros por motivos que desconozco, recientemente un grupo considerable de excelentes y diría que personas sagradas no continuaron laborando a pesar de su alta experiencia, diría que ganada por el esfuerzo cotidiano de cada día (incluyendo fines de semanas); ¿cambios? Ya no tendrán unos que preparar clases, otros no levantarse temprano, en aras de dar respuesta a la tarea que quedó pendiente. 

Sin embargo no todo es decepción, lo que no hicieron antes con relación a la atención a su familia, a su salud personal, necesaria de desintoxicar por el estrés de años acumulados, será el momento oportuno al menos temporal, de descansar, de realizar otras actividades junto a la familia – acompañar a sus hijos, nietos, bisnietos a la escuela, conocer a sus profesores - que estuvo desatendiendo durante mucho tiempo, mucho.

No obstante si bien se cerraron puertas, se abrirán otras, aparecerán nuevas oportunidades sobre todo cuando se cuenta con el aval de personas que se ganaron el sello de sagrados. No me queda duda que ellos ganaron, otros perdieron.

 

 

 


lunes, 10 de agosto de 2020

Una versión moderna…”Los cuatro…”

Los puntos suspensivos (…) representados por tres puntos alineados horizontalmente al nivel de la línea base de escritura son llamados así porque su uso es dejar en suspenso – entiéndase aquello que mantiene la expectativa sobre una resolución o el estado de tensión en una determinada situación – que en el ámbito del arte, busca la expectación impaciente del espectador o lector por el desarrollo de una acción.

Leído lo anterior surge la interrogante ¿Los cuatro qué? ¿Jinetes del apocalipsis?, ¿los cuatro fantásticos?

¿Son ellos o somos ellos, la representación del caballo negro (el hambre); el caballo rojo (la guerra); el caballo bayo (la muerte) y el caballo blanco (la esperanza)? La respuesta es un no relativo, lo cual aclararemos más adelante.

¿Y en el caso de los cuatro fantásticos? Llamado así a un equipo ficticio de superhéroes presentes en pasquines o comic, películas, series televisivas cuyas características fundamentales eran la existencia de poderes mágicos, tales como: poder estirar su cuerpo en longitudes y formas increíbles; hacerse invisible y proyectar poderosos campos de fuerza; generar llamas, rodearse de ellas, y volar y finalmente poseer fuerza y resistencia sobrehumana.

¿Son ellos o somos ellos? La respuesta una vez más es un no relativo, lo pasamos a aclarar en este momento, partiendo que lo común es nuestra edad – con muchos años de experiencia, muchos – e impartimos docencia.

¿Por qué la relatividad del no? Me atrevería a asegurar que combinamos características de cada uno de los jinetes o fantásticos; ¿hambre? De capacitarnos, superarnos; ¿guerra? Cuando nos corresponde batallar contra los estudiantes, para que cumplan con sus deberes más allá del aprendizaje de las disciplinas que imparte cada cual (dos en el campo de las ciencias puras: matemática, uno en el campo de las ciencias sociales y el cuarto en el áreas de las ciencias naturales); ¿muerte? La de los jóvenes que por no estudiar, aprender, aplicar, asistir a clase, sencillamente “fallecen”, es decir quedan aplazados y repiten la asignatura.

Profesionales exitosos
¿Y en el caso de la esperanza? Los cuatro, cabalgamos en este corcel blanco, en cada clase formando a jóvenes (hoy en día profesionales muchos de ellos en los diferentes ámbitos laborales: docencia, medicina, intelectuales, abogados, empresarios, etc.) que al encontrárnoslo en la calle, en las redes sociales, en la institución misma previos a graduarse, siendo nuestra esperanza que sean buenos ciudadanos.

¿Y de fantásticos, tenemos algo de poderes mágicos? No estiramos nuestro cuerpo, pero si nuestras mentes cuando aplicamos las mejores estrategias de aprendizajes y uso de las herramientas TIC; sí, cuando atendemos a cada estudiante – uno por uno – con mucha paciencia; sí, cuando nos hacemos “invisibles” velando porque los estudiantes logren demostrar lo aprendido; sí, cuando “ardemos” al escuchar justificaciones injustificadas de nuestros pupilos; y ¿poseer fuerza y resistencia sobrehumana? Sí, y diría que de sobra, cuando son más de 40 años, casi 50, insistiendo, luchando, formando bajo los principios morales y éticos a varias generaciones.

¿Por qué asevero que mis tres compañeros, son excelentes “jinetes-fantásticos”? Muchas veces me correspondió acompañarlos en clase, evaluarlos íntegramente siendo su desempeño de MEJOR DOCENTE en un período académico del área de estudios generales a nivel institucional.

¡Gracias muchachos! Somos un buen equipo.

lunes, 3 de agosto de 2020

De vencer la mediocridad.


En el latín es donde se encuentra el origen etimológico de la palabra director. En concreto, procede de la suma de tres componentes de dicha lengua: el prefijo “di-“, que es equivalente a “divergencia”; el verbo “regere”, que es sinónimo de “regir”, y el sufijo “-tor”, que puede utilizarse como “agente”.

El término director, corresponde a un adjetivo que hace referencia a aquel que dirige. El verbo dirigir, por su parte, está vinculado a la acción de llevar algo hacia un término o lugar señalado; guiar a través de señas o indicaciones; encaminar la intención y las operaciones a un determinado fin; dar reglas para el manejo de una empresa; orientar; o marcar una determinada orientación según la naturaleza de lo que le corresponde dirigir así como a quienes intervienen en la misma.

Muchos son los aspectos que debe cumplir un director, para que su resultado sea el esperado, por ejemplo:
Lista de chequeo
  • Capacidad de análisis, lo que le permitirá detectar las fortalezas y debilidades del centro, incluyendo a toda la comunidad, factores sociales y culturales que la definen.
  • Previsorio, (término que abarca previsión, prudencia y sensatez) siendo capaz de ver más allá y prever problemas y oportunidades.
  • Liderazgo democrático. Ejercer una influencia que ayude a incentivar el trabajo de todos por un objetivo común; Inspirar a los componentes del equipo, contando con el respeto y el apoyo del grupo. No debe imponerse, sino apoyarse en el debate y el intercambio de opiniones del equipo para la toma de decisiones.
  • Un buen comunicador. No es suficiente tener buenas ideas y contar con una planificación adecuada. Es necesario transmitirlas, presentar el planteamiento de tal manera que involucre, motive y convenza al grupo.
  • Receptor y empático. Saber escuchar a su equipo, comprender lo que le preocupa y reaccionar ante las dificultades que le puedan surgir a lo largo del proceso innovador.
  • Ser flexible. Permitir cierta flexibilidad para adaptar planes erróneos o demasiado ambiciosos, reconducir problemas y asumir reveses inesperados.
  • Reflexión y capacidad crítica. Examina el camino realizado siendo consciente de los errores, admitiendo ser criticado y a la vez autocrítico.
  • Autoridad. Poseer prestigio y crédito en razón de su legitimidad, calidad o competencia en el ámbito en que se desenvuelve.
Lo idóneo sería para un director o directora, tomar estos puntos y a través de un check list o lista de chequeo visualizarse a sí mismo (autoevaluación) si dispone de las mismas, obviamente para superar las deficiencias (de ser autocrítico), complementadas por las opiniones de los subordinados y superiores (heteroevaluación), proceso que deberá ser sistemático.

Que de no lograrse el resultado sería catastrófico hasta alcanzar la mediocridad (de escasa calidad o mérito) para la empresa a mediano y largo plazo, más cuando los productos son personas.