Introducción: en varios artículos de diferentes fuentes
periodísticas internacionales, sobre el uso de los celulares y las edades de
los usuarios encontramos lo siguiente: a los 11 años, más de la mitad de los
niños suelen tener su propio teléfono inteligente; a los 12 años, más de dos
tercios lo tienen, y a los 14, los adolescentes tienen la misma probabilidad
que los adultos de poseer este recurso tecnológico. Por otra parte se plantea casi
el 72% de los niños de 8 años han hecho uso de un celular.
En el caso particular del uso de computadoras, ordenadores o
laptop, expertos mencionan que ya a partir de los 2 o 3 años, hacen uso de la
misma.
Primer acto: Se levanta el telón y vemos la presencia de un
niño de unos 4 años (su profesora previamente impartió una clase en vivo de
unos 30 minutos, donde intercambia con los niños y niñas), sentado y sobre la
mesa se observan cómo especie de cartillas, con juegos donde escribe la letra
con la cual inicia la figura (animales, vegetales, etc.); otra tarea
en esta ocasión de matemática donde el pequeñito cuenta ¿frutas, pelotas?
En las tardes ya que la mamá y el papá trabajan regresando en ocasiones ambos entrada la noche, la abuela lo refuerza en las tareas (también de educación física y culturales) inclusive los fines de semana.
En las tardes ya que la mamá y el papá trabajan regresando en ocasiones ambos entrada la noche, la abuela lo refuerza en las tareas (también de educación física y culturales) inclusive los fines de semana.
Segundo acto: Se levanta el telón y se observa a una madre,
que recibe a través del celular de su hija (10 años, tercer grado) un correo – a través de
una de las tantas plataformas – contenidos, tareas y orientaciones del colegio,
la señora (mamá soltera) con experiencia en informática, amplia la información
en la televisión y se sienta con la menor apoyándola en la solución de la
información virtual recibida.
Tercer acto: Se levanta el telón y se observa a un joven ¿14-18 años?, visualizando su celular, pasa su mano por la cabeza en señal de preocupación,
brazos que se levantan como una evidencia de posible agobio. Mira el reloj de
la pared, gira su rostro en señal de negación, boca cerrada y dientes
fuertemente apretados, ojos y cejas ligeramente inclinados para expresar además
enfado.
Coloca el celular sobre la mesa, no de buena gana; lo toma
una vez más y al parecer, busca otra opción, “abandonando” la clase, desliza su
dedo a través de la pantalla buscando nuevas opciones, su rostro cambia, sonríe
maliciosamente, contesta un correo y retorna “al aula de clase”, hace 3 minutos
la clase ya había concluido. Si había un texto de la docente, reclamándole por
qué se había desconectado de la clase antes de tiempo, además de no haber
participado en la misma.
Entra a la escena, en ese momento su mamá, ella le pregunta “Hijo,
¿qué tal te fue hoy en las clases?; como respuesta “…bien…”. Fin del acto.
Usted estimado lector, padre o madre, tutor, si desea
ponerle nombre a la obra, pensaría en varios títulos posiblemente, pero en
estos tiempos - de pandemia – no queda
duda alguna que a los niños, jóvenes estudiantes hay que atenderlos más, preocuparse
mucho más. El rol de la familia, se incrementa significativamente en lo que es
la Educación, por cierto los invito a que sean actores y actrices principales de esta puesta en escena.