lunes, 29 de agosto de 2022

¿Un confesionario digital?

En la preparación de una clase – abordando el tema VALORES – analizaba más allá del tiempo de permanencia de los niños/as (¿niños/as?), jóvenes y adultos, frente a una pantalla de un medio electrónico (celular, iPad, computadora u ordenador), las edades de los usuarios, el cual varía lógicamente entre las edades, con mayor énfasis en el rango entre 10 – 18 años, el uso de dichos recursos.

Y para muestra un botón[1]: Common Sense Media, una organización sin fines de lucro informó que, a la edad de 11 años[2], más de la mitad de los niños en Estados Unidos tenían su propio teléfono inteligente; a los 12 años, más de dos tercios lo tienen, y a los 14, los adolescentes poseían la misma probabilidad que los adultos de tener un teléfono inteligente, cuya función principal es el juego y la comunicación.

Comunicación que en muchas ocasiones suelen ser algo banales, - pero que en su momento también fuimos partícipes, aunque sin tecnologías, por ejemplo: carticas anómicas a la novia que nunca se interesó por uno; jugar a la pelota con pelotas de trapo, siendo el bate un pedazo de palo; montar en chivichana (plataforma de madera montada sobre cuatro ruedas y con el eje delantero móvil, deslizándose loma abajo) - con sus amigos, compartiendo fotos, etc.

No queda duda que a partir de la pandemia (COVID-19) en el año 2020, el uso de la tecnología resultó un catalizador como vía de respuesta rápida para que las clases pasasen a la modalidad remota, no presencial (físicamente), que tal vez por la búsqueda de una solución que generara la no suspensión de clases – aunque sí hubo paralizaciones de clases, de no asistir a la escuela -, fue una opción, aunque no necesariamente la mejor, afectándose la calidad.

Hecho que recayó una vez más en los hombros de ese gran ejercito pacífico de docentes, profesores/as, los cuales se “lanzaron una vez más al ruedo” con lo que pudieron – unos sin los recursos necesarios en su momento, capacitaciones, materiales -, que buscaban adaptarse a la “virtualidad”.

Una de las indefensiones no solo para el profesorado, donde incluyo a los padres, madres, tutores, han sido el empleo de juegos – que llegaron primero, mucho primero, que las clases en línea (online) - que pululan hoy en día en las redes sociales, y que apuntan a fundamentalmente a “ganarle al enemigo”, donde para colmo por cada acción de logros en la batalla, ganas premios siendo reconocido y pasando a un nivel de mucha más complejidad, algo así como un RAMBO[3], con todas sus sagas.

Juegos que me conducen a un sinnúmero de cuestionamientos, relacionado a la transmisión de valores: ¿Violencia o paz?; ¿trabajo en equipo o individualismo?; ¿Enemistad o amistad?; ¿Odio o amor?; ¿…?

Hoy son muchas las aplicaciones (app[4]) descargables en los recursos tecnológicos que suelen dar respuestas a que la vida resulte un poco más “cómoda”, facilitando acciones, como: ¿está congestionado el tráfico para ir a mi trabajo hoy, qué rutas me recomiendas tomar?; ¿Por favor, apagas la luz de la sala? Que, por supuesto no viene mal, para la persona que disponen de los recursos (que obviamente no son todos), pero… si bien nos acomodan permitiéndonos dar “ordenes” sentados, ello ¿nos ayuda a que nuestros discípulos sean lo suficientemente responsables, colaboren en el hogar, cuiden los bienes materiales, trabajen en equipo?

Aislarse, individualizarse con el empleo de la tecnología convirtiéndola en un “confesionario digital”, no nos ayuda para poder controlar a nuestros hijos de lo que hacen, con quién se relacionan – lo cual no constituye un pecado capital[5] -, siendo realmente un compromiso moral y ético que han de poseer los padres, que en la medida que exista una adecuada comunicación, transparencia, confianza, honestidad y otros formaremos mejores personas.

[2] Algunos niños comienzan mucho más jóvenes. ¡Casi el 20% de los niños de 8 años tienen su propio teléfono inteligente!

[3] Personaje creado por el cine norteamericano protagonizadas por Sylvester Stallone, cuyo rol era el de un veterano de la guerra de Vietnam. La saga comprendió 5 películas.

[4] El término app es una abreviatura de la voz inglesa application y tiende a utilizarse para referirse a una aplicación informática para dispositivos móviles y tabletas.

[5] También conocidos como los pecados cardinales o vicios capitales, es una agrupación y categorización de las faltas humanas que, además de ser contrarias a las enseñanzas.

lunes, 22 de agosto de 2022

¿Una extorsión digital – académica del siglo XXI?

Comienzo mi artículo, cuyo título pudiera resultar alarmante - como cualquier medio digital o impreso, redes sociales – ¿con el propósito de llamar la atención? Aquí tengo dudas realmente, a diferencia que en mi caso trataré de darle un sentido educativo, y que no sea inculcar el miedo o temor a la sociedad, al contrario (creo)

Utilizaré para ello la frase siguiente[1]: “Yo no diría que lo resolví de manera brillante, lo único que hice fue seguir un razonamiento analizando todas las pistas. Observar y razonar son dos constantes en mi vida que no puedo dejar, querido Watson”

Obviamente no pretendo ser un detective, pero pensándolo bien, ¿tendremos los(as) docentes algún gen detectivesco, ante las conductas inadecuadas en modo sospecha de nuestros estudiantes?, pero para evitar desviarme, voy con la anécdota (25 % de ficción – 75 % de experiencia real)

Observa – el docente - el celular con un mensaje vía WhatsApp de un no contacto:

·         “Buenas tardes profesor, me llamo … “

·         “Me recomendó …”, “para que le consultara para ver si usted me podría resolver 3 ejercicios de la asignatura…”

·         “Los necesito para hoy en la noche, ¿me puede decir el costo?”

·         “Yo, le transferiría el monto vía banco…”

¡Realmente no podría creerlo!, pero voy … al razonamiento de las pistas. Una persona que me escribe a partir de una recomendación – este último deberá ser estudiante mío, posiblemente; - sabe que imparto esa asignatura, donde tiene dudas -. Esto es lo que observo, ¿y qué razono?

1.        No conoce los valores del docente, se arriesga.

2.       Si lo solicita, no es la primera vez que lo hace.

3.       Otros docentes probablemente han cedido.

4.       Considera que el dinero lo puede todo.

5.       ¿Sabrán sus padres o tutores lo que hace?

6.      ¿Se dará cuenta el profesor que recibe las tareas, del plagio?

7.       ¿Sabrá el estudiante que le brindó el contacto, para qué era?

8.      

Para las personas que me acompañan en este momento si ejercen docencia, no dudo que tengan anécdotas o experiencias peores -; si son padres no queda duda que están ajenos al comportamiento de su hijo(a); la institución debería analizar este tipo de problemática, la que pudiera extenderse, y no solo me refiero a lo particular del hecho en sí, sino a una red posible “oscura” que funciona y daña no solo la imagen del centro a través de su credibilidad de algunos(as) de sus estudiantes, además de algunos(as) de sus docentes.

¿Realmente este ejemplo, lo abordan los docentes, para tratar de contrarrestar estos antivalores?, ¿Lo “atacan” las instituciones, a pesar de ser una necesidad actual, bajo la modalidad TIC? (a pesar de que el fraude ha sido siempre una actividad latente, desgraciadamente), por ejemplo, reunir a los estudiantes por sesiones, turnos (u otras vías) y conversar de ello.

Y, ¿por cierto cuál fue la respuesta del docente? “Lo siento, no puedo ayudarle” ¡Bendiciones!

Nota: se me olvidó una pista que observé: en un segundo mensaje, había borrado el (la) estudiante todos los mensajes, ¿razonamiento?, ¿se dio cuenta de su error?; otra pista: allí, ¡estaba su teléfono!


[1] Frase de Sherlock Holmes - detective privado de ficción creado en 1887 por el escritor británico Arthur Conan Doyle, XIX) – que le dice a su ayudante Watson. 

lunes, 15 de agosto de 2022

¿Sabes qué?, me identifico contigo.

No dudo que conocer de una persona cercana – amigo, familiar, vecino, compañero de labor –, o conocido con la cual has compartido en algún momento de tu vida, una relación de hermandad, laboral, amistad, inclusive cuando han sido amigos de amigos, que en alguna ocasión compartieron saludos en una fiesta, discoteca, en una salida al mar, al cine y de pronto llega a ti la noticia de que falleció por una enfermedad, la cual impera (y otras) y no tiene distinción ni de edad, ni de clase social, o por alguna otra razón (accidente, etc.), te "mueve el piso"

Inclusive cuando ves en las redes, medios digitales, de actores, actrices, deportistas, artistas, cantantes, músicos, que en su momento pudiste apreciar en vivo, el cine, en la televisión, a través de la radio, en una plataforma digital, los cuales, en muchas ocasiones con sus actuaciones, desempeño cada uno en su medio, te hicieron sentirte orgulloso, llorar, sonreír, aplaudir, – a pesar de no conocerlos, ni ellos a ti – con los cuales te identificabas, porque respiraban por sus poros, lo mismo que tu sientes: idiosincrasia, el modismo a la hora de hablar que te identifica con solo abrir la boca, o con un gesto, con un “pasillito o contoneo de tu cuerpo” a la hora de bailar.

Todo lo antes descrito – que es real – para el ser humano en cualquier rincón del planeta, donde sientes en tu propio cuerpo las sensaciones que otro está sintiendo, no es más que empatía.

Valor que no es estático en el tiempo, pues requiere la observación de algo que le ocurre a alguien, y luego la identificación con esos sentimientos que has observado, por ejemplo: cuando te entristeces porque ves a alguien llorar, socorrer a alguien que se ha lastimado.

Hay quienes consideran que esta cualidad – que, al tocar sentimientos, te hace sensible, hiere susceptibilidades – se considera un fenómeno subjetivo o personal, pues precisamente los sentimientos tienen la característica de ser completamente individuales, y percibir los de otros siempre será bajo una mirada personal.

A pesar de que no se nace con empatía, sino que se va desarrollando – unos más, otros menos - en la medida que enfrenta las circunstancias, tropiezos, se cometen errores y de ahí el posible aprendizaje que va calando de forma gradual o sorpresiva ante un hecho que te golpea como puede ser el fallecimiento de un ser querido, amiga, ex compañero de trabajo, etc. y que se vuelca en tu interior, manifestándose de formas tan disimiles y no esperadas como respuesta del sistema nervioso.

El docente, el profesor, el maestro presenta ante sí un caldo de cultivo (entiéndase, “Factor o ambiente propicios para el desarrollo de una cosa generalmente perjudicial”) en potencia, en su aula de clase, laboratorio, tras la pantalla de su computadora personal, tableta (u otro recurso tecnológico) cuyos estudiantes, provienen de hogares cuyos entornos difieren significativamente, familias disfuncionales, padres divorciados, domicilios cuyos habitantes no los apoyan lo suficiente, ni en la academia – al no tener escolaridad para ello – y sentimentalmente en pocas ocasiones, aunque éste último no será nunca justificable.

¿Qué hacer?, ¿cruzarse de brazos?, esta situación tan frecuente, conlleva a que el docente deje a un lado lo que le corresponda impartir en cuanto a contenido de la asignatura – debiendo ser apoyado por la institución, inclusive diría que programado y capacitado[1] –, estando en lo correcto  para abordar esta problemática como una actividad grupal o de ser individual en un momento extra curricular, pero más que necesario, y abordar porque nunca se sabe cuando podría ser tarde.

¿No sería oportuno en el grupo de clases, que en muchos casos se comunican vía WhatsApp, “subir” o compartir una nota de condolencia?; cuándo un estudiante comunica que no puede asistir, ni participar presencialmente a clases en modo virtual por tener un familiar grave y la docente previo consenso con el joven afectado, solicita al grupo que apoyen a su compañero por diferentes vías. Saben qué, eso cala, genera empatía.

Para concluir y a modo de reflexión, les dejo las interrogantes siguientes:

  • ¿Alguna vez has sentido empatía por alguien que no es como tú?
  • Crees que si las personas se identificasen con otras personas, podrían entenderla mejor?
  • Cuando alguien no opina como tú, ¿estas dispuesto a escuchar su punto de vista?
  • Crees que las relaciones entre las personas sería mejor si todos se pusieran en lugar de los demás?


[1] Hay instituciones que cuenta con departamentos de asesoría para atender estos casos, antes llamados escuelas de padre, por ejemplo, pero que muchos han dejado de funcionar por la pandemia.

lunes, 8 de agosto de 2022

Presencial sin considerar lo ¿virtual?

¿Sabes que es una ley? Tal vez esta interrogante resulta sencilla para las personas donde en su desempeño laboral constituye una herramienta cotidiana; para los jóvenes estudiantes en sus asignaturas de formación general estudian asignaturas como la Química, Biología, Física, entre otras que abarcan un sinnúmero amplio de leyes, por ejemplo, las de Newton[1] con sus tres leyes: inercia; interacción y fuerza y acción y reacción que siguen vigentes, muy aplicables en la vida cotidiana[2].

Sin embargo, las leyes – Regla o norma establecida por una autoridad superior… -, suelen cambiar, modificarse debido a muchos factores: nuevos descubrimientos científicos que “echan por tierra otras”, por ejemplo – aunque no necesariamente ley y sí un mito – el terraplanismo medieval (traduciendo y simplificando un poco: que la Tierra era plana, sostenido en la época medieval o Edad Media[3]) y contradicho por Aristóteles, Ptolomeo y Tomás Aquino, entre otros.

En el caso de las leyes sociales, con mayor impacto en los seres humanos, medio ambiente, derechos humanos, etc., las cuales suelen modificarse de forma periódica por diversas causas, motivos.

Pero y en el caso de la tecnología, el uso de la misma, ¿no ha de ser un motivo necesario para el cambio o al menos revisión de los reglamentos y normas? La respuesta ha de ser afirmativa y les cito varios ejemplos: la pandemia (COVID -19) generó en varios países un respaldo legal para que las personas trabajasen desde la casa, tal vez un tanto apresuradas de aquí algunas incongruencias como el incremento del costo de la electricidad por la conexión de equipos e inclusive la compra de los mismos, conexión a internet, asumida por el trabajador en algunos casos.

¿Y en el caso de las instituciones educativas? Recuerdo que hubo una respuesta – diría que necesaria - prácticamente generalizada de mantener el horario presencial, ídem en el remoto; se recurrieron para la impartición de clases, a medios televisivos, radiales, empleo de plataformas digitales, redes. ¿Consecuencias? ¡Las clases no se detuvieron![4] Lo cual no excluye por la decisión tomada y dar una respuesta lo antes posible, que se hayan tenido todas las condiciones necesarias para ser impartidas: se fueron dando respuestas sobre la marcha.

Y tal vez algo que pudo haber quedado un tanto rezagado, fueron los aspectos legales en lo referente al reglamento disciplinario escolar o institucional incorporando el factor remoto.

Por ejemplo, el estudiante cuando:

·         Se ausenta de la clase (considerando el desconectarse bajo la modalidad remota)

·         Se conecta, pero ni abre la cámara, ni el micrófono cuando el docente lo solicita.

·         Las excepciones – referente al porcentaje de asistencia mínimo ante la eventualidad de que el estudiante presente el COVID-19, comprobado -.

·         El fraude (en todas sus variantes) apoyándose en recursos tecnológicos (siendo explícito en las faltas bajo esta modalidad)

·         La asistencia a actividades como son las prácticas profesionales u extracurriculares, donde las condiciones pueden verse afectadas cumpliendo los requisitos básicos de cuidado orientados por los ministerios o secretarías de educación y de salud.

En lo que compete a la clase, como unidad de enseñanza, puede declararse su impartición bajo las modalidades presenciales, semipresenciales o virtuales, sin embargo, podría no ser consecuente que su impartición o desarrollo sea semejante a una presencial o semipresencial o remoto, por lo que se requeriría una adecuación al respecto. Por ejemplo: crédito académico presencial ¿o virtual?

Realmente han de ser muchos los cambios entre una modalidad y otra, basta analizar que los estudiantes son los mismos, sin embargo, su conducta no necesariamente, cuando tiene o no al docente delante.

Tal vez valdría la pena una revisión de los documentos que normen a las instituciones educativas, aunque no escapan las empresas, instituciones en general cualquiera fuese su naturaleza.

¿Posibles soluciones? Derogaciones, modificaciones, disposiciones transitorias.


[1] Isaac Newton: (1642 – 1727) físico, teólogo, inventor, alquimista y matemático inglés.

[2] En la llamada mecánica clásica.

[3] Ya en el siglo IV a.C. se rechazaba la idea de una Tierra plana basándose en pruebas empíricas, como el hecho de que el firmamento cambiase y apareciesen nuevas estrellas a medida que el hombre se desplazaba sobre su superficie.

[4] La respuesta fue muy heterogénea; hubo países donde hubo suspensión de clases presenciales, y remotas cuya diferencia la determinaba esencialmente la brecha tecnológica – social.

lunes, 1 de agosto de 2022

¿Confías en mí?

La interrogante del presente artículo, nos provoca inmediatamente una duda – entiéndase “Vacilación o falta de determinación ante varias posibilidades de elección sobre creencias, noticias o hechos”

Que tal vez para los adultos, (de darle rienda suelta a la imaginación) lo asociamos inmediatamente a la infidelidad (anti valor de la fidelidad) de la pareja, ¿engaño?, pero realmente no se enmarca solo para abordar la posibilidad de una no relación adecuada, producto de la falta de comunicación (que prioritariamente podría ser el meollo), sino que la fidelidad como valor, es mucho más.

Veámoslo en su definición: “La fidelidad es una actitud de alguien que es fiel, constante y comprometido con respecto a los sentimientos, ideas u obligaciones que asume”

Es una característica de quien es leal, en quien se puede confiar y creer, porque es honesto y respetable. En su nivel más abstracto implica una conexión verdadera con una fuente o fuentes; Tener fidelidad es una expresión usada para nombrar al o a lo que tiene constancia, por ejemplo: La fidelidad de un cliente, la fidelidad de un amigo, la fidelidad del esposo o la esposa, etc.

Para los que somos docentes, posiblemente nos hemos encontrados casos de estudiantes que habiendo cometido fraude – alguien que le pasó la copia en un papel, en el desarrollo del examen – no confiesa quién hubo de pasarle la información, ya que lo considera un acto de fidelidad; cuando realmente es un acto de infidelidad, siendo un engaño para el que recibe la información y para el que la proporciona.

Se es fiel cuando un estudiante se informa en aras de su tesis de trabajo de curso o en el caso de la elaboración de un trabajo a desarrollar por equipo cuando compartimos la información – haciendo uso de la técnica APA[1] – utilizada (lo cual implica respeto, seriedad, madurez, confiabilidad, etc.), como puede ser el cumplimiento riguroso de la precisión en la reproducción de un texto, de una entrevista o de una narración.

Que decir de un fan[2] de un equipo o club deportivo, que asiste a todos los partidos (Futbol, baloncesto) incluso en los momentos en los que su equipo está teniendo una mala racha deportiva.

Que decir cuando trabajamos para una sola empresa durante mucho tiempo – donde pueden existir contradicciones internas, factores exógenos y otros -, pero tú responsabilidad es cumplir con lo asignado y hacerlo bien, inclusive mejor cada vez. Siendo pertinente el que la empresa o institución sea capaz de priorizar a su personal, atenderlo, ya que la fidelidad ha de desarrollarse en ambos sentidos.

E inclusive en cosas más sencillas, se puede ser fiel: Usar esos zapatos viejos que son muy cómodos y nunca botarlos. ¿Me equivoco?

Nota: el presente artículo forma parte del libro (e-book) VALORES 2, que se encuentra en proceso de elaboración.


[1] American Psychological Association (APA) El estilo que establece que las fuentes utilizadas para la elaboración del trabajo sean citadas en el texto. Se utiliza un método de cita breve (autor, fecha) que permite al lector identificar la fuente y localizarla en la lista de referencias que se coloca al final del trabajo. Estilo utilizado en psicología, educación y ciencias sociales.

[2] Admirador o seguidor apasionado de una persona o cosa.