
¿Discutir – Discusión? Contender y
alegar razones contra el parecer de alguien. De darle una nueva lectura a las
dos definiciones antes expuestas apreciamos términos como “… en busca de
conformidad o unión” y por otra parte “…razones contra el parecer de alguien”
que por lo visto nos da una señal de belicosidad, de agresividad, este segundo
término.
¿Cómo
solucionar lo anterior, qué “antibiótico” tomar? Una posible solución es
recurrir a la empatía,
o capacidad de situarnos en la piel del otro, y la asertividad, mediante la
cual conseguimos trasmitir claramente nuestras opiniones, incluso las menos
aceptadas por los demás, sin que hieran a nadie ni supongan agravio ni
menoscabo para nuestros interlocutores.
¿Cuántas
veces llegamos a casa y sin que nadie de la familia haya tenido culpa alguna,
nos auto maldecimos y maldecimos por alguna que otra contradicción banal,
insustancial en el trabajo? ¿Motivos que nos llevaron al exabrupto? Estrés del mismo trabajo, la personalidad difícil del interlocutor,
los problemas con los niños o con el o la cónyuge, o por cualquier otra razón,
¿Solución? Podemos decir lo que
pensamos educada y equilibradamente, sin agredir a nadie ni molestar. Y todo
ello, naturalmente, sin ceder en lo que consideramos fundamental y evitar, así, que las (a veces inevitables)
discusiones nos lleven a donde no queremos. Una primera constatación útil es
que resulta muy difícil convencer a los demás.
Y la segunda, que en la mayoría de
las ocasiones no es tan importante conseguirlo. Lo que sí reviste trascendencia
es que podamos expresar y defender nuestras ideas y posiciones ante lo que se
discute. Que se nos atienda y se nos entienda.
En ocasiones, merece la pena
discutir, porque estamos seguro, convencido que nuestra razón debe ser oída y
contrastada y que perfectamente puede tener un impacto positivo acorde al tema
tratado.

Partamos de una
premisa básica, que guiará nuestra interacción con los demás: el hecho de que
tengamos nuestra razón no equivale a que tengamos la razón. Ejercer la libertad
de expresión nos debe conducir a respetar que la persona a quien hablamos tiene
derecho a emitir sus opiniones, a defenderlas y a que sean escuchadas.
El hecho de vivir en sociedad,
siendo la comunicación una de las funciones que nos convierte en personas, por
lo que expresarnos con libertad y convicción, aunque genere alguna que otra
discusión, da fe de que vivimos, de que pensamos, de que sentimos, de que somos
diferentes.
Y, quizá lo más importante, exponer abiertamente nuestras ideas
transmite al exterior la siempre feliz noticia de que nos interesa lo que
piensan y sienten los demás.
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