
Hoy vi un capítulo – casi de los últimos (# 60) – en el cual
los estudiantes reconocen el esfuerzo y dedicación del profesor con aplausos,
al concluir una de sus clases (sin ser el de cierre de curso) por muchos
motivos.
En lo personal siempre he dicho que si logro cambiar
conductas, comportamientos, valores, actitudes de mis estudiantes, en el
período establecido según el programa de la asignatura, independientemente de
los contenidos abre alcanzado mi objetivo; educar.
A veces se logra, otras no. “Trabajar” con estudiantes no es
sencillo, ellos y ellas no son objetos materiales, “no es soplar y hacer
botellas”, “no es fabricar teléfonos”, son personas que en muchos casos los
recibimos desorientados, desmotivados con problemas personales y familiares y
que se escudan en el entretenimiento de un celular en conversaciones insípidas
que no logran establecer en ningún momento una real comunicación, a lo que se
suma la pérdida de tiempo.
De aquí que la labor de un(a) docente, profesor(a), maestro
(a), sea una carrera de mucho sacrificio – no resto que otras no lo sean –
dedicación, en ocasiones pasar a la familia a un segundo plano y atender más
los problemas de los jóvenes que de nuestros hijos; horas de preparación de
clases, de la búsqueda de la información, de la apropiación de la tecnología,
ligado al rompimiento de esquemas y formatos de clases de hace 10 años atrás,
donde debe primar la creatividad, la motivación, la participación, el respeto
hacia las opiniones de cada cual.
A todo lo anterior, la necesidad de convertirse en líder,
para formar líderes, ser aquel o aquella que los estudiantes respetan y
quieren, no por hablar alto o estar llamando constantemente la atención, sino
por ser acertado en el trabajo individual y colectivo, de atinar en el momento
necesario de cuando hay que llamar la atención, buscando el sumar voluntades y
que sean los jóvenes mismos – donde al pasar el tiempo, ya adultos y profesionales
que al encontrarse (tal vez cambiado
físicamente por el pasar de los años) – “!…hola!, ¿por casualidad tú eres
fulano, tú rostro me es conocido?, ¿acaso estudiaste en la escuela o instituto,
tal?, ¿no estuviste en el grupo del profesor o profesora …?
¡Si aquella o aquel que me enseño a ser puntual, que una vez
me regaño por cometer fraude, que me
entendió cuando le explicaba por qué en ocasiones llegaba tarde producto de la
disfunción en el seno familiar!; ¡que me permitió expresar mis ideas y ser
analizadas en el seno de la clase!; ¡que en el transcurso del curso y al terminar
éste, la mala o pésima opinión que existía a nivel de pasillo o en las redes
sociales de no llevar clases con él o ella, era una falsa noticia”
¡Qué decir en el caso del profesor o profesora, cuando se
encuentra a un ex estudiante y éste le expresa, sabe profe “… estudié
magisterio y mucho de lo que aprendí y comprendí de usted, lo aplico hoy con
miles estudiantes, claro dándole mi sello distintivo”!
Hoy retomando – el profesor que fue avalado, su labor – lo
de aplausos, a través de una serie de ficción, los hago extensivo y real a todos y
todas mis (ex)compañeros de labor, y también a aquellos que jugando una labor
administrativa – no directa en la clase – pero sí relacionado con la
organización educativa, sumamos voluntades para real una educación.

No obstante mientras tengamos docentes como los que he conocido,
inclusive compartir (siendo algunos profesores míos) y poseer la dicha de
apreciar su desempeño, allí en ese pequeño colectivo que llamamos clase,
realmente se forma para la vida. ¡APLAUSOS PROLONGADOS!
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