Toda novela suele tener tres partes: un principio, una mitad
y un final o también se le denomina planteamiento, nudo y desenlace. Para
construir una novela que funcione, que atrape al lector y lo lleve con interés
desde el principio hasta el final, tendrá que crearse una historia, su argumento,
los personajes, el conflicto, los obstáculos y el clímax.
Donde si falla al menos uno de los elementos anteriores, tu
historia simplemente no funciona; exactamente así ocurre cuando se prepara una
clase (sea presencial, virtual, etc.)
En mis escasos tiempos de ocio suelo utilizar una plataforma en línea retransmitida
en directo (en inglés Streaming) en la que ante una gran oferta, recurro
inicialmente al tráiler, entiéndase una breve aproximación al argumento de la
película, las imágenes más seductoras, posicionándola como una mercancía en
venta y con ello generar una cierta expectativa entorno a la serie, documental
o película.
La selecciono y ¡comienza la función! – previa creación de comodidad posibles
-; una ventaja de este recurso es que puedo detener la puesta en escena, por
ejemplo de recibir una llamada que una vez terminada, le doy retroceso y …
continuamos. Si el final o clímax desencanta, simplemente no la recomiendo.
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No atención a clases |
Trasladémoslo a la preparación de la clase del docente – donde no
necesariamente puede seguir el orden de la novela – y que al menos, reúna parte
de sus componentes. ¿Qué suele suceder en cuanto a la conducta del estudiante,
si la clase no reúne ciertos requisitos?, sino le atrae el comienzo: “desconecta”
y se traslada al celular en búsqueda del “tiempo perdido”; sino hay interacción
clase - estudiante, donde el profe se dedica en dar a conocer sus extensos
monólogos, se generarán posibles éxodos con excusas de ir al baño o no regresar
después del receso.
De no tener un desenlace o final en el cual sean los propios
estudiantes que resuman y a la vez una clara orientación de actividades o
tareas no presenciales que vinculen a la siguiente clase o unidad por parte del
docente relacionado con la evaluación, posiblemente ni anoten, y comiencen a
guardar sus cuadernos y antes de salir del aula “desaforadamente” revisen una
vez más en su celular si entró algún correo o enviar uno donde plasme el
desagrado de la ¿clase?
Es más si el docente es recurrente en la impartición de “malas novelas”
la probabilidad de que se divulgue para los estudiantes de nuevo ingreso o
continuantes que le corresponden llevar o inscribir esa clase será caso nula.

Ser un buen docente, no es sencillo, se aprende con la experiencia (buenas
y malas), se está en tela de juicio constantemente por padres de familia y
estudiantes (en ocasiones por la administración), pero felizmente en nuestro
planeta, predominan excelentes profesionales de la Educación.