lunes, 19 de julio de 2021

Una vida que debiera ser de detalles.

A veces pienso que el planeta Tierra está “patas arribas”, pandemia, muertes, problemas sociales, crisis económicas, necesidades, unos que tienen más y otros que tienen menos (nivel de vida diferente, aumento de brechas entre riquezas versus pobreza), que si te vas a la historia te darás cuenta que siempre han existido a pesar del paso por las diferentes formaciones socioeconómicas (primitivismo, esclavismo, feudalismo, capitalismo, socialismo y comunismo), los problemas.

Contradicciones mucho más vistas, con la creación de las redes, donde lo que pasa hace un par de minutos, se sube y se comparte y se multiplica exponencialmente, permeadas por noticias que nos amenazan, que nos da temor: asesinatos, crímenes, secuestros, robos, corrupción, los que nos obliga a la duda y la incertidumbre, en quien confiar, si es que hay alguien.

Cuando muy pequeño, mi mamá se despedía indicándote las buenas noches y dejándote una luz encendida, para que no te asustaras por si venia el “coco” (Personaje popular, una figura sin forma reconocida al que cada niño puede ponerle un rostro, un cuerpo y una voz completamente distinta, que actúa de noche, en la oscuridad), inclusive te tapabas la cabeza con la sábana o colcha, para que no te viera.

Todo esto me hace pensar en que sería para mí un mundo ideal: Establecer la Educación, como una institución con los recursos necesarios (infraestructura, recursos tecnológicos, textos, uniformes, etc.), donde todas las personas de todas las edades tuvieran acceso; donde el profesionalismo de los docentes, auxiliares fuese elevado mediante una formación continua; donde los grupos de estudiantes a atender no fuesen numerosos y respondieran realmente a la disciplina o asignatura, acorde al tipo de forma de organización de la enseñanza.

Que los docentes no impartieran un amplio abanico de asignaturas, para lo cual no necesariamente fueron formados; para los docentes empíricos con profesiones diferentes y que carecen de una formación pedagógica, ser debidamente capacitados.

Que el personal de Educación fuera reconocido por las autoridades que le competen, sobre todo para aquellos que han pasado 40-50 años en esta digna profesión y que se suman al aprendizaje de la tecnología, pero por encima de todo ello, tiene un prestigio más que ganado y reconocido por cada generación a la cual tuvo posibilidad de formar, más allá de su clase, con la exigencia, el ejemplo, con su preocupación constante hacia sus estudiantes en ocasiones en los banco de un pasillo, hoy a través de un correo electrónico, pero que a la vez paralelamente conversas con los padres de los discípulos y en el peor de los casos, el docente asumir el rol de los padres ausentes.

No estoy hablando de reconocimientos con “bombos y platillos”, a veces una palmadita o unas sencillas gracias, resultan suficiente, porque por experiencia propia, no terminan cuando el estudiante pasa a otro grado , curso o nivel y les cito un ejemplo – el cual se ha repetido en varias ocasiones – estando en una fila o cola para comprar un producto alimenticio, escuche cerca de mí, casi un susurro “…mira ese señor fue mi profesor hace muchos años y no solo me enseño, sino que me educó también, es más sus consejos siempre fueron muy valiosos, inclusive algunos de ellos los aplico a ustedes” Obviamente tenía duda si el referente a la conversación, era alusión a mi persona, que de no serlo, también me generó gratitud, ya que otro docente su propósito había sido cumplido.

Solo busqué la mirada del papá, cuando me expresó: “…profesor, ¿no se acuerda de mí?”; realmente me costó trabajo reconocer su rostro, que se escondía tras una mascarilla, pero la duda se fue aclarando, en la medida que me resultaba familiar a pesar de sus canas, y ya algunas líneas de expresión en las comisuras de los ojos. Le pedí el nombre del centro, donde le di clases y a continuación dirigiéndome a la jovencita de unos 15 años, le dije: ¿sabes? Se me escapó la posibilidad de darte clase, como lo hice con tu papá, pero confío en él y te felicito, ¡tienes un excelente educador contigo! ¿La respuesta de ambos?, una sonrisa. Suficiente detalle, para sentirme bien y olvidar los problemas.

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