Aspecto – ya tratado en el artículo anterior[1]
- que para cualquier persona que tome la decisión de emigrar, no necesariamente
su perfil
(entiéndase aquellas características y rasgos que son intrínsecos
a un individuo y que sirven para diferenciarse de otras; se omiten las
cualidades y características físicas, enfocándose en las características que
no son visibles) habrá de ser el mismo, que cuando se convierte en inmigrante,
ni tampoco todos los emigrantes tienen un mismo perfil. Pasemos a su análisis.
En nuestra región – América latina – el comportamiento en
cuanto a las características sociodemográficas de los emigrantes varía entre
regiones (América central destacándose los países pertenecientes al Triángulo
Norte (Honduras, El Salvador y Guatemala), Suramérica y países del Caribe)
identificando ciertas variables como son: la edad, la escolaridad, el sexo, el
estado civil, el ingreso y la ocupación de los mismos, datos que suelen
generarse comúnmente por controles que realizan los países donde arriban o por
investigaciones que realizan determinadas instituciones (ONG), e inclusive
medios periodísticos.
Comencemos con algunas de las características en cuanto a
escolaridad: estudios secundarios incompletos o un nivel educativo aún menor,
inclusive analfabetos, lo que no resta profesionales de alto nivel; en lo
referente a sexo, predomina el masculino en una edad que ronda 18 a 40 años,
mujeres algo aproximado (porcentaje más bajo), aunque recientemente se suman
adolescentes de ambos sexos (recién nacidos, niños, jóvenes de16 a18 años,
aunque en menor cuantía, estos últimos)
En lo referente a sus ingresos suelen ser bajos comparado
con los salarios promedios de los países a donde se dirigen y que en la mayoría
de los casos son apoyados por los familiares, que se encargan de asumir los
costos que implica viaje, por tierra y/o mar, aire o bien la combinación de los
tres, además de albergue, alimentación, pago a las personas que los trasladan,
etc.
En cuanto a ocupación, predominan las personas procedentes
de los servicios, tanto formal, como informal, de la construcción, el campo, prevaleciendo
“el que hace de todo, con tal de ganarse la vida”, es decir inexpertos, sin
vínculo laboral alguno, aunque sus deseos y sueños sean “tocar el cielo por
asalto”[2]
Perfil que puede repetirse inclusive cuando una persona
emigra – dentro de su propio país en vías de desarrollo o del tercer mundo –
del campo a la ciudad y en particular la capital, o provincias o departamentos
donde se centran instituciones estatales o privadas que repercuten grandemente
en la economía, que es donde se encuentran más y mejores trabajos remunerados,
mayor número de oportunidades en cuanto a superación y “desarrollo” en general.
En relación al sexo emigran más las mujeres, con un 68%,
frente al 31,4% que corresponde a los hombres), con una característica muy
peculiar y es que visitan sus países de procedencia con cierta frecuencia, a
diferencia de los latinos, que acostumbran a radicar para convertirse en
inmigrantes.
¿Qué encuentra el emigrante, cuando cambia su rol a inmigrante? Motivo de análisis en un próximo artículo.
[1] “Algunos
términos referentes a la migración y su comportamiento.”
[2]
Frase mencionada en los poemas de Friedrich Hölderlin (1770-1843), donde se
recupera la figura de los titanes, seres que combatieron a los dioses del
Olimpo en la llamada Titanomaquia
[3]
Muestra tomada de una encuesta realizada en una universidad española, año 2020.
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