Muchos años después (¿+30?), un día me dio por entrar al colegio donde había cursado la primaria y la secundaria básica. Llegué al portón y le pedí permiso al señor que cuidaba la entrada, para hablar con la directora.
Muy amablemente fui recibido por la misma y le expliqué el
motivo de mi visita – allí había estudiado – y si me permitía dar un recorrido
por las aulas, el patio…; le argumenté que era docente, así como un poco de mi experiencia
por los diferentes niveles de educación. ¿Su respuesta? ¡Por supuesto!, ¿le
acompaño?, ¿quisiera hablar con los estudiantes?
Los latidos del corazón deben de haber aumentado, ¡le
agradecí!, pero también me excuse ya que no quería interrumpir las clases,
además que estaba un poco corto de tiempo, pero que le prometía – lo solicitado,
hacerlo en una segunda ocasión.
El recorrido fue breve, solo entré al aula más cercana, allí
estaba aún la pizarra verde oscuro donde escribía – cuando la profesora me
pedía que fuera a resolver un ejercicio – tomando la tiza, que en ocasiones
chirriaba y nos ponía a todos los pelos de punta; terminaba con las manos
llenas de yeso, las cuales me sacudía aplaudiendo las mismas (evitando hacerlo
con el pantalón, ya que el regaño sería espantoso al llegar a casa)
La pizarra, considerado por sus funciones como un cuaderno
común del aula, salón, oficina, donde se registra el desarrollo de un tema,
mediante apuntes, láminas, presentaciones, gráficos que facilite la comprensión
de lo que se analice o discuta.
Recurso que al ser utilizado debe cumplir ciertas reglas:
letra legible, ser conciso, la ubicación del profesor, el tamaño de la letra deberá
ser del tamaño promedio de modo tal que sea perceptible por el último estudiante;
no dar la espalda a los jóvenes cuando los mismos opinen y por ende no escribir
en la misma, excepto que desee plasmar los diferentes criterios que se
expongan.
No hay porque escribirlo todo, tampoco borrar de inmediato,
menos con la mano, evitar el uso de muchos símbolos y colores. También es
necesario (de la pizarra) planificar las diferentes partes donde anotará fecha,
tema, apuntes esenciales, complementarios, gráficos y resúmenes.
Reglas que deberán ser cumplidas a pesar de la evolución de
la pizarra: de madera (1900); pizarras blancas acrílicas (1950), muy caras al
inicio (1960), aunque en el 1990 aumenta su popularidad; Las Pizarras Digitales
Interactivas, (PDI) que incorporan la computadora u ordenador, el proyector y
la superficie lisa, la pizarra, con la característica que desde la pizarra se
puede controlar la computadora, tableta, hacer anotaciones, trabajar con
imágenes..., etc. Se crea en 1991, lanzada al mercado en 1998 (serie 500; le
continúan nuevos modelos: 660, 800, en el período 2005-2010) que incorporan
elementos como lo multitáctil, multiusuario.
Se incorporan nuevas pizarras, con el avance de la
tecnología de la información y la comunicación (TIC) inundándose el mercado a
través de plataformas transnacionales como Google (Jamboard), Microsoft
(Whiteboard), las que incorporan funciones colaborativas como el uso compartido
de archivos, accesibilidad y videoconferencias, transforman la escritura física
en texto escrito, etc.
También se cuenta con la AWW pizarra App (abreviatura de una
pizarra Web), que sale de las plataformas educativas anteriores, que permite
añadir también presentaciones, documentos en formato pdf, “cargar” imágenes,
documentos.
Nada, por lo visto ya no tendré que regresar a mi “vieja escuela” para ver escritos con tiza, los temas y las fechas en mi pizarra verde; en este momento me corresponde “anotar apuntes” en mi terminal (computadora, ordenador, tableta, celular) con mis estudiantes en mi clase virtual.
Estimados colegas educadores, el reto que se nos avecina o
ya está encima de nosotros, ¡es descomunal y hay que asumirlo, no hay de otra!
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