Es posible que acá pudiera generarse un conflicto entre
directores, padres de familia y sobre todo entre los propios estudiantes que recién
habiendo concluido el bachillerato discrepen significativamente que sus padres
asistan como lo hacían a las reuniones del nivel académico anterior,
considerando que ya son “adultos” y por ende han de ser independientes en sus
propias decisiones, de aquí la no necesidad de que citen a sus progenitores o
tutores, pero es más, no suele ser un tema así considerado por la universidad y
que esta instancia como tal, realmente desaprovecha, con el propósito de
acercar a los padres siendo un apoyo vital en la educación continua de sus
hijos, que aún – estos últimos - no están realmente aptos, para enfrentarse a
la “maraña” en cuanto a mecanismos establecidos por la Alma Mater.
En el nivel anterior -bachillerato - todo era dirigido, año
o grado, estas son las asignaturas a cursar, tu horario de clases y como
autómatas (con ciertos grados de inmadurez, propio de la edad a lo que se suma
la atención de los padres de considerarlos ¿niños/as?, asistiendo a las mismas.
De pronto se encuentran un “muro” universitario donde según
la carrera seleccionada – sugerida por los padres, dado lo que ellos estudiaron
o bien por el último grito de la “moda”, que garantizará un éxito rotundo una
vez graduado, lo que le facilitará tomar “el cielo por asalto”, entiéndase
cargos gerenciales, un adecuado poder adquisitivo, entre otros, lo cual crea un
sueño, que posiblemente se acerque más a una pesadilla, - cuando inclusive el
estudiante de nuevo ingreso ni sabe vocacionalmente lo que le agrada.
Asignaturas de carácter obligatorio (su inscripción), que
forman parte de las asignaturas de formación general, otras llamadas
selectivas, así como las optativas, todas ellas incorporadas a un sistema de créditos
establecidos por la institución incorporados a la malla curricular o pensum.
Nota: por lo visto aquí ya no todo es dirigido – esto es lo
que debes cursar y punto, no, ya se inicia un proceso de toma de decisiones,
donde no necesariamente el estudiante está preparado, tampoco los padres -, ¿y
la solución?, recurrir a los estudiantes de años superiores que fueron en su
momento compañeros en el nivel preuniversitario o bachillerato.
Todo lo anterior me da más que elementos justificables de la
necesidad de que los padres se sumen a la nueva institución, ¿por qué? cambia “el
lenguaje académico”, las normas, el sistema de evaluación, la permanencia del estudiante
es aún más, el tiempo de estudio se incrementa, el “alejamiento estudiante – docente,
es mayor” y supuestamente el joven (entre 16 – 18 años), ha de asumir total responsabilidad
en su actuar, en su desempeño.
¿Resultado? ¡Deserción!, pérdida de tiempo, frustración.
¿Solucionable? Hay instituciones que establecen como “paliativo”,
consejerías para atender a los estudiantes con problemas, donde no
necesariamente los mecanismos fluyen adecuadamente, docentes que no reportan,
porque no saben que hacer, pero que por otra asumen (erróneamente) que no es su
responsabilidad atenderlos y lo remiten a dicho departamento.
¿No será acaso necesario al menos para los estudiantes de
primer ingreso, conversar con los padres de los mismos, con mayor rigor,
desarrollando algunas tareas concretas, como expusimos anteriormente[1]?
·
Impartirle cursos básicos en el uso de la
tecnología (computadoras u ordenadores), que incluya el sistema de evaluación
donde los padres tengan acceso a ver.
·
Proporcionarle materiales complementarios de
apoyo al trabajo no presencial que permitan atender a sus hijos.
·
Desarrollo de charlas, foros, relacionados con temas
asociados a la problemática de los niños y jóvenes (género, drogas, sexo, etc.),
donde inclusive en este caso sean los propios padres los ponentes.
·
Participación de los padres de forma conjunta
con sus hijos en actividades deportivas, culturales.
[1] Una
escuela necesaria, que urge. Parte I.
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