Recuerdo hace algunos años ¿5, 6?, cuando en la institución universitaria para la cual laboraba, ante la preocupación del claustro docente, con la masividad exponencial del uso de celulares, se tuvo que realizar una modificación al reglamento académico e inclusive el disciplinario, de evitar el uso de los mismos en clase, ¡literalmente prohibido!, de ahí la pega en las aulas de anuncios oficiales en las paredes con siluetas de celulares NO.
Esa fue la respuesta inmediata institucional,
como acción; como reacción[1]
de los estudiantes, se incrementó el uso del mismo donde se aplicaba el juego
del gato y el ratón, ver quién cazaba a quién. Pero es más parecía que no estábamos
equivocado, ya que noticias internacionales sobre todo procedentes de Europa donde
en colegios de primarias la prohibición había sido total y absoluta.
La medida había sido tal vez un
tanto apresurada, cuando la problemática de la prohibición eran varias: el celular había sido creado para comunicarse
esencialmente (función propia de los teléfonos que usamos en nuestros hogares),
donde ser aplicado para las clases como tal no era una prioridad, la no disponibilidad
del recurso tecnológico bien por el propio estudiante o docente, la carencia de
aplicaciones con fines educativos, que una vez conocidas no necesariamente
fueron los docentes capacitados para su uso.
Era necesario indiscutiblemente
darle un giro al celular de lo general a lo particular: la comunicación como un
recurso para entendernos los unos a los otros (lo genérico) y lo específico «además
para que lo apliques en tus estudios»
Que a pesar de todo lo anterior las
redes nos siguen ganando -que por mi parte trato de reducirlo al máximo, contrarrestándolo
con la lectura de libros (aunque sean e-book o electrónicos, periódicos impresos)
-, para muestra `n´ botones: la dicotomía de todos sentados en la cena, cuando
¿están sentados o centrados en la pantalla de un celular?, la carencia de
conversaciones propicias para conocerse más entre la familia, las amistades.
Diría que hasta aquí parece que la balanza
se inclina a la necesidad de una pseudo desaparición (pseudo = falso) de
celulares, tabletas a pesar y que no le quede duda que la tecnología llegó para
quedarse, pero… ¿por qué surrealista? (regrese por favor al nombre del
artículo)
Cuando hablamos de surrealismo[2] nos
referimos a un movimiento artístico y literario, que exploró el mundo de los
sueños y el subconsciente a través de la creación del arte visual, la poesía, y
las películas.
¿Listo?, vamos con la anécdota: Un grupo de estudiantes adolescentes se reunieron en los escalones de una biblioteca de Nueva York para la reunión semanal – se reunían todos los domingos, lloviera, tronara o nevara - que promueve la auto liberación de las redes sociales y la tecnología; a continuación se dirigieron a un parque donde escondieron sus teléfonos y comenzaron sentados en el césped a pintar con el uso de acuarelas, otros leen libros impresos, novelas, hablar de poesías, inclusive hubo uno que señalo al cielo y expresó «miren al cielo, es una gibosa[3] creciente, eso significa que la luna se hará más grande»
¡Espectacular! Creo que me sumaré a
ese club, además de invitar a mis estudiantes.
[1] Sir
Isaac Newton fue un físico, teólogo, inventor, alquimista y matemático inglés
(1643-1727) que estableció las bases de la mecánica clásica mediante las leyes
que llevan su nombre.
[2] André Breton, poeta francés, fundador del movimiento
en Paris (1924).
[3] La
palabra «gibosa» procede del latín y significa «joroba», y se ha utilizado
durante siglos para describir formas redondas o convexas.
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