Por razones que no vienen al caso me encontraba tomando una limonada – cuando lo adecuado era un tequilazo, pero no bebo algo que contenga alcohol - en un restaurante mexicano, precios accesibles lo que determinaba un ambiente bastante familiar por una parte y otra de celebraciones despedidas de soltera, cumpleaños, docentes que habían sido reconocidos lo cual mostraban bandas de reconocimiento (qué bien reconocer el trabajo de colegas, ¡muchas felicidades!) y otros.
A todo lo anterior en cuanto al
entorno, no podían faltar las luces coloridas, televisores gigantes de pantalla
plana donde se mostraba una pelea de boxeo (¿adecuado?, quién sabe), y en uno
de los locales más amplio una singular cantante rodeada de dos o tres músicos
que entonaban canciones de autores mexicanos (obvio) generalmente baladas[1],
y en particular el bolero[2]
que puede bailarse, por su compás de dos por cuatro, cuyo estilo es romántico.
Por supuesto las canciones me
recordaban tiempos mozos a la hora de conquistar a una joven como preámbulo de
un amor idílico o tal vez hasta platónico - sentimiento de amor idealizado,
caracterizado por ser irrealizable o no correspondido - ya que en mi
imaginación con el movimiento (de dos por cuatro) y supuestamente bailando en
un “solo ladrillo” al concluir la pieza musical caería redondita…
Género que perdura con el paso de
los siglos, ya que en más de una ocasión sus canciones que suelen ser un tanto
edulcorante son retomadas por autores, lo cual ayuda a que se mantenga en el
tiempo, aparte del gusto de un sinnúmero de recuerdos que suelen a atarse a las
personas de diferentes generaciones. Hasta aquí una de las caras de una de las monedas.
¿Y la otra cara de la otra moneda?
Paralelamente en el lugar donde describí al inicio, en otro local un tanto
distante, la cantante de boleros se esforzaba en ser escuchada, donde sus
cuerdas vocales vibraban con una mayor tensión que lo acostumbrado – a pesar de
los parlantes –, se desarrollaban unos quinces años cuyo estruendo sonoro
superaba los 70 decibeles permitidos al ser humano para no dañar la audición.
¿Qué género musical se escuchaba?
Le llamaban el perreo[3]
(me explico el barman o cantinero) donde los participantes bailaban con
movimientos de cadera y muslos hasta abajo, siendo bastante bruscos o suaves y
sensuales, donde con esta última modalidad se expresaba la seducción, la sexualidad
de forma provocativa; se podía bailar por parejas o grupalmente.
Por lo visto nos encontrábamos ante
la llamada contaminación acústica o contaminación sonora producto del exceso de
sonido que alteraban las condiciones normales del lugar.
Por supuesto para gusto colores y
generaciones, luego no dude que mientras usted esté bailando un bolero con su
pareja, sus hijos o nietos estarán perreando posiblemente.
[1]
Composición musical de ritmo lento, instrumentación suave y carácter íntimo y
expresivo, de asunto generalmente amoroso.
[2]
Género musical de ritmo lento que surgió en Cuba a mediados del siglo XIX. En
el paso básico, por ejemplo, los movimientos de cada integrante de la pareja
deben ser espejados, por lo cual si uno mueve un pie hacia delante el otro debe
mover el opuesto hacia atrás.
[3]
Estilo de baile originado en Puerto Rico. El nombre de perrear se deriva por
imitar los movimientos del coito en la postura del perro. Las técnicas adoptadas
por el perreo se retoman a partir de los vídeos musicales del reguetón.
[4]
La región centroamericana está sujeta a los movimientos especialmente de tres
placas tectónicas (la de Caribe, la de Cocos y la de Norteamérica). Los sismos
que sufre esta zona se generan cuando se presentan fenómenos de subducción, que
se dan cuando una placa se mete por debajo de la otra.
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