Las lágrimas tienen su recorrido a partir de las glándulas del propio nombre, las cuales, al ser emitidas, se desplazan hasta el ángulo interno del ojo para avanzar por el conducto lagrimal y llegar a la nariz.
Lágrimas que fluyen por
diferentes causales: tristeza, alegría o cualquier emoción fuerte; lágrimas que
suplen al llorar – sacando evidencia de comunicación, equilibrar nuestra salud,
- sacando a ‘flote’ nuestras emociones.
Acaso no hay mejor excusa, - para llorar - que
apreciar cuando tu hijo(a) crece, pasa por diferentes niveles de educación y
cuyo camino se labra de reconocimientos avalados por títulos, documentos que
evidencian que has ascendido un escalón más; similar cuando por alguna razón no
pudo optar para una educación formal y se esforzó, desde aprendiz hasta lograr
la experticia, siendo hoy en día un verdadero emprendedor.
¿Y cuando conviertes las lágrimas en llantos producto de ‘tomar el cielo
por asalto’[1], cómo hicieron los
trabajadores y sectores populares de la cuidad de Paris en el siglo XIX, pero
que en esta ocasión se trasladaron a las recién culminadas Olimpiadas celebradas
en la cuidad de la luz[2]?
Visualizada por millones de personas de todos los continentes, donde intervinieron para su éxito miles de voluntarios, especialistas (de las diversas ramas), directivos, padres de familias y por supuesto no podían faltar los deportistas, que como titanes tuvieron la osadía de irrumpir en el Olimpo reservado a los dioses[3], y que, como seres mortales, lucharon, compitieron para lograr una medalla o al menos representar a sus países.
Qué decir de las evidencias claras – suficientes para tensarnos,
emocionarnos, llorar - cuando apreciábamos accidentes, quedar atrás al ser
superados por otros, cuando subían el podio para recibir sus medallas –
quedando inscritos en la historia deportiva del planeta Tierra -, saludar, abrazar
a sus rivales más cercanos como muestra de solidaridad, sin que primara el egoísmo,
evidenciado por sonrisas, la alegría, y finalmente previo a morder la presea,
derramar lágrimas al principio difíciles de contener.
Que, al apreciar el himno de su país, a la par de la subida de la bandera
– aunque no a la tierra que los vio nacer -, no dudo que, en sus pechos, en su
corazón, sus sentimientos, sus lágrimas estuvieran centradas, en su geografía,
en su cultura, sin importar los motivos que los llevaron allí, estoy seguro que
en su mente, en ese momento ascendieron dos o tres banderas.
Pudo más el deporte que las diferencias abismales en lo económico, en las rivalidades ideológicas, en la forma de pensar; realmente las Olimpiadas constituyen un espacio para promover la cultura la paz, añadiría para llorar los mejores valores de cada individuo.
Paris valait bien une messe (París bien valió una misa)
Merci parís (Gracias Paris)
[1]
Frase tiene su origen en la mitología griega, utilizado como arenga en la toma
de la Bastilla que inició la revolución francesa el 18 de marzo de 1871.
[2] Apelativo que se la da a Paris (Ville lumière) a
principios del siglo XIX, al convertirse en la primera localidad europea en
utilizar lámparas de gas en el alumbrado público.
[3]
En la mitología griega, en el monte del
Olimpo vivían los principales dioses del panteón griego, que estaba presidido
por Zeus. Como tal, es un lugar prácticamente inaccesible, franqueado por
nubes, donde había palacios y donde los dioses contemplaban el mundo y eran entretenidos
por las musas.
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