No queda dudas que el uso excesivo de la tecnología del cual hacemos un uso desmedido en un porcentaje significativo de cada día, no cumpliendo con el propósito esencial de constituir una vía de comunicación asertiva y efectiva en sentido general, lo cual es tangible, y muestra de ello lo es y sea usted su propio testigo, ¿cuántas personas que se encuentran alrededor suyo en este momento, mantienen su visión en la pantalla de un celular, aislándose por completo del entorno que le rodea?
Varios países de
Europa, que no por casualidad constituyen potencias a nivel mundial en el campo
de la Educación, están restringiendo el uso de dispositivos electrónicos en los
salones de clases (al menos en la modalidad presencial).
Lo que en un momento
dio respuesta a la problemática de la no detención de clases presenciales
producto de la pandemia (COVID-19), con sus pro y contras, tuvo su mérito,
sobre todo para el empleo de la tecnología en la Educación.
Sin embargo, a pesar
de todo ello, lo peor es que, para adolescentes y jóvenes en particular,
resultan las consecuencias tales como:
·
Carencia de sociabilidad.
·
Pasa a ser una dependencia que raya en
la adición.
·
El peligro de entrar en plataformas
que no responden a la ética y moral.
·
Los padres considerar que para los
menores y jóvenes sea un “entretenimiento” y mantenerlos ocupados.
Hay personas mayores
que suelen plantear que tiempos anteriores, fueron mejores que los actuales,
incidiendo con mayor énfasis en los juegos en la calle, donde primaba un número
de valores, tales como: la amistad, el trabajo en equipo, la creatividad, la
búsqueda de soluciones, la sociabilidad.
Juegos que solían
celebrarse mayormente los fines de semana, bien asistiendo a un campo
deportivo, acompañado de los padres, o sencillamente en una calle secundaria,
evitando con ello el peligro con relación al tránsito.
¿Quién no construyó
una bola o pelota, con un calcetín o media?, ¿qué decir de un pedazo de madera,
que hacía de bate de pelota?, ¿quitar de la tendedera la soga o mecate para
hacer uso de la misma, como cuerda para saltar sobre ella?
No
puedo plantear que los juegos que son considerados tradicionales - juegos que,
desde muchísimo tiempo atrás siguen perdurando, pasando de generación en
generación, siendo transmitidos de abuelos a padres y de padres a hijos y así
sucesivamente - hayan dejado de existir, pero la tendencia pareciera ser que lo
es, cuando hoy prima la individualidad, ante una pantalla cuya diagonal oscila
entre 5 – 6.8 pulgadas, la falta de atención a lo que se habla o sucede, sin exclusión
de edades.
Que,
si bien existe la opción de “jugar virtualmente”, a través del propio celular,
computadora e inclusive una consola, no es lo mismo, ni se escribe igual.
Para muestra un botón, como es el caso del futbol, que cuenta como aficionados a más de 4.000 millones de personas repartidas por todo el planeta, donde de ese total, el 25 % lo practica, con lo cual me da un cierto respiro, pero aún insatisfecho.
Requerimos
de un mundo más comunicado con efectividad y asertividad, racional, humano,
donde los juegos presenciales suelen ser una herramienta formidable con el
valor agregado para los que somos mayorcitos, de estirar nuestros huesos.
¿Nos
vemos mañana en el parque, con los nietos?
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