lunes, 23 de septiembre de 2024

El cerebro, la escritura con letra cursiva y el teclado. Parte 1.

Hablar de letra cursiva, nos traslada al invento de la imprenta acaecido en el año 1440, siendo su creador Johannes Gutenberg, considerado “el padre de la imprenta”, orfebre alemán de religión cristiana conocedor del arte de la fundición del oro y encargado de realizar todo tipo de trabajos artísticos con metales preciosos y aleaciones entre ellos. De hecho, uno de sus trabajos más destacados es el conocido como la Biblia de 42 líneas, debido a que fue el primer libro impreso con tipografía móvil.

Cuenta la historia que la misma data de 1501 en la Imprenta Aldina creada por el italiano Aldo Manucio[1], siendo utilizada para aprovechar espacios, al ser inclinada hacia la derecha, la cual permitía mayor estrechez entre las letras que son redondeadas.

Con el paso del tiempo se consideró una forma de escritura elegante, por lo que se utilizó en la educación. Hoy día se emplea para resaltar palabras de idiomas distintos al texto original. También para identificar coloquios o palabras con una interpretación especial. ¿Cuál es el origen de la letra cursiva?

Conocida también como itálica o bastardilla, se distingue porque las letras están unidas entre sí, además, tiene una inclinación hacia la derecha y las letras son redondeadas.

¿Qué impacto tiene este tipo de letra con el cerebro? 

Estudios realizados[2] plantean que «cada vez más investigaciones en neurociencia respaldan la idea de que, especialmente en comparación con la escritura a máquina, escribir en cursiva puede activar vías neurales específicas que facilitan y optimizan el aprendizaje y el desarrollo del lenguaje en general»; «Cuando la escritura a mano es más autónoma para un niño, le permite dirigir más energía cognitiva hacia habilidades visuales-motoras más avanzadas y obtener mejores resultados en el aprendizaje»

Otras investigaciones[3] han demostrado que la cursiva, la escritura a mano y la escritura en un teclado utilizan funciones cerebrales relacionadas pero diferentes. 

Que, si bien los movimientos necesarios para escribir a máquina son los mismos, sin importar qué letra se esté escribiendo, dice, por lo que se priva a los niños de la oportunidad de desarrollar habilidades de procesamiento sensorial que provienen de formar y entender las letras. 

Por lo visto contradicciones entre neurocientíficos y psicopedagogos. Escribir a mano tiene sus ventajas frente al uso del teclado. Entre ellas, facilita un mejor conocimiento de la ortografía, una mayor fluidez de ideas a la hora de escribir redacciones, mejor capacidad de lectura y, además, potencia la memoria. 

Los estudios de neuroimagen evidencian que el cerebro se activa más cuando se escribe que cuando se teclea. En el primer caso se crea una representación interna de las letras que involucra la integración de las áreas visuales y motoras del cerebro. 

Además, se activan áreas relacionadas con la ortografía, sonido y significado de las palabras. Esas áreas se solapan con otras fundamentales en la producción y comprensión del lenguaje, así como en la comprensión de la lectura, lo que podría explicar las habilidades que se potencian con la escritura; por el contrario, cuando los niños se limitan a teclear, simplemente están representando en su cerebro un mapa del teclado. 

Luego, ¿escribir a mano o tecleado? 

Continuaremos…


[1][1] Aldus Pius Manutius, Aldo Manuzio o Aldo el Viejo (1449 – 1515) fue un humanista e impresor italiano, fundador de la Imprenta Aldina. Su nombre en italiano era Teobaldo Mannucci, pero es más conocido por la forma latina de su nombre, Aldus Manutius, adaptada al español como «Aldo Manucio».

[2]Claudia Aguirre neurocientífica Neurocientífico especializado en la conexión mente-cuerpo. Oradora de TEDx, educadora de TED Ed y consultora y asesora científica internacional en las industrias de la salud y el bienestar.

[3] Virginia Berninger, profesora de Psicología Educativa en la Universidad de Washington.

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