Desde que tengo uso de razón, siempre he sido una persona intranquila, eso por supuesto me lo cuenta mi madre: parto antes de tiempo (8 mesino: llamado prematuros tardíos, que tienen una supervivencia superior al 90% y algunos problemas: "Si bien no son cuestiones graves y en general sin repercusión a medio-largo plazo, merecen atención y consideración) que parecía un “ratoncito”, en cámara de oxigeno (cuidados intensivos) y mi abuela (QEPD) le dijo a mi madre, «…si se va a morir, que muera con la barriga llena», y por lo visto me le escapé al 10 % restante de esperanza de vida, asociado a un vaso de leche.
Resalta mi madre, que era un niño
travieso, malcriado (aunque realmente no, ya que la disciplina en ese entonces
se controlaba a base de chancletas también llamada chinela, y castigos de no
jugar, etc.), egoísta (mis hermanos los comenzó a dejar la cigüeña 9 años
después, y siguieron los viajes año siguiente y al otro), otro recuerdo – que pudiera
resultar de la imaginación o ciencia ficción, era que las amigas de mi madre,
les decían por mi indisciplina y perretas, «dale una pastillita a ver si
se calma…»
Cursé los estudios
correspondientes (primaria, básico, diversificado o bachillerato y universidad);
comenzó la vida profesional, estudiando magisterio y que yo recuerde a partir
de ese momento comencé a tomar ansiolíticos.
La profesión de magisterio – lo sabrán
mis colegas – conlleva a una alta responsabilidad, no solo en ser transmisor de
contenido, según la especialidad, sino sobre todo en la educación de valores,
lo que le exige a uno, tratar de ser un ejemplo en la vida cotidiana (a pesar
de ser humanos y tener el derecho a equivocarnos, pero…)
Siempre, mis padres me enseñaron
la puntualidad (dentro de otros tantos), ser el primero, hecho que implicaba dejar
las cosas lista para mañana (vestuario, materiales de la escuela, por supuesto
la clase preparada, estar a tiempo en la parada del bus; que años después (muchos),
llegar a “abrir” la universidad, ya que debía estar mucho antes que comenzaran
las clases, ya que los problemas iniciaban (siendo administrativo) y debía
atenderlos, hecho que concluía después de unas ¿14 horas diarias?, “cerrando” el
recinto universitario.
Conciliar el sueño, resultaba
imposible, refugiándome en mi ansiolítico, que por cierto no era una panacea,
ya que prácticamente toda la noche, seguía “revisando mi agenda del día
siguiente”; inclusive los mal llamados sueños (ya que dormía pésimo) todo lo
que sucedía – la mayoría - estaba vinculado a la docencia.
Cuando indago, acerca de los
factores, que me conllevan a un mal dormir, encuentro:
·
Agenda ocupada. Las actividades nocturnas, ya
sean laborales o sociales, son una de las razones principales por lo que no se duerme
lo suficiente.
·
Electrónicos. Las tabletas y los teléfonos
móviles, relojes inteligentes, que emiten sonidos durante la noche pueden
afectar el sueño.
·
Afecciones médicas. La depresión, la ansiedad…
·
Estrés por dormir. El simple hecho de estar en
la cama puede hacerlo sentir ansioso y despierto, incluso si se siente muy
cansado.
Indagando una vez más, encuentro
que, cada persona puede soñar hasta 5 veces cada noche, a lo largo de 8 horas
de sueño, cuya duración puede ser hasta 20 minutos de tiempo de vigilia[1].
Luego, no me queda de otra, reducir los ansiolíticos (al menos bajar la dosis) y a tratar de soñar, lo cual me ayudará a dormir mejor.
[1]
Se le llama el ciclo de sueño-vigilia a la alternancia entre los estados de
“estar despierto” (vigilia) y “estar dormido” (sueño).
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