lunes, 25 de noviembre de 2024

La felicidad, …, ¿se quita?

Escuchar o leer la palabra FELICIDAD, difícilmente o poco probable que no nos pueda trasladar - cuasi máquina del tiempo – a determinados momentos en la vida que nos resultaron gratos y que inclusive una lágrima no planificada surja a partir de los sacos lagrimales y bien recorra la mejilla o se dirija a la cavidad nasal, complementado con una sonrisa, con la correspondiente contracción y elevación (una vez más) de la mejilla, sin importar que produzca arrugas alrededor de los ojos.

Que si me remito a la búsqueda – su significado - de la palabra felicidad[1], encontramos: «Es un estado de ánimo positivo, vinculado con las experiencias personales de cada individuo y que puede manifestarse de muchas maneras distintas, de acuerdo a la personalidad y al carácter».

También puede entenderse como «un estado de bienestar general, vinculado a la sensación de plenitud y a la calidad de vida».

La felicidad no se busca – al menos conscientemente – pero, se logra cuando responsablemente asumimos una tarea, que, si bien nos permite ‘paralelamente’ desarrollar un conjunto de habilidades, que están alineadas con nuestros propósitos personales (deseos y aspiraciones) y que a mediano plazo se alcanza, por ejemplo: 5 años de estudio y cuyo resultado se hace tangible con la certificación de «Mejor estudiante de…», cuyo resultado se ‘desborda’, se hace extensible a los padres, a la familia, a los amigos.

Felicidad que se ‘recoge’, como el resultado de apreciar un sencillo, pero no menos valioso, agradecimiento de un exalumno presencial o vía chat o correo, sobre todo para aquellos que ejercemos la tan digna profesión de docente.

La vida no es una ‘línea’ sin escollo, sin dificultades, sin ‘piedras en el camino’, la ¿solución?, saberlas afrontar, aunque a veces no tengamos todos los ‘escudos’ suficientes, para lo cual será necesario saber coexistir con los problemas y dificultades y que a lo largo la vida no excluye que podamos ser felices, ¿un año perdido por no haber estudiado lo suficiente?, que, superarlo dependerá de la auto percepción, de las creencias y valores y de la madurez que nos permita reflexionar, ¿dónde y en qué me equivoqué?

No podemos restarle valor a la felicidad, recogida en la historia por destacados filósofos, y para muestra varios ‘botones’:

o   «La felicidad se alcanza por medio de la autorrealización y el desarrollo de los propósitos personales»[2]. Aristóteles (384-322 a. C.) 

o   «La felicidad ha de ser un deber humano, que solo depende de uno mismo». Inmanuel Kant (1724-1804).

o   «La felicidad se produce cuando coinciden los deseos o ‘vida proyectada’ con lo que sucede en la realidad o ‘vida efectiva’. José Ortega y Gasset (1883 – 1955)


No queda dudas, ante la interrogante del título del artículo (… ¿se quita?), que la respuesta es NO, momentos muy gratos que pueden rondar en nuestro cerebro, que los retomamos – acelerando con ello la producción de endorfinas[3] -, que los recordamos, sencillamente porque: «Recordar, es volver a vivir».


[1] La palabra felicidad proviene del latín de la palabra felicitas, que deriva de la palabra felix y significa “fértil” o “fecundo”.

[2] Conocido como Eudaimonia. Término griego que se traduce como "felicidad", "bienestar" o "vida buena"

[3] Hormonas que se producen en el cuerpo y que se asocian con la sensación de felicidad y bienestar.

lunes, 18 de noviembre de 2024

La vida, ¡realmente es un número!

Estando con 14 años en primer año de bachillerato – por lo visto un bisoño – tenía un compañero de beca, del cual tengo su apellido en “la punta de la lengua” que solía contar todo lo que veía a su alrededor: número de persianas en la ventana, bujías en el techo… que por mi edad no era muy elocuente en ese entonces de pensar si realmente él era una persona, ¿cuerda?

Si bien desde joven en mis estudios nunca tuve problemas con las ciencias de los números: las matemáticas, tampoco era que me destacaba, pero si ya en ese entonces me inclinaba a las ciencias naturales y el empleo de la disciplina anterior en esta última.

Especializarme específicamente en la Química – alcanzando la licenciatura e incorporando elevado número de post grados -, ligado a la medición de líquidos con el uso de Erlenmeyer, vaso de precipitados, pipetas, por otra parte, el ajuste o balanceo de ecuaciones por diversos métodos…

Posteriormente vincularme a la impartición de otras disciplinas como Física, Biología, Ciencias Naturales (propiamente dicha), ellas en su impartición me demostraban una vez más la importancia de los números, en fórmulas, leyes, pero sobre todo en la aplicación en la vidia diaria, por ejemplo: al conducir (leyes de newton, al frenar o acelerar; ángulos necesarios para doblar o parquear, que decir del llamado ángulo de Peralte[1], para evitar no salirme de una curva, etc.), lo cual solíamos hacer llegar a los estudiantes de la importancia al ser aplicado.

Que, si hablamos de lo cotidiano, de lo que vivimos cada día, lo podemos asociar a un número de actividades indeterminadas: tres tazas de café al día; número de tabletas para controlar la presión (dosis); día de la semana en que me corresponde lavar, teniendo en cuenta la cantidad de jabón líquido que deberé añadir; la planificación y selección de los artículos a publicar en los diferentes medios periodísticos (que incluye el número de palabras – que me condicionan - a la hora de escribir un artículo o bien cuartillas); lo que he de compartir en las redes y que resulte de utilidad a los docentes.

Cinco párrafos escritos y aún no me acuerdo del apellido del colega que contaba persianas y bujías…sigo, no me detengo: ¡Ya me acordaré!; Número de segundos que deberé de darle al agua en la taza, para tomarme un delicioso café expreso; número de piezas permitida que debo añadir a la lavadora para evitar dañar la máquina; número de hojas leídas del libro de turno, marcado por un separador; fechas que me indican el cumpleaños de un amigo(a), al cual debo felicitar.

Tiempo que me queda para sumarme a zoom o meet, para comenzar mi Webinar, previo chequeo de conexiones, materiales de apoyo listos; control de los estudiantes, trabajos entregados, horarios para atenderlos bajo la modalidad asincrónica.

Lectura de correos de cada día, ante la incertidumbre de una nueva propuesta de trabajo; responder otros, compartiendo su curriculum vitae ante la necesidad de trabajo, donde realmente me da pesar ver cuántos profesionales jóvenes sin empleo, así como adultos que para muchos “seleccionadores”, ya cumplieron con su tiempo de vida, como si fuesen material descartable, lo cual contradice aulas súper pobladas, docentes impartiendo asignaturas tan disímiles, donde no necesariamente fueron formados, con el propósito de llenar una plantilla docente, dónde el resultado por mucho esfuerzo que se haga es poner en duda la calidad de la educación que imparten, no siendo responsabilidad de ellos.

Ya se me acaba el tiempo, el número de palabras, números, números…y, pido disculpas, pero realmente no me acuerdo del apellido del contador de bujías, sé que comenzaba con P, pero...



[1] Se denomina Peralte a la pendiente transversal que se da en las curvas a la plataforma de una vía férrea o a la calzada de una carretera, con el fin de compensar con un componente de su propio peso, la inercia (o fuerza centrífuga, aunque esta denominación no es acertada) del vehículo, y lograr que la resultante total de las fuerzas se mantenga paralela al plano horizontal, actuando de fuerza centrípeta dirigida en todo momento hacia el centro de la curva.

lunes, 11 de noviembre de 2024

¿Es bueno abrazar o ser abrazado?

Usualmente cuando abrazamos a alguien (al menos yo) lo hacemos como una forma de recibir (o despedir) a alguien que por un tiempo prudencial - aunque puede ser corto, como es el caso de un viaje fuera del país, y sino lo invito que vaya al aeropuerto – dejamos de ver físicamente. 

Esta persona puede ser un compañero de trabajo, un familiar, un amigo o amiga. ¿Qué siente una persona cuando es abrazada? 

Primeramente, un estímulo de índole emocional, donde se evidencia afecto, cariño, señal de gratitud, de reconocimiento ante una labor encomiable. Cuando abrazamos la piel (es nuestro órgano más extenso, donde completamente extendida puede llegar a ocupar un área de hasta 18 m2 y puede llegar a pesar entre tres y cinco kilos) es la primera responsable de que sintamos una caricia o de que notemos el calor producido por el fuego o el frío de la nieve. 

Investigaciones científicas plantean que el contacto físico o la estimulación física es absolutamente necesaria para nuestro bienestar emocional. El tacto terapéutico, reconocido cono una herramienta esencial para la curación, ahora es parte del entrenamiento de enfermeras en grandes centros médicos. 

El tacto es usado para reducir el dolor, la depresión y ansiedad, como también para aumentar el deseo de vivir del paciente, y para los bebes prematuros que carecen del contacto físico mientras están en la incubadora y así ayudarles a crecer y prosperar.

 Otros experimentos científicos reflejan que el contacto físico (a través del abrazo) influye en: deshacer la soledad, derrotar el miedo, ayuda a la auto estima, alienta el altruismo (¡no puedo creerlo, pero quiero abrazar a esa persona!), retrasa el envejecimiento (aquellos que abrazan se mantienen jóvenes más tiempo), ayuda a reducir el apetito (supongo que, en esta última aseveración, la opinión dada es por una gordita o gordito que no pudo ser abrazado totalmente) 

Otras acciones del abrazo es que ayudan con el problema del insomnio, provee ejercicios de estirarse si usted es bajo de estatura, provee ejercicios de inclinarse si usted es alto, preserva en condición a los músculos de los brazos y los hombros,  afirma la existencia física, es portátil, imparte la sensación de que pertenecemos, no exige lugar en particular (el lugar adecuado para dar un abrazo es cualquier lugar como al pie de la puerta, un cuarto de conferencia ejecutivo ... una iglesia o un campo de fútbol) y  es democrático (ya que todos somos elegibles para un abrazo) 

Existe una anécdota la cual hace referencia a la primera semana de vida de un par de gemelos, que estando en el hospital y cada uno en sus respectivas incubadoras, a uno no se le esperaba que sobreviviera.  

Una enfermera del hospital, en contra de las reglas del hospital, puso a los bebes en la misma incubadora.  Cuando los pusieron juntos, el más sano de los dos, puso su brazo sobre su hermana, "abrazándola".  El ritmo del corazón del bebe mas pequeño se estabilizó y su temperatura se normalizó. Ambos bebes sobrevivieron.  Luego ¡A abrazar se ha dicho!

lunes, 4 de noviembre de 2024

+ Calendario, + ¿peleón (a)?

Escuchar la palabra calendario, para los que somos docentes por “inercia” solemos asociarla a planeamiento, calendarización de múltiples cosas – ¿qué no hacemos los maestros? – por ejemplo, clases, evaluaciones, solicitar las actividades no presenciales (o sencillamente tareas, entre otras), etc.

Palabra – me refiero a calendario – cuyo origen etimológico, palabra derivada del latín, concretamente de “calendarium”, que era el vocablo que los romanos utilizaban para referirse a los libros de contabilidad; término cuyo origen de “calendas”, que era el primer día del mes para los romanos según la luna nueva.

Pero de pasar a una definición, de la cual solemos asociar o conocer con mayor frecuencia, calendario es «Un sistema que permite medir y graficar el paso del tiempo»; recurso que apela a la división temporal en unidades como años, meses, semanas y días, dónde lo común resulta un tipo de esquema y láminas que permiten su representación gráfica.

No obstante, a pesar de todo lo anterior, calendario también lo asociamos con la palabra almanaque, que para algunos genera nostalgia, porque sencillamente “las hojas van cayendo sobre uno” y en otros “una vida vivida”, y que tal vez promueve al rol de poder transmitir sus experiencias, diría en “modo consejero”.

¡Preguntémoslo al abuelo!, ¡al profesor, que es toda una cátedra!, que no por gusto los años caen en vano, pero como siempre “encontramos un pelo en la sopa”, donde hay quienes equivocadamente señalan que con el pasar de los años y «con el deshoje del árbol» las personas adultas se vuelven más peleones – entiéndase que suscita muchas discusiones -, y por otra parte intransigibles[1] - es decir no quien evitar o poner fin a un conflicto, cierto o eventual, mediante algún tipo de concesión. En resumen: ¡No entienden!

¿Y en el caso de la pareja, donde la relación ha sido más estrecha y a pesar de ello, las contradicciones se hacen más frecuentes?, cuando pareciera ser que se conocen hasta el último poro. En lo personal considero que un factor clave, resulta la rutina.

¿Siempre lo mismo?, ¿nada diferente?, esto en lo cotidiano, y ¿en lo externo? Por ejemplo, ambos tenían su trabajo, y que, al calor de determinados vaivenes, de pronto uno pasó al desempleo o bien se jubiló (donde este último sufre un “vacío de actividades”), a lo que se suman problemas financieros, los cuales pueden e inciden en lo cotidiano.

En las redes sociales, suelen reflejarse los llamados memes - como un modismo, broma, chiste o contenido memorable compuestos por una imagen simple acompañada por un texto o subtítulo inteligente y contundente, donde uno de los dos de la pareja, - Nota: No digo quien para evitar subterfugios -, lleva la batuta sobre el otro: ¿quién? Respuesta: silencio total.

No queda dudas, que la solución, aunque no la tengo todas en la mano, es conversar con efectividad, donde se expresen pensamientos, emociones y sentimientos; saber entender la dinámica de ambos en cuanto al trabajo o en cuanto a otros quehaceres, de modo tal que la colaboración fluya en ambos sentidos.

¿Y como medida anti-rutina? Mmmm…; acorde a los tiempos modernos, envíele mensajes de textos; Cuando sienta ganas de criticarle, cuenta hasta ¿cien? y reflexione… a ver si vale la pena; No realice objeciones a todo lo que dice o hace el otro; regalarle flores o, mejor, ¡una caja de bombones… ¿que no le gusta el chocolate?; ver las estrellas, sin embargo, el día seleccionado: ¡Llueve!

¿Ir al cine?, ¡No le gusta ese tipo de películas!; ¿A cenar?, ¡El servicio demorado y la comida estaba fría!; ¿Viajar? ¡Los pasajes están muy caros!; ¡Acostémonos temprano!, no, ¡vienen los nietos…!

Pareciera que, para concluir nos queda por decir: ¡Trágame tierra!, pero no, ¡paciencia…! ¡Amor ya voy a sacar a las mascotas…!



[1] Condición de quien no quiere evitar o poner fin a un conflicto, cierto o eventual, mediante algún tipo de concesión