Escuchar la palabra calendario, para los que somos docentes por “inercia” solemos asociarla a planeamiento, calendarización de múltiples cosas – ¿qué no hacemos los maestros? – por ejemplo, clases, evaluaciones, solicitar las actividades no presenciales (o sencillamente tareas, entre otras), etc.
Palabra – me refiero a calendario
– cuyo origen etimológico, palabra derivada del latín, concretamente de
“calendarium”, que era el vocablo que los romanos utilizaban para referirse a
los libros de contabilidad; término cuyo origen de “calendas”, que era el
primer día del mes para los romanos según la luna nueva.
Pero de pasar a una definición,
de la cual solemos asociar o conocer con mayor frecuencia, calendario es «Un
sistema que permite medir y graficar el paso del tiempo»; recurso que apela a la división
temporal en unidades como años, meses, semanas y días, dónde lo común resulta un
tipo de esquema y láminas que permiten su representación gráfica.
No obstante, a pesar de todo lo
anterior, calendario también lo asociamos con la palabra almanaque, que para
algunos genera nostalgia, porque sencillamente “las hojas van cayendo sobre uno”
y en otros “una vida vivida”, y que tal vez promueve al rol de poder transmitir
sus experiencias, diría en “modo consejero”.
¡Preguntémoslo al abuelo!, ¡al profesor,
que es toda una cátedra!, que no por gusto los años caen en vano, pero como
siempre “encontramos un pelo en la sopa”, donde hay quienes equivocadamente
señalan que con el pasar de los años y «con el deshoje del árbol»
las personas adultas se vuelven más peleones – entiéndase que suscita muchas
discusiones -, y por otra parte intransigibles[1]
- es decir no quien evitar o poner fin a un conflicto, cierto o eventual,
mediante algún tipo de concesión. En resumen: ¡No entienden!
¿Y en el caso de la pareja, donde
la relación ha sido más estrecha y a pesar de ello, las contradicciones se
hacen más frecuentes?, cuando pareciera ser que se conocen hasta el último
poro. En lo personal considero que un factor clave, resulta la rutina.
¿Siempre lo mismo?, ¿nada
diferente?, esto en lo cotidiano, y ¿en lo externo? Por ejemplo, ambos tenían
su trabajo, y que, al calor de determinados vaivenes, de pronto uno pasó al
desempleo o bien se jubiló (donde este último sufre un “vacío de actividades”),
a lo que se suman problemas financieros, los cuales pueden e inciden en lo
cotidiano.
En las redes sociales, suelen reflejarse
los llamados memes - como un modismo, broma, chiste o contenido memorable compuestos
por una imagen simple acompañada por un texto o subtítulo inteligente y
contundente, donde uno de los dos de la pareja, - Nota: No digo quien para
evitar subterfugios -, lleva la batuta sobre el otro: ¿quién? Respuesta: silencio
total.
No queda dudas, que la solución,
aunque no la tengo todas en la mano, es conversar con efectividad, donde se
expresen pensamientos, emociones y sentimientos; saber entender la dinámica de
ambos en cuanto al trabajo o en cuanto a otros quehaceres, de modo tal que la
colaboración fluya en ambos sentidos.
¿Y como medida anti-rutina? Mmmm…;
acorde a los tiempos modernos, envíele mensajes de textos; Cuando sienta ganas
de criticarle, cuenta hasta ¿cien? y reflexione… a ver si vale la pena; No realice
objeciones a todo lo que dice o hace el otro; regalarle flores o, mejor, ¡una
caja de bombones… ¿que no le gusta el chocolate?; ver las estrellas, sin
embargo, el día seleccionado: ¡Llueve!
Pareciera que, para concluir nos queda por decir: ¡Trágame tierra!, pero no, ¡paciencia…! ¡Amor ya voy a sacar a las mascotas…!
[1]
Condición de quien no quiere evitar o poner fin a un conflicto, cierto o
eventual, mediante algún tipo de concesión
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