
Por leyes suelen ser comunes: el himno, el escudo y la
bandera, símbolos que se formulan a partir de representaciones visuales o
verbales que pretenden difundir los valores de la historia o de los personajes
célebres del país. Pero también hay otros (símbolos no oficiales o atributos)
que son también considerados genuinos representantes del país por su tradición,
origen, uso o presencia particular, por ejemplo aves, flores, árboles,
monumentos, espacios físicos, etc.
¿Símbolos – migración? Aclaro algo antes de continuar y son
las siguientes definiciones: La migración humana se puede observar
como un único proceso visto desde dos puntos de vista: inmigración y
emigración. Inmigración es el proceso por el cual un individuo o grupo
llega a un país diferente de su lugar de origen para establecer su residencia.
La emigración
se refiere a la salida del lugar de origen para asentarse en otro sitio.
¿Listo?, ¡seguimos! En el primer párrafo mencionábamos al final “… que busca la
unión de aquellos que habitan el país”, ¿y por qué no a los que estamos fuera
de ellos?; ¿qué sucede cuando te cobijas bajo nuevos símbolos nacionales o
patrios?
Cobijarse bajo nuevos símbolos resulta evidente hablar de
emigrar, por los motivos que fuesen: económicos, guerras, políticos, desastres
naturales, culturales, familiares, ausencia de trabajo, estudios y otros ¿y
cómo consecuencia?
Efectos psicológicos y mentales ante la incertidumbre de
encontrar trabajo – donde del poder adquisitivo dependerá todo – y a partir de
ello la búsqueda de alimentos básicos, donde habitar, la adaptación (o rechazo)
a la nueva cultura, el lenguaje y sus modismos, donde una palabra, puede
convertirse en lo contrario o una palabra indebida donde puede generarse una
falta de respeto, aunque sea castellano y en el peor de los casos un nuevo
idioma, los que nos puede poner en una situación muy incómoda donde simplemente
no se entiende nada.
Una emigración puede ocasionar depresión, angustia, crisis
de pánico, ansiedad, desórdenes alimenticios o muchas otras situaciones
circunstanciales que son consecuencia del proceso migratorio y que se refuerzan
si es abrupto.
Otro elemento en las emigraciones, es el factor edad donde suelen
predominar las personas más jóvenes, que cuentan con más fuerza física y vigor
emocional para emprender una nueva vida en un lugar diferente mientras que en
el caso de los adultos, que a pesar de la profesionalidad, títulos etc., deben
atenerse a las leyes del país que los recibe, además la competencia desleal de
jóvenes graduados que allí son oriundos que si bien no tienen la experiencia
profesional suficiente, el empleador contrata con un salario mucho más bajo. En
América Latina es común ver en los medios escritos sección clasificados:
empleos, se necesitan “...entre 25 y 35 años y con buena presencia (¿?)”; en
Europa, suelen solicitarse personas sumamente bien preparadas, años de
experiencia, ¿contradictorio, no?
Un factor más que denominaría “interesante”, lo es la
xenofobia, entiéndase rechazo al extranjero, aspecto que cundo se siente, duele
y es real. Aunque realmente no todo es “blanco y negro”, se crean agrupaciones,
colonias, barrios, zonas donde habitan por nacionalidades y en ella se
conservan factores culturales como son fiestas, alimentos, que para algunos es
un cierto paliativo.
Es cierto que en todo esto, donde prima la añoranza – no importan los años, difícilmente alguien pueda olvidar el terruño – pero que complejamente habrá que adaptarse, las nuevas tecnologías “nos acercan”, lo que hace reducir la distancia emocional entre las personas, pero...
Y antes de terminar por hoy un consejo: ¡Dónde quiere que
esté en su condición de emigrante - aunque se nacionalice, donde en su
pasaporte o cédula (ID) queda registrado país de origen -, conserve su idioma,
su cultura, al menos en el seno de la familia o sus coterráneos en reuniones,
encuentros casuales, tenga presente al menos los colores de su bandera, el himno!
¡Ello debe llevarse en la sangre! ¿Está de acuerdo conmigo?
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