lunes, 1 de junio de 2020

¿Deshumanizarse, en tiempos de pandemia?


Toda persona cuando por una razón u otra – vocación o no – toma una carrera universitaria, técnica, alcanza un título académico y pasa al siguiente escalón: trabajar en relación con la certificación alcanzada, no necesariamente se cumple lo cual dependerá del mercado laboral: por ejemplo: un taxista graduado de ingeniería.

Estatus que podría tener un carácter temporal, en función de nuevos cursos, que le permitan una mejor hoja de vida y con ello probabilidad de un nuevo trabajo, donde quedarse “sentado” no conduce a nada. Recuerdo que el mundo – entiéndase las mejores opciones laborales - están hecha para los que perseveran y se superan constantemente, para los que “luchan”, que pueden caer, pero que una vez más deben levantarse.

Comenzamos en el nuevo trabajo formal o informal y nos convertimos en un empleado: “Persona que trabaja para otra o para una institución a cambio de un salario”, por cierto esta definición la siento algo ¿compleja?, ¿por qué se preguntará? Cuando entramos al “mercado” la persona debe sentirse comprometida con el empleador, existen normas, reglamentos las cuales deben cumplirse y lo más importante el establecimiento de una relación diría como “sentirse parte de…”; “…cuando alguien me diga, ¿dónde laboras?”, con orgullo responder a la par de una inhalación profunda, “en…”

Satisfacción que será mucho más efectiva de recibir el efectivo si a la par de ello existe una comunicación adecuada, fluida del empleador al empleado de reconocer el esfuerzo realizado, la calidad del producto de su trabajo, acción que no debe ser una hipótesis -suposición hecha a partir de unos datos que sirve de base para iniciar una investigación o una argumentación -, sino un principio ético y moral (identificados como Principios del Ser Humano), en el que se permita flexibilidad, tolerancia y sobre todo cuando la vida se nos hace mucho más compleja y en particular cuando se trabaja desde casa (teletrabajo) y más en la labor docente (pero válida para cualquier oficio que se encuentre actualmente, bajo esta condición), donde a modo de ejemplo: la clase – cuyo local se conforma por una silla próxima a su “escritorio”, donde este último no es más que una tabla de planchar, teniendo como fondo “la mejor pared” para cuando conversa con sus estudiantes - se haya visto afectada de ser impartida en el horario correspondiente por haberse ido la energía eléctrica en ese momento.

¿Y la respuesta del empleador deshumanizado? – que controla el desarrollo del proceso docente educativo en línea – reclame “sin ton ni son” (expresión es de origen musical, utilizada para expresar cosas fuera de orden, medida, oportunidad u ocasión, cosas que no tienen sentido porque son impertinentes, no obedecen a arbitrio o conocimiento alguno y están fuera de lugar), ¿cuándo recuperarás la clase?, sin mediar ¿“Cómo está profesor, su familia”?

Si realmente es así, tiene sentido la definición de empleado: “…trabaja… a cambio de un salario”, le añado por una necesidad imperiosa: al menos comer y garantizar la alimentación de su familia.

Obviamente un docente, un médico, un ser humano – que ama su profesión – sin importar quién cuestione su labor, le dará el valor agregado de superarse, incorporar nuevos elementos tecnológicos a sus clases, atender a sus estudiantes (a pacientes, a las personas con las que interactúa) mucho más del tiempo formal establecido. 

Esta actitud vale más que un salario y es impagable.


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