lunes, 19 de abril de 2021

El fiel en las clases híbridas.

Partamos de la definición de dos de los términos del nombre del artículo de hoy, comenzando por fiel y no refiriéndome a fidelidad, sino a esa “aguja que juega en la alcoba o caja de las balanzas y romanas, y se pone vertical cuando hay perfecta igualdad en los pesos – realmente masas - comparados”

Entiéndase, si en el plato de una balanza de laboratorio coloco un vidrio reloj que contiene 5 gramos de sal común, en el plato contrario, las pesas que ubiquemos habrán de sumar el mismo valor y la aguja del fiel, deber marcar cero.

¿Y en el caso de híbrido? El primero que nos viene a la mente, cuando estudiamos biología (enseñanza media superior o bachillerato y en el caso de las carreras universitarias vinculadas a la salud) es cuando se procrea un animal o vegetal por dos individuos de distinta especie o descendiente de padres genéticamente distintos con respecto a un mismo carácter.

Si nos salimos de ese campo y nos trasladamos a otro ejemplo es el caso de los autos que pueden funcionar tanto con combustible como con electricidad.

Hasta aquí todo bien, pero ¿y en el caso de las clases híbridas? cuya salida a “la luz” surge a partir de una respuesta institucional (ministerio o secretarías de educación o universidades) públicas o privadas al desarrollo de las clases en tiempos de pandemia.

Muchas modalidades han sido “experimentadas”, por ejemplo: en los grados terminales (últimos años de bachillerato) en que los estudiantes por ser “mayores” se supone que están más comprometidos, al acercarse su graduación, más madurez.

En la enseñanza universitaria resulta algo similar, donde el compromiso es más inclusive; estos asisten en modo presencial un par de días a la semana y el resto remoto o virtual, aunque todo depende de la naturaleza de la carrera en función de clases donde sea alto el componente práctico.

En los menores – preescolar o kínder, primaria – lo que más afecta o incide es la ausencia de las relaciones entre los propios estudiantes y por ende el debilitamiento de la socialización, a lo anterior se suma la no necesaria preparación académica de los padres en apoyar a sus hijos, el factor tiempo de estar en una sesión de 4 a 5 horas a la par; las condiciones en el hogar, condiciones que llamo TIC (conexión, dispositivo, etc.)

Pero basta que – desfavorablemente - sin importar la edad, ni el nivel de educación, que “aparezca” un estudiante con síntomas de gripe, fiebre, tos, para que provoque “un alto en el camino” y las instituciones recurran a un plan B, no necesariamente previsto, recurriendo a que las clases se trasladen a la modalidad remota, donde el aula se convierte “mágicamente” en ¿comedor, cuarto, sala?, a lo que se suma la inercia del mismo horario, posiblemente lo más fácil, atado a las horas clases programadas por el docente y por el cual se les paga.

Como suele suceder, quienes cambian o se adaptan primero a los cambios es el mundo empresarial – no podemos olvidar que, en el mundo universitario, los cambios curriculares se deben a lo que las empresas requieren, necesitan – pero lo anterior no resta en ningún momento que la Educación, espere pacientemente a que la pandemia concluya lo antes posible para volver a la normalidad y aquí no ha pasado nada y regresar al plan A.


Es necesario que los pedagogos, expertos, indaguen y propongan las mejores opciones, que se estudian las mejores experiencias, sin trasladar automáticamente un modelo X, dado que cada entorno es diferente y me refiero desde país, hasta la escuela. Por lo visto el fiel, en clases, aún no marca cero al estar “sus platos” totalmente desbalanceados.

¿Y del profesorado? Imposible olvidar, pero sobre esto lo abordaremos en otra publicación.

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