Me encontraba pelando -cada tres
semanas, especie de dogma a pesar de mi escasa cabellera que parecen como
agujeros de la capa de ozono[1]-
y me comentaba el joven barbero, que había visitado a sus abuelos en una zona
rural bien alejada de la ciudad, en un pueblo muy pequeño de unos 9000
habitantes, después de año y medio.
Su llegada al pueblo era todo un
espectáculo, «…llegó el nieto de…», visita que llevó a cabo en medio de
las fiestas patronales, donde hubo de participar, por supuesto en la medida que
me relataba las costumbres de todo un pueblo volcado al fervor católico, con
bailes, juegos y otros, mi imaginación la traducía a colores, música, sonrisas,
alegría al menos en modo virtual, haciendo uso del vocabulario actual, ligado a
la tecnología.
No podía faltar la pregunta al
especialista en corte de cabello (en serio), «¿Y tus abuelos no vienen a la
ciudad capital?, «Sí, respondió», «…pero no les gusta mucho,
vienen por muy corto tiempo a visitar a la familia, otros hermanos, nietos y
tal vez un par de días, desesperados por regresar a su terruño»
Continuando con el diálogo lo que
hacía que el tiempo prudencial de la ‘pelada’ fuese aparentemente más rápido
del habitual, tratando de contradecir a Einstein en su teoría de la relatividad[2],
aunque fuese el mismo; continúo… «y a ellos, ¿no les gustaría vivir en la
ciudad?»; como respuesta literal «No», «el ruido, la inseguridad ciudadana,
personas que no se saludan, que viven apurados, …, además extrañaría levantarse
y no observar el verde de las montañas, el rocío de la mañana, …, y trabajar (a
pesar de la edad de mi abuelo), la siembra y recolecta de maíz, el café hecho
con leña, por mi abuela»
Y a pesar del temor de perder una oreja
(no como la de Van Gogh) … seguía, … «¿sabe qué?, para abuelo lo peor de todo
es ponerse calzado de cuero, le aprieta, le cuesta acordonarse los mismos, y
por ello lo que más le gusta son sus caites[3], y
cuando puede hasta descalzo»
«¿Muy mayor tu táta?», le pregunté…, «isí!»,
fue su respuesta, «nunca fue a la escuela, si le viese las manos son gruesas, callosas,
como hombre de trabajar la tierra, al fin y al cabo, pero… a pesar de no saber
leer ni escribir, no hay quien le gane en el arte de tener productivas sus
pedacitos de tierra donde cosecha»
Ya terminado el corte (la oreja seguía
ahí), el tiempo había sido el mismo (luego mantenía mis buenas relaciones con
Einstein) mientras seguía girando el poste de barbero[4],
le agradecí saber de mucho de su familia, hasta le comenté que le enviases
saludo de mi parte a Táta.
Ya en búsqueda de la salida, para dirigirme a la casa, pensé … pronto llegaremos al primer cuarto de este siglo y aún, seres humanos siguen sin asistir a la escuela, -que no es un deshonor trabajar la tierra-, ¡pero tanta pobreza, inequidad…!»
¡Cuánto nos queda por hacer entender que la Educación, debe llegar a todos los rincones de nuestro planeta!
[1]
El agujero de la capa de ozono es una zona de la atmósfera terrestre donde se
producen reducciones anormales de la capa de ozono, fenómeno anual observado
durante la primavera en las regiones polares y que es seguido de una
recuperación durante el verano.
[2]
El supuesto básico de la teoría de la relatividad es que la localización de los
sucesos físicos, tanto en el tiempo como en el espacio, son relativos al estado
de movimiento del observador: así, la longitud de un objeto en movimiento o el
instante en que algo sucede.
[3] Del náhuatl cactli. Sandalia tosca de ciertos indios o campesinos.
[4] Un
poste de barbero es un tipo de signo utilizado por los barberos para indicar el
lugar o tienda donde realizan su oficio. El signo comercial es, según una
tradición que se remonta a la Edad Media, un bastón o asta con una hélice de rayas
de colores.
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