Cuando estamos próximos a culminar los 365 del presente año (5 días; 120 horas; 7200 minutos) donde posiblemente estemos visualizando donde ir, con quien ir, con quien quedarse, con quien compartir, con que celebrar, que comprar, que tenemos para consumir, que apreciar en caso de quedarnos en casa ¿película, serie, música?, cómo sentarnos en la mesa a la hora de cenar, cómo ornamentar la casa, ¿pintar?; ¿comprar nuevas cosas para el arbolito?; a quién llamar o ver virtualmente ¿antes o después de las 12 de la noche o a las 12:01 am, teniendo en cuenta los usos horarios?; los regalos ¿ya se compraron?, ¿los empaques?; el balde o cubo de agua, para su contenido tirarlo hacia la calle; la compra de fuegos artificiales; las uvas, la sidra o vino; la maleta lista (vacía) para darle una vuelta a la cuadra como augurio de viajes; ¿qué me falta…?
Por lo visto, un sinfín de
preparativos que nos genera un ambiente indiscutiblemente festivo.
Sin embargo, en lo personal, acudo
a un conjunto de remembranzas[1],
algo así como suelen hacer muchos noticieros en la televisión que realizan –
comúnmente el día 1ero del nuevo año – un resumen de los principales hechos
acaecidos.
Partiendo de los logros
individuales y colectivos (de la familia, de las amistades), un año donde he adquirido
más ideas (las musas se han comportado de maravilla), diría que prolífero, para
ser concretadas en artículos o podcast que han conllevado a lecturas o escuchas
respectivamente que refuercen la formación en el aprendizaje a padres de
familia, docentes, directores, personal auxiliar, en lo que implica una palabra
tan bella y a la vez compleja, como es la EDUCACIÓN, utilizando para ello recursos
digitales tan importantes como las redes sociales, periódicos (digitales o
impresos), donde he pretendido que irradie el respeto, mediante palabras,
ilustraciones, que a su vez permitan la reflexión y con ello generar al menos
ciertos cambios conductuales.
En lo colectivo, como logros, el
incremento de la familia en edad, señal que continuamos con buena salud, sobrinas, sobrinos
que nos han proporcionado la felicidad al ver sus sonrisas con las buenas notas en sus estudios, lo que me consolida como un buen tío – abuelo (dada mi profesión, como señal de que van por el mejor camino); un año que termina cuidándonos los unos a los otros en la medida de las posibilidades; un mayor
acercamiento al menos virtual, saludando y celebrando los cumpleaños de la
familia, Y como mencionabamos hace un instante, los pases de grado en la escuela del “nieteral”; el desempeño exitoso de
los mayores cada cual en su centro de trabajo, a pesar de los bemoles sociales
de cada país donde viven.
Y, ¿en el caso de la carta al
niño Dios o a Santa Claus o Reyes magos para el año venidero? Salud, crecer intelectualmente,
estudiar, aprender más, más, superarme; lograr más adeptos a lo que trato de
transmitir, ya que con ello logro – posiblemente - sensibilizar los sentidos de
los mismos, ante la carencia y en el mejor de los casos de la insuficiencia de
la información donde “conversemos” sobre temas necesarios, que contraponen a
los antivalores, que nos sobresaturan por todas partes. Por supuesto, aunque
sea una semilla que prenda y cuya planta florezca, dentro de un mar de problemas
sociales, que son reales, dormiré mucho mejor.
A todos/as quien lea este
artículo o quien lo escuche, les deseo muchas cosas buenas, muchas, que lo que
se propongan, lo alcancen. Nota: si forma parte de su traducción, no olvide
lanzar su balde o cubo con agua hacia la calle ahuyentado con ello las penas
del año que termina y dándole la bienvenida a uno lleno de prosperidad y buenas
vibras. ¡Feliz año nuevo!
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