lunes, 11 de marzo de 2024

El estado (no) soy yo

Realmente pareciera ser que el título del presente artículo no es el correcto cuando de omitir el no, la frase como tal sería la dicha por el Rey Luis XIV de Francia[1], frase con la cual pretende la primacía de la autoridad real ante el parlamento.

¿Y por qué intercalo entre paréntesis el no, se preguntará usted? Como docente hay colegas universitarios no tanto del Siglo XIV, pero si al menos del XX y el actual que son del criterio que ellos y solo ellos resultan ser las únicas autoridades en el dominio del contenido donde nadie puede ni chistar, sencillamente callados y anotando.

No permiten preguntas, y menos interrupciones y en el peor de los casos no usan ningún tipo de tecnología; recuerdo uno que en los tiempos de pandemia planté que él no podía dar clases bajo la modalidad remota, que lo suyo era: tiza o marcador y pizarra.

En mi época de estudiante en uno de los auditorios de la universidad donde éramos 200 estudiantes de primer año, diría que bisoños, donde nos comportábamos como soldados entiéndase cumplir con las órdenes, silencio sepulcral, libro de texto (muy voluminoso) de la asignatura (Química general), cuyo autor era el docente que nos daba la clase lo cual era un ¡prestigiazo!, pero aprendías o aprendías.

Pero también recuerdo que no era Luis XIV, fuera del aula, era asequible, afable, eso sí muy exigente además de ser un ejemplo, mencionaría que muy integral en sus valores, del cual era una verdadera escuela.

Los tiempos corren, nuevas metodologías, enfoques, tecnología que nos obliga a sencillamente “resetearnos”, asumiendo lo nuevo, pero con experiencias acumuladas; es cierto que todo docente debe tener control de la disciplina, partiendo de él o ella como ejemplo, exigente, alto dominio del contenido que imparte, creativo, pero sin dejar de sonreír y entender los problemas de los estudiantes.

Nuestros jóvenes lo necesitan, que tal vez a muchos de nosotros – en mi caso me excluyo al tener padres extraordinarios, a pesar de no haber obtenido la posibilidad de estudiar y trabajar desde muy temprano siendo adolescentes – no han sido debidamente orientados, ni aceptados ante familias disfuncionales.

Sencillamente es un ingrediente natural que debemos poseer los que ejercemos la carrera tan fabulosa, como es la Educación: brindar ayuda, escucharlos, darles sugerencias, que en el caso que resulte necesario conversar con sus padres.

No queda dudas y debe quedar perfectamente esclarecido que la autoridad - «Poder que gobierna o ejerce el mando, de hecho, o de derecho» - por un buen docente, que sea tolerante, reflexivo, prudente, ponderado, no habrá de perder la autoridad: «la clase comienza a las 8 en punto; la entrega de trabajos es el día tal, a la hora tal; usted por no haber cumplido con las actividades que le correspondía en su equipo de trabajo ha quedado aplazado, etc.

Es más, me atrevería a modificar (intento) que una persona con autoridad, ha de ser un ejemplo en la sociedad, que sabe tomar las mejores decisiones, siempre y cuando sean consensuadas, que sea receptivo, que escuche, que comparta con quienes les rodea, sencillo, amigable, y que sea consecuente con sus actos.

Necesitamos más docentes así, porque tenemos muchos, pero, necesitamos más. 



[1] Pronunciado el 13 de abril de 1655 ante el Parlamento de París, a los dieciséis años de edad.  La expresión identifica al rey con el Estado, en el contexto de la monarquía absoluta.

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