lunes, 25 de marzo de 2024

¿Un platónico… amor?

Les soy honesto, como trato de hacerlo siempre, que en el caso de la filosofía – no recuerdo bien si la comencé a estudiar en la enseñanza media o diversificado, o sencillamente no la estudié -, pero ya estando en la universidad como docente-administrativo, dónde me correspondía observar clases a docentes de estudios generales y en particular de Filosofía, pude darme cuenta de su importancia, a través de las clases de un colega – amigo, cuyas clases me hacían transportarme a Siglos a. C. (387), en la cual me parecía estar sentado sobre una piedra (algo así como El pensador[1]), meditando y cubierto con mi himatión o palio, prenda habitual que me cubrían el hombro izquierdo.

Todo ello me conllevó a escribir sobre esta disciplina «Conjunto de saberes que busca establecer, de manera racional, los principios más generales que organizan y orientan el conocimiento de la realidad, así como el sentido del obrar humano», elaborando un libro de texto para estudiantes del diversificado hace algunos años atrás, que por supuesto tuve que estudiar mucho, pero mucho, introducirme en varios personajes: Sócrates, Aristóteles, Tales de Mileto, Pitágoras, Epicuro, Santo Tomás de Aquino, Friedrich Nietzsche, John Locke, Galileo Galilei, Blaize Pascal y otros, primero para entenderlos, sus ideas, la vigencia de sus planteamientos, en un sinnúmero de disciplinas, tanto en el campo de las ciencias naturales, como las sociales.

Uno de los aspectos estudiados por Platón, lo fue el llamado «amor platónico», que, siendo muy joven, lo escuché, cuando entre los amigos de la infancia, preguntaban: «¿Y qué, la ligaste?», mi respuesta: ¡Suspiraba!, a la vez les confesaba, que todavía no le había dicho nada, solo algunas miradas entrecruzadas, una que otra sonrisita, pero hasta ahí.

Que para tratar de concretar analicemos que planteó concretamente Platón al respecto: «consideraba que el amor es la motivación o impulso que nos lleva a intentar conocer y contemplar la belleza en sí, además de ser un amor que busca trascender barreras, obviar completamente elementos sexuales y ser un amor que orienta hacia esa esencia de la belleza espiritual (la del carácter, la del alma) …».

Este al ser comprendido como un amor ideal, puede estar estableciendo una conexión con el mundo de las ideas (un mundo en donde todo era perfecto y el mundo real es una copia de este) planteado también por este filósofo, al ser un amor perfecto existirá allí pero no en el mundo real.

Por lo visto mi respuesta a los suspiros, se centraba en « al ser un amor perfecto existirá allí pero no en el mundo real», lo cual llegaba a la conclusión, que no habría conclusión alguna entre las partes; si recuerdo para colmo que le escribí una cartica anónima y la puse en su libro, yo la miraba desde asientos detrás, para ver su respuesta, pensando que con su miraba recorriendo el aula, me descubrirá…, sin embargo, ¡no fue así!

La profesora en ese momento ajena a todo lo que sucedía, le pidió el libro donde se encontraba mi ¡declaración de amor!, y dado el papelito doblado entre las páginas, lo tomó, y expresó «mira este papelito, estaba dentro de libro» para regresárselo a mi empírica amada; la respuesta de esta última fue, «profe, no se que dice ese papel, ni quien lo puso ahí»

La profesora ni corta, ni perezosa, lo abrió y le dio lectura para sí, su cara era una mezcla de sonrojo y sonrisa, en mi caso, agache la cabeza, pensando en este momento: ¡Trágame tierra!

No quedaba dudas que fue la mejor y posiblemente la primera puesta en práctica de conducir lo teórico a lo práctico, aprender haciendo.

Por lo visto hice extensible las ideas de Platón, cuando descubrí que el amor, es «ese sentimiento hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear», a lo que la añado, «…real y maravilloso»



[1] Es una de las esculturas más famosas de Auguste Rodin. El escultor concibió esta pieza entre 1881 y 1882 para decorar el tímpano del conjunto escultórico La puerta del Infierno, encargado en 1880 por el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes de Francia.

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