lunes, 13 de mayo de 2024

Con mi musa a otra parte.

Hablar de musa es ese ser de la mitología griega -inspiradoras de arte y el conocimiento – las cuales bajaban a la Tierra a susurrar ideas para inspirar a los mortales, en este caso yo – donde decidí buscar un entorno diferente, alejado de la ciudad, edificios altos, ruidos estruendosos cambiándolo al menos por un día por otro donde primaran las diferentes tonalidades de verdes, azules inundados, por el brillo del astro Rey.

Hube de levantarme temprano – que ya comenzando el período lluvioso -, no sabía que me esperaría consultando previamente el estado del tiempo que anunciaba tormentas eléctricas, lluvias y otros menesteres propios de la época.

Tomado el bus, que por suerte no iba lo suficientemente lleno, pensando que a mi lado se sentaría una de las nueve musas[1], al menos para conversar sobre que temas abordar una vez llegado al lugar de destino, pero resultó realmente imposible por varios factores: como acompañante me correspondió una mamá con un menor de edad ¿meses? que lloraba en busca de ser amantado; del techo del vehículo se escuchaban los canastos golpear una y otra vez en función de los baches, y los cambios de timón del conductor, lo que conllevaba a moverte como péndulo.

Compás de ruidos – no propios de la ciudad, los cuales se alejaban en función de la velocidad – que junto a visualizar los postes de luz que se trasladaban en sentido contrario, caí en un estado letárgico (sin ser patológico), lo cual me permitió recuperar las pocas horas dormidas, y cuyo sueño no concretado, fue sencillamente interrumpido por un fuerte frenazo y una voz del cobrador del bus que se desgañitaba: ¡hemos llegado al lugar de destino!

Bajarme con la mochila en mano, y otra en el pasamano a expensas de evitar una caída, ya que el piso que me esperaba era empedrado, cuyas superficies generaban un eterno desequilibrio digno de los mejores malabaristas como si fuese a cruzar de un techo a otro entre dos rascacielos del alto Manhattan sin pértiga.

Cuando descendí sin percance alguno, la naturaleza había sido fiel al esperarme y no haciéndole caso a los pronósticos de posible mal tiempo, primaban las montañas, los volcanes y lagos, el cielo azul; hube de dirigirme a un lugar adecuado – sin que fuese estrictamente Macondo - cuyas condiciones fuesen las básicas: pocas personas, asientos adecuados para un descanso donde reposar la espalda, muebles, techo rústicos, cierta privacidad y sobre todo una condición o sine qua non que no podía faltar: una taza de café.

Saqué mi computadora u ordenador tratando de conectarme – vía wifi – previa solicitud a la persona que llegó a servir el oscuro líquido amargo, oscuro cuyos olores me inundaban el sistema sensorial olfativo; ¿traicionarme a mí mismo, conectándome al mundo exterior, lleno de “ruidos” que distorsionan lo bello de la vida, con violencia, que nos agobian, cuando realmente había ido a buscar tranquilidad? Sencillamente NO.

La magia de corregir e indagar esencialmente significados – evitando con ello reducir el que se me escapara algún horror ortográfico - para que párrafos, ideas e imaginación resultasen lo más pulcras posible.

De cuando en vez, me detenía mirando al techo, sin que los transeúntes (colegas cafetéanos) me entorpecieran, atisbaba el local minuciosamente buscando que alguna ave se posara en la no muy lejana fuente, pero no al menos parecía que no tenían sed; por supuesto que tampoco y mucho menos visualizando mis cuartillas por encima de mi hombro: Gabo, Jorge Luis Borges, Benedetti, … otros (pido disculpas, lo que es la imaginación…)

Transcurrió el tiempo como si nada, ¿otro café?, ¿un pastel?, pensaba que lo escrito justificaba mi breve estancia en el bello local, en los colores, los paisajes que me esperaban a uno y otro lado en dirección a la terminal de buses, con la esperanza que, en esta ocasión, al menos una de las musas me revisase los bocetos que previamente le había compartido vía whataasp.



[1] Calíope, Clío, Erató, Euterpe, Melpómene, Polimnia, Talía, Terpsícore y Urania.

2 comentarios:

  1. Que bellas palabras para describir un instante con la naturaleza, que tanto nos hace falta en una vida tan llena de tecnología, inmediatez y rapidez.
    Aun cuando no se haya presentado la musa que tanto esperabas, te encontraste con GEA (la madre naturaleza griega) que te ha permitido apreciar y disfrutar de tan bellos instantes.
    Sigue disfrutando de tu tan deseado "Café"....

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