lunes, 30 de diciembre de 2024

Recordar es volver…

Aunque ya han pasado algunos años, siempre que regresaba, no podía faltar que unos de los lugares a visitar dentro de la casa, allí en una de las gavetas del closet, las múltiples fotos en blanco y negro donde se plasmaban años desde mi infancia, el nacimiento mis hermanos, abuelos, primos, amigos cercanos – los del barrio – verlos crecer y multiplicarse con los primeros nietos de la familia.

Dónde en las primeras ocasiones le pedí permiso a mi madre, para tomar algunas físicamente – no tenía ni cámara, y menos celular – hecho que ella asumió a regañadientes, el desprenderse de la historia recogida en dichas imágenes cuyas tonalidades cambiaban con el decursar del tiempo a grises y en algunos casos deterioradas en sus bordes.

En una y única ocasión – ya más de 10 años – pudimos reunirnos en casa de uno de mis hermanos varones, donde uno de las muestras de recibimiento a un costado de la escalera, era un mural donde en ellas se mostraban las fotos que procedían de la misma gaveta, del mismo closet, pero en esta ocasión el número era mucho mayor; por supuesto recibimos (mi hermana y yo) un tour de recuerdos, acompañados de nostalgia, pero que en esta ocasión se materializaba con vernos todos presencialmente.

La jornada fue fabulosa, inolvidable, pero que ya en esta ocasión las fotos tomadas eran en colores, - lo que daba un sentido de los avances tecnológicos y ligado a ello la profundidad del color por pixel[1] donde se incorporan los colores primarios (rojo, verde y azul) y sus múltiples combinaciones -, recogiendo a lo largo de casi ¿8 horas?, lo que hacíamos conversar, sentados donde había silla (éramos muchos) que por suerte aguantaban hasta dos y cuyo espacio reducido nos permitía abrazarnos, estar más cerca como señal de rescatar los momentos separados por el azar de las vidas dado los rumbos que en su momento decidió cada cual.

No podían faltar los platos típicos, esos que añorábamos de siempre sin importar el sobre cumplimiento de calorías proporcionados por carbohidratos, proteínas y lípidos; que decir de la música esa que, con los primeros sonidos de la clave, el bongó, la tumbadora, acompañado del eco con nuestras palmadas sin mucha resistencia transformábamos parte de la pequeña sala en un “amplio” salón de bailes.

Se tomaron fotos de todo – como constancia gráfica – fotos tradicionales: mamá e hijos; la familia en toda su extensión, aprovechándonos para apretarnos una vez más, sentados a la mesa… en fin, un día histórico; pero que en esta ocasión las imágenes no todas irían a parar a un álbum físico, sino a uno virtual.

Imágenes que una y otra vez son recordadas – de forma cíclica, con un período determinado (años) - por la magia de la programación de quienes diseñan las redes, y que te sorprenden, sencillamente porque muchas nos las recuerdas cuya impresión primera es una leve sonrisa y cuya mente prodigiosa te traslada a ese momento (y posiblemente siendo único ya que una vez observada “desaparece”, sino aprovechas para descargarla), después posiblemente una añoranza.

Algo parecido a cuando apreciabas las fotos dispersas ¿recuerdas? en la gaveta o bien un álbum cuyo fondo era negro y que solía sostenerlas bien por esquineros o por bolsitas transparente en modo protección, que no solíamos respetar, sencillamente la sacábamos.

Si bien el tiempo a veces nos parece que transcurren muy rápido, más cuando nos lo recuerdan o lo recordamos creo que la vida requiere de ese mismo instante, de dejar lo que la haya que dejar, haciéndolas a un lado y convivir con los que están y los que no están: en ambos casos, no faltarán las sonrisas, las lágrimas…  

«El pasado no desaparece, le gusta esconderse en la música, en las calles, en los sueños, y…en los recuerdos».



[1] En informática, se considera la unidad mínima que forma una imagen digital.

lunes, 23 de diciembre de 2024

Conversaciones perrunas.


Posiblemente el tiempo que no tuviste antes por diversas razones desde joven hasta adulto, para conocer el mundo que nos rodea: ocupaciones como estudiante, posteriormente como profesional, vinculado a la familia, la atención misma que requiere, así como a todos sus integrantes, lo nos conlleva a la atención de lo que denomino la macro: la generalidad, lo grande, lo amplio, en función del tiempo.

Si me traslado a lo micro: lo muy pequeño, nos conduce a centrar la atención lo que en un momento pudimos haber pasado por alto y no nos dimos cuenta anteriormente a pesar de ser parte de la familia: las mascotas y en particular Chanel y Nina, mis dos acompañantes (cocker), que me ayudan a apreciar el mundo de otra forma, cuando el tiempo que sigue siendo el mismo (no se detiene), lo centro en la conducta de ambas.

Una de 10 años y la otra de 7 años; no son del mismo padre, ni madre biológicos, por tanto, las elevo a la categoría de hijas adoptadas.

Si recurro a la tabla de la edad humanos versus perros (me da pesar llamarles perros), Chanel tendría 56 años y Nina 44, por lo visto dos mujeres hechas y derechas, adquiridas con la edad (ambas) de 45 días, que en los humanos equivaldría a unos 2 años aproximadamente, que en resumen compartimos décadas juntos.

Lo que en un inicio nos limitábamos a alimentarlas, bañarlas, enseñarles “…dame la patica”, “busca la pelota”, “siéntate”, esperar el grandioso recibimiento tras una jornada de trabajo, donde movían todo el “esqueleto”, saltaban, se levantaban en dos patas (me da pesar), para que las acariciara, me caían detrás, es decir toda una fiesta, que te hacia sentir halagado, muy halagado.

Hoy en día tengo más tiempo – y como buen observador, vinculado a mi labor docente e investigativo – me corresponde estudiarlas más: su forma especial de proceder o conducirse, entiéndase hábitos que una vez fueron educadas. Nota: lea nuevamente no adiestradas, sino educadas.

¿Por qué la “química” habrá aumentando entre nosotros tres? Sencillo, y para muestra varios botones: Disciplinadas, esperan pacientemente para desayunar juntos, ¡aunque a veces reclaman “! …papá ya es hora!"; ¿Me acompañan para leer el periódico?, mientras paso las páginas, ellas observan la naturaleza, interrumpido por ¿papá me puedes acariciar, sobándome la espalda?; ¿Qué tal si vemos un poco de televisión?, la cual observan por poco tiempo, que en pocas ocasiones siendo un tanto selectivas (diría), que si en la película o serie hay algún coterráneo perteneciente a la especie Canis lupus familiaris[1], y este (actor o actriz), ladra, ellas casi a la par, le responden con un aullar, donde casi balbucean señalándome que en la pantalla hay una intrusa o bien una posible amiga.

Cuando se aburren de lo tradicional, desean jugar, donde no pareciera ser que tienen el equivalente a 56 y 44 años, tienden a destender los cobertores del sofá, revolcándose con giros constantes hasta detenerse patas arribas en señal de estar relajados, descansando, sintiéndose bien y confiados.

Para colmo – créalo – cuando su mamá llama al timbrar el celular, se acercan en carrera al mismo y balbucean: ¡ … papá, mamá te llama para que la vayas a buscar al trabajo!; por lo visto, no me queda dudas que son chicas inteligentes y que me alegran el día.


¡Chanel, Nina, es hora de dormir, que mañana es navidad, ¿ya hicieron las necesidades?, ¿sí?, ¡Perfecto!, ¡Hasta mañana!; Corren a sus casitas, se enrollan e insofactamente reposan sus rostros sobre sus respectivas almohadas, tratando de contrarrestar la caída de sus pesados párpados, hasta que el sueño les vence.  



[1] Mamífero carnívoro/omnívoro depredador de la familia de los cánidos, es una subespecie del lobo (Canis lupus)

lunes, 16 de diciembre de 2024

¿Amigos viejos o viejos amigos?

Dándole vueltas a la cabeza a la par de la musa, ya una y otra rondaban en cómo abordar el problema – que realmente no es un problema, tener amigos y amigas – de la amistad, donde posiblemente siendo yo una persona colectivista, en grupos afines[1], ello me restringirá ¿cuántos?, pero tampoco con el propósito de ser populista, limitado por mi carácter: serio, poco afable, sonrisa difícil de generar, dientes (que a pesar de asistir periódicamente al dentista al mantenimiento adecuado) que pocos logran apreciar, ¿cuántos tengo y cuántos tuve?

Partiendo de la definición de amistad: «Afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato», vinculado con palabra similares: compañerismo, camaradería, aprecio, cariño, afecto, apego simpatía, hermandad…, etc.; ello me conlleva a varias reafirmaciones: «…nace y se fortalece con el trato»

No queda dudas que los primeros amigos (as), surgen desde pequeños, siendo fiñes, patojos, chamaco, crio, carajito, cipotes, chamaquitos, pibe, chavo, cabro chico, chamo, etc., cuando salíamos a jugar; ya en la escuela dependía de los gustos esencialmente: practicar deportes, las novias empíricas que nunca logramos conquistar, la música, las trastadas, ir al cine, al teatro, a la playa, salir a una cafetería de moda, donde a duras penas lograba reunir dinero para tomarme un refrigerio o merienda.

Que en la medida que crecía y “viajaba” a través de los diferentes subsistemas de educación no es que se perdiera la amistad, pero si se restringía un poco en el sentido del estudio, vinculándome a equipos donde evacuar dudas, solucionar las tareas, sin menospreciar o abandonar a los amigos (as) que iban quedando atrás al dividirnos en las diferentes carreras: manteniendo fechas esencialmente de cumpleaños, fin de años, casamientos y otros.

Ya inmerso en la vida laboral, el giro resulta muy significativo y por supuesto dependiendo del entorno, donde los factores que generan la amistad podrían resultar los mismos que décadas atrás: gustos, intereses, a lo que le añado cómo “ingrediente” de la nueva relación un apoyo «puro y sincero…», sobre todo cuando tienes una cierta experiencia en el desempeño acorde a tus funciones y/o responsabilidades.

Amistad que se hace sincera cuando escuchas, propones o sugieres acciones para la mejora del trabajo, pero que, a la vez admites las recomendaciones de ellos(as) sin la búsqueda de un beneficio a cambio; amistad que se fortalece – de forma desinteresada - cuando te preocupas ante un problema personal, ¿cómo siguió la persona afectada de salud, de la familia?; ¿Qué tal tus hijos en la escuela? Y, ¿por qué no, felicitarlo por el día de su cumpleaños?; que, si deseas sumar voluntades con tu colectivo de trabajo mediante competencias socioemocionales como la empatía, la prosocialidad, llevar a cabo cumpleaños, la llegada de un nuevo bebé, el celebrarle la adquisición de un nuevo grado académico o bien el haber sido seleccionado (a) como la persona con mejor desempeño en un período determinado.

¿Cambian las cosas a partir de la llegada del internet y la amistad? Mi criterio, es no (aunque con un cierto grado de relatividad), ya que esta herramienta nos permite “cuasi acercar” o rescatar a los que estén lejos geográficamente – nacional e internacional -, y que por alguna razón – desapartando y respetando los motivos del “distanciamiento”, nos permiten ante la ausencia de un fuerte abrazo virtual, escucharlos, verlos, donde sueles ante un rostro cambiado por el tiempo acompañados de canas o no, acciones que se traducen a los mejores momentos compartidos a pesar de los años transcurridos.

Acciones que, en el fondo te generan una sonrisa, derroche de lágrimas, cuando preguntas por uno u otro del grupo del barrio, de estudios o de trabajo, indicándote el crecimiento del árbol genealógico: hijos, nietos, o bien los que ya no nos acompañan o sencillamente se perdió el contacto.

Finalmente, y creo que me he extendido un poco, pero un verdadero amigo(a), implica que cuando necesites un sencillo abrazo, un consejo, reír o llorar juntos estés ahí (mejor presencial) o virtual (ni modo, pero algo es algo)



[1] Así fui evaluado en la década de 80-85 lo cual debía superarlo. Aun no estoy claro si lo he logrado.

lunes, 9 de diciembre de 2024

¡Cómo cambian los tiempos Venancio!

El título del artículo no es mío para ser honesto, el mismo fue recordado en un momento que solicitaba ayuda a mi ‘musa’ – una vez más – y su respuesta resultó con algo melodioso, con un estribillo[1] de una canción muy antigua, cuya letra proviene de una representativa agrupación musical del son, llamado Los Compadres (segunda mitad del siglo XX, originaria de Santiago de Cuba, país Cuba)

Realmente, ¿por qué me acordé de dicho canto? Posiblemente por lo ‘pegajoso’ como característica del son - que fusiona elementos musicales africanos y españoles, sinónimo de ritmo y cadencia -, pero lo más asombroso de todo resultó su letra, asociada a los tiempos actuales, del cual les muestro parte de los mismos:

Los niños de hoy en día,

nacen y ya están hablando,

sí los pones en el suelo,

ya se salen caminando.

Allá en el tiempo de España compadre,

cuando era un muchacho tú,

el pueblo andaba en volanta,

ahora viaja en autobús.

 Por supuesto los tiempos cambian, más de 70 años transcurridos, siendo un factor esencial generador de cambios significativos, la tecnología y en particular el uso de recursos tecnológicos, tales como: celulares, computadoras u ordenadores, tabletas, etc.

Obteniendo beneficios: información – donde no necesariamente resulta confiable y creíble, pero ahí está – como es el caso de respaldo de actividades asincrónicas o no presenciales proporcionada por los docentes, en la investigación, adquisición de bibliografía, apoyo en materiales audiovisuales y en general aspectos de la cultura global: países, lugares, etc. 

No podemos dejar a un lado, la posibilidad de comunicarnos, unos con otros a pesar de la distancia, por muy distante que estemos: con los compañeros de estudio, pero también con amigos, familiares, donde quieran que estén. 

Aspectos que me hacen reflexionar – con el permiso de Los compadres – y no necesariamente ni un plagio ni una parodia, pero si con una ‘leve actualización’, modificándola asi:

 

Los niños de hoy en día,

nacen y ya están ‘navegando’,

sí los pones en el suelo,

ya se salen investigando.

Allá en el tiempo de España compadre,

cuando era un muchacho tú,

el pueblo andaba en volanta,

ahora viaja en internet.

 ¿Qué te parece?

¿Qué te parece Venancio, cómo cambian los tiempos?

¡Oye cómo cambian los tiempos, Venancio!

¡Cómo cambian los tiempos!

Como fondo musical – con el uso de audífonos inalámbricos con sonido espacial y cancelación de ruido - se escuchan una amplia gama de instrumentos, como son: Tumbadora, guitarra, maracas, güiro, bongó, tambores batá, claves, trompeta china, tres, timbales, flauta, órgano oriental, violín y cencerro, propios del son cubano.

¡Cómo cambian los tiempos!

¡Cómo cambian los tiempos, compadre!

¡Cómo cambian los tiempos!

Nota: Por cierto, como hemos hablado del Son, aprovecho – para concluir – la siguiente frase «El son es lo más sublime para el alma divertir...»[2], que, al actualizarlo, diría: «El internet es lo más excelente como herramienta de apoyo, para los conocimientos fortalecer…»


[1] Estribillo se denomina a la parte que resalta de una canción, poema, etc. que se manifiesta como una forma de repetición, base del ritmo y ligazón que da unidad al poema o canción.

[2] Su autor Ignacio Piñeiro Martínez (La Habana, 21 de mayo de 1888-La Habana, 12 de marzo de 1969) fue un músico cubano, fundador de la orquesta Septeto Nacional. Está considerado uno de los más importantes exponentes del son cubano y sus variantes.

lunes, 2 de diciembre de 2024

¿Morir con las botas puestas?

La afirmación del título del presente artículo, lo escuché por primera vez en boca de un excepcional docente[1], investigador, pedagogo, cuya edad rondaba los 80 años y que posteriormente tuve la felicidad de tenerlo como compañero de trabajo.

Por su edad, la universidad, lo situó posteriormente solo para impartir capacitaciones a los docentes, así como darnos a conocer el amplio espectro de publicaciones científicas, los cuales constituían aportes de gran significado, nacional e internacionalmente; prestigio avalado, representando a nuestro país, como jefe de delegación en el campo de la Química, de las olimpiadas estudiantiles, encabezando la delegación en el campo de la Química (mi especialidad) y que por supuesto, se solía alcanzar medallas (oro, plata y bronce)

De él, recuerdo dos anécdotas: Recién llegado de una olimpiada, dónde los estudiantes habían arrasado con los tres primeros lugares, en diferentes grados [bachillerato y básico (9no grado)], al reunirnos para presentarnos los resultados, se quitó la camisa que llevaba, lo cual asombró a todo el claustro, y debajo llevaba un pullover o playera, donde se mostraba a la altura del pecho una tabla periódica. ¡Impresionante!

La segunda anécdota correspondió a una visita de inspección a la Facultad por parte del Ministerio (secretaría) correspondiente a los efectos de evaluarla, donde un factor esencial constituía la calidad de las clases, de aquí que fui acompañado por parte de profesionales de alta gama y con la particularidad que los dos que me visitaron, ambos[2] habían sido mis profesores y por otra parte, ambos eran autores de libros de textos – a nivel universitario – de aquí la posibilidad de ¿ligeros roces entre ambos?

La problemática no era la visita en sí, para lo cual me había preparado lo suficiente teniendo en cuenta el criterio de ambos autores (Nota: este hecho fue casual ya que no sabíamos la identidad de quienes nos visitaban) en lo referente a la información científica, sino en que el resultado de la evaluación, de quedar aplazado, afectaba a toda la facultad. La nota oscilaba entre 5 y 3; en el caso de 3 la clase se inclinaba a un REGULAR, y en el caso de 2, sencillamente APLAZADO.

De sacar esta última nota, era algo así como pasar a la inquisición; por suerte fui calificado de 4, y por supuesto con la satisfacción del deber cumplido; realmente fue un día que lo recordaré siempre.

Pero más allá de las anécdotas antes referidas, ¿es usted un docente que moriría con las botas puestas[3]?, ¿impartiría clases siempre que la salud se lo permita, sin importar la edad?

En ocasiones, los docentes que amamos la profesión, respondemos afirmativamente, a pesar de estar en la edad de la jubilación e inclusive ya jubilados; la problemática que podría surgir – de continuar impartiendo clases - dependerá de la visión que tenga la institución de darle la oportunidad de continuar o no, aprovechando la experiencia acumulada y ser reubicado, por ejemplo: en la impartición de clases magistrales a docentes y estudiantes.

Conozco colegas muy profesionales, que hoy en día se encuentran en sus casas, ávidos de estar al frente en un aula de clase, pero… bajo el (falso) criterio de darle espacio a los jóvenes educadores (que se lo merecen, no lo niego), asumen un “exilio forzado”, cuando realmente debiera existir un balance entre “sangre joven” y “sangre con experiencia” como parte del claustro docente; por lo visto el planeta Tierra, necesita para bien, reacomodarse.


[1] Dr. Ernesto Ledón Ramos (1909-1989) cubano. Docente titular del Instituto pedagógico Enrique José Varona (ISPEJV)

[2] Dr. José Blanco Prieto. Docente de la escuela de Química de la Universidad de la Habana. Cuba. Ambos docentes tuvieron otro valor común, dar clases, compartir conocimientos científicos, educar, hasta los últimos días de su vida, ambos “murieron con las botas puestas”.

[3] La expresión "Morir con las botas puestas" alude a asumir una situación de alto riesgo o terminal con mucha determinación y valentía. Las botas estuvieron siempre ligadas a los militares y a los caballeros, formando parte fundamental de su indumentaria. Perder las botas era un símbolo de vejación o de derrota; por el contrario, enfrentar una crisis o un trance bravo con decisión y coraje, equivalía a hacerlo con las botas bien puestas.