lunes, 16 de diciembre de 2024

¿Amigos viejos o viejos amigos?

Dándole vueltas a la cabeza a la par de la musa, ya una y otra rondaban en cómo abordar el problema – que realmente no es un problema, tener amigos y amigas – de la amistad, donde posiblemente siendo yo una persona colectivista, en grupos afines[1], ello me restringirá ¿cuántos?, pero tampoco con el propósito de ser populista, limitado por mi carácter: serio, poco afable, sonrisa difícil de generar, dientes (que a pesar de asistir periódicamente al dentista al mantenimiento adecuado) que pocos logran apreciar, ¿cuántos tengo y cuántos tuve?

Partiendo de la definición de amistad: «Afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato», vinculado con palabra similares: compañerismo, camaradería, aprecio, cariño, afecto, apego simpatía, hermandad…, etc.; ello me conlleva a varias reafirmaciones: «…nace y se fortalece con el trato»

No queda dudas que los primeros amigos (as), surgen desde pequeños, siendo fiñes, patojos, chamaco, crio, carajito, cipotes, chamaquitos, pibe, chavo, cabro chico, chamo, etc., cuando salíamos a jugar; ya en la escuela dependía de los gustos esencialmente: practicar deportes, las novias empíricas que nunca logramos conquistar, la música, las trastadas, ir al cine, al teatro, a la playa, salir a una cafetería de moda, donde a duras penas lograba reunir dinero para tomarme un refrigerio o merienda.

Que en la medida que crecía y “viajaba” a través de los diferentes subsistemas de educación no es que se perdiera la amistad, pero si se restringía un poco en el sentido del estudio, vinculándome a equipos donde evacuar dudas, solucionar las tareas, sin menospreciar o abandonar a los amigos (as) que iban quedando atrás al dividirnos en las diferentes carreras: manteniendo fechas esencialmente de cumpleaños, fin de años, casamientos y otros.

Ya inmerso en la vida laboral, el giro resulta muy significativo y por supuesto dependiendo del entorno, donde los factores que generan la amistad podrían resultar los mismos que décadas atrás: gustos, intereses, a lo que le añado cómo “ingrediente” de la nueva relación un apoyo «puro y sincero…», sobre todo cuando tienes una cierta experiencia en el desempeño acorde a tus funciones y/o responsabilidades.

Amistad que se hace sincera cuando escuchas, propones o sugieres acciones para la mejora del trabajo, pero que, a la vez admites las recomendaciones de ellos(as) sin la búsqueda de un beneficio a cambio; amistad que se fortalece – de forma desinteresada - cuando te preocupas ante un problema personal, ¿cómo siguió la persona afectada de salud, de la familia?; ¿Qué tal tus hijos en la escuela? Y, ¿por qué no, felicitarlo por el día de su cumpleaños?; que, si deseas sumar voluntades con tu colectivo de trabajo mediante competencias socioemocionales como la empatía, la prosocialidad, llevar a cabo cumpleaños, la llegada de un nuevo bebé, el celebrarle la adquisición de un nuevo grado académico o bien el haber sido seleccionado (a) como la persona con mejor desempeño en un período determinado.

¿Cambian las cosas a partir de la llegada del internet y la amistad? Mi criterio, es no (aunque con un cierto grado de relatividad), ya que esta herramienta nos permite “cuasi acercar” o rescatar a los que estén lejos geográficamente – nacional e internacional -, y que por alguna razón – desapartando y respetando los motivos del “distanciamiento”, nos permiten ante la ausencia de un fuerte abrazo virtual, escucharlos, verlos, donde sueles ante un rostro cambiado por el tiempo acompañados de canas o no, acciones que se traducen a los mejores momentos compartidos a pesar de los años transcurridos.

Acciones que, en el fondo te generan una sonrisa, derroche de lágrimas, cuando preguntas por uno u otro del grupo del barrio, de estudios o de trabajo, indicándote el crecimiento del árbol genealógico: hijos, nietos, o bien los que ya no nos acompañan o sencillamente se perdió el contacto.

Finalmente, y creo que me he extendido un poco, pero un verdadero amigo(a), implica que cuando necesites un sencillo abrazo, un consejo, reír o llorar juntos estés ahí (mejor presencial) o virtual (ni modo, pero algo es algo)



[1] Así fui evaluado en la década de 80-85 lo cual debía superarlo. Aun no estoy claro si lo he logrado.

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