Un elemento real, tangible y a la vez preocupante, es cuando se enjuicia o se subvalora al docente por parte de los padres, hecho este al igual que los rumores o comentarios negativos que pueden perjudicar enormemente la profesionalidad y funciones de un profesor, y la motivación que luego pueden tener en su trabajo diario.
‘Un talón de Aquiles’[1] en
el profesorado que hace ‘saltar las alarmas’ a los padres de familia, resulta cuando
sus descendientes, se ven afectados por los bajos resultados en las
evaluaciones, algo así como «me sorprende…pero si él o ella, nunca, pero nunca habían
salido mal en las notas…».
Estamos claro que los
profesores son los responsables de la educación de sus hijos en el centro de
enseñanza, ocupando un rol de complemento de la educación que acompaña la
gestión que han de realizar los padres en el hogar, NO la sustitución; ¿lo
ideal?, que exista una sensación de equipo padres - docentes, de
complementariedad, cooperación y colaboración.
El factor sorpresa
para los padres, no ha de resultar una justificación que permita ‘tambalear’,
el desempeño del docente, que no solo imparte contenidos de la asignatura
literalmente, ya que también promueve mediante un sinnúmero de actividades que fortalecen
la formación en valores: trabajar en equipo, la entrega de tareas a tiempo, la
honestidad, el amor y respeto a los símbolos patrios, entre otros muchos, pero
que además dedica un tiempo extra, muy extra en su preparación misma.
Por supuesto entre
ambos ‘bandos’ deberá primar una comunicación efectiva y asertiva que acerque a
estos protagonistas donde desde la escuela (docente y apoyo institucional) se
informe, se analice la marcha integra del estudiante, que no solo se dará a
conocer lo negativo, no, también lo positivo.
Si bien lo anterior
ha de ser una – dentro de tantas - herramienta esencial, vital, para el mejor
desempeño del estudiantado, suele ocurrir y posiblemente con mayor énfasis
acorde a la indebida interpretación que la exigencia, el rigor por parte del
docente, resulta el factor clave para los deficientes resultados académicos de
los estudiantes; no así en el caso de padres que en su momento pudieron ser
castigados bajo el efecto de alguna amenaza de agresión física, por ejemplo: ¡Sino
sacas buenas notas, ves esta chinela o chancleta[2]…!,
pero que en los tiempos modernos, suelen
asumir .– no todos – un escudo de paternalismo
proteccionista, laxo, ante la evaluación.
«¿Qué…dejó a mi hijo
aplazado por un punto?»; «iNo, esto no queda aquí, voy a hablar con la
dirección…!».
En cualquier caso,
ante un llamado de atención que el estudiante reciba, será esencial que el
padre tenga conocimiento de ello, pero que actúe en coherencia con el centro,
manifestando su disgusto al hijo (no con el profesor), que, de demostrarle complicidad
a su hijo, criticando al profesor, es muy probable que el discípulo se sienta
defendido, «intocable», y le dé igual el llamado de atención o sanción que se
le hizo, que por supuesto ante esa falacia, más temprano que tarde el
estudiante será afectado.
No olvide que la coherencia de las actuaciones educativas entre centro y casa es, uno de los factores más importantes para garantizar buenos resultados académicos, pero también un adecuado desarrollo como persona; hay cuestiones del día a día que los padres no pueden conocer porque no están en el aula, por lo que los docentes deberán de tener un voto de confianza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario