lunes, 24 de febrero de 2025

¡Hola!

Temprano en la mañana cuando voy en búsqueda del pan acabadito de salir del horno – el cual suelo oler desde que voy llegando a la panadería, paralelo a ello comienzo a salivar como el perro de Pavlov[1] - a pesar del frío mañanero, suelo saludar a las personas que se trasladan en sentido contrario, con unos buenos días, donde en la mayoría de los casos recibo la misma respuesta.

Por supuesto que saludar, entiéndase «acto comunicacional en el que una persona hace notar a otra su presencia, generalmente a través del habla o de algún gesto», me lo enseñaron mis padres como una norma de educación; acción que se extiende en muchas ocasiones a un abrazo en determinadas religiones como es el caso de la católica, recogido en la Biblia en el Salmo 91:4, que describe «a Dios como un refugio seguro, donde encontramos protección bajo sus alas. El relato del hijo pródigo también ilustra la inmensa compasión y amor incondicional de Dios, que siempre está dispuesto a recibir a sus hijos con los brazos abiertos», el cual se evidencia comúnmente en las misas al concluir estas, donde las personas contiguas suelen abrazarse.

En el ámbito de la fe religiosa en familias – extensible al árbol genealógico - de hijos a padres, sobrinos a tíos, ahijados a padrinos y nietos a abuelos – es muy usual el que «Dios te bendiga», utilizado para bendecir a los demás, respondiéndose con un «Amén».

El saludo suele extenderse a otras manifestaciones tales como al despedirse con un adiós (cuyo significado es A Dios o que la persona esté con Dios), buenas /tardes/noches se utilizan en contexto formal y como un modo cortés de saludo; pero también suele darse en ‘combo’ aunque un tanto más particularizado – entre amigos y familiares – saludo + abrazo o bien estrechón de manos entre hombres y en el caso de las féminas (no excluyente a los hombres) con un beso (o dos) amistoso en la(s) mejilla(s) al  momento de conocerse.

No podemos obviar otras expresiones como son al despedirse siendo el caso de «adiós», «hasta pronto», «hasta luego», «hasta la vista», «nos vemos», ciao, chao o chau, etc.; Y si de amor se trata, se usan normalmente expresiones tales como «te quiero», «te amo», «te adoro», entre otras muchas.

Una particularidad o modalidad que suelo emplear – aunque tengo mi duda – es felicitar a las personas conocidas o no en el ámbito cuando son promovidos, inicio o culminación de estudios y en los cumpleaños y ¿por qué se preguntara? Tal vez el motivo básico es suplir la carencia de afectos que los humanos necesitamos.

Acaso - volviendo al primer párrafo, sí el del pan – donde suelo saludar a las personas tempranamente las respuestas en ciertas ocasiones se evidencian con una leve sonrisa producto de la contracción del músculo cigomático que jala las comisuras de los labios hacia arriba y hacia los lados, lo que da como resultado una sonrisa mutua.

Vivimos rodeados de problemas – quien no lo sienta así, que ‘lance la primera piedra’, perdón NO, porque ocasionaría uno – unos propios, otros ajenos, luego la opción de un Hola y sus sinónimos: ¡Buenas!, buenos días, buenas tardes, buenas noches, encantado de conocerle, encantado de saludarle, es un placer saludarle, ¡Hey!, ¡Qué gusto verle!, ¿Qué pasa?, ¿Qué tal?   y otros, unos formales y otros informales.

En fin todos ellos responden a normas de conducta y por otra parte a una especie de paliativo, que al menos por unos segundos nos haga sentir mejor: ¡Ciao!



[1] El experimento del perro de Pavlov es uno de los experimentos más conocidos en la ciencia del comportamiento. Iván Petróvich Pávlov (1849 – 1936) científico ruso, laureado con el Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1904.

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