No queda duda que vivimos en mundo tecnológico ¿que nos domina?, que al parecer los docentes - una parte ¿significativa? – nos preocupa la casi adicción de nuestros estudiantes (e hijos, nietos inclusive) como un elemento distractor que los ‘distancia’, en el momento que estamos dando clases.
Lo cual puede ser perfectamente
superable en la medida que el docente pueda dirigir o reorientar dicho medio tecnológico
a la enseñanza misma; indagar, investigar acerca de un tema, jugar, etc.
Pero, ¿y fuera del
aula? En el campo de la tecnología y en particular en el uso de sensores sencillamente
rodeados, los cuales, ante una imprudencia, un desorden, una alteración surge
una alarma la cual nos sorprende y en el mejor de los casos nos desvía la
atención.
Un reloj
(inteligente) que cuenta con múltiples herramientas para ver nuestro
comportamiento biológico en cuanto a latidos del corazón, presión sanguínea,
calorías consumidas, calidad del sueño, oxígeno en la sangre, peso, estrés…. ¿estrés?,
evidencias que, si bien su buena intención es mantener una adecuada salud, un
poco que te genera ¿preocupación, pánico, estrés…? Y para colmo respaldados por
pantallas que se encienden acompañados de tonos… siendo reincidentes de no
hacerle caso.
Qué decir del
universo de cámaras digitales que suelen controlarnos en nuestro andar
cotidiano en buses, al caminar, que, si bien resulta una medida para el control
de las infracciones en el caso del transporte, también resulta como una
contramedida para el caso de los ‘amigos de lo ajeno’.
Casualmente hablando
de vehículos me contaba un amigo que en el suyo – de reciente adquisición - este
contaba con múltiples sensores que le indicaban: ha llegado usted a su
¿trabajo?, ¿casa? … y para colmo cuando observa a su alrededor todo le resulta
desconocido… ¿puso mala dirección?, ¿se equivocó el GPS (Sistema de
Posicionamiento Global)?; otros que indican ¡…viene alguien por la izquierda!, ¡El
auto de adelante ha acelerado…!, ¡Cuidado el semáforo está parpadeando para
poner la roja… cuidadooo!, para colmo entra un mensaje: ¡Estimado conductor
usted ha sido multado por violar el artículo…! ¿Estrés?
Si va a pagar el
estacionamiento, inserta su tarjeta que le indica un montó en función de su
estancia, donde la ‘máquina’ ‘dialoga con usted’: Por favor inserte su Número
de Identificación Tributaria (NIT) …; solo se permiten billetes de … Nota: si
el billete tiene un doblez pequeño, este le es retornado, lo que le ocasiona
¿estrés?, la búsqueda en la billetera…apurado…otro billete igual, no encuentra,
otro billete de otra denominación…, ‘disculpe, pero no tengo cambio…’
Llegas al auto…
¿tenso?, solo tienes 15 minutos para salir de donde te encuentras, que de no
ser así la barra que debe levantarse al insertar tu tarjeta como comprobante de
pago, no cambia de color manteniendo su horizontalidad acompañada de una línea
roja discontinua, en señal de alto.
Cuentas hasta tres, respiras hondo, muy hondo…no tienes de otra que hablar con la máquina…con cordura, no alterarte, Nooo… «mire… ¿qué le dices joven, máquina...Sra., sr…? Nota: Por supuesto su rostro no es identificable (algo así como anti género), ¿cómo es posible que no se levante la barra para poder salir, sino consumí el tiempo establecido en el parqueo?»; responde ¿ella, él?: «lo siento, pero debe volver a pagar, usted entró a las … y salió a las…», «Ah y no se estrese, por favor…»
Nota: Cualquier
semejanza con la vida real, es pura coincidencia.
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