lunes, 1 de febrero de 2021

Habrá que cambiar…no hay de otra.

No queda duda que la tecnología sufre cambios con el transcurso del tiempo, por ejemplo: el automóvil, el cual ha recorrido muchas modificaciones desde su origen propulsándose con vapor, petróleo (derivados) y la electricidad

El primer vehículo a vapor (1769) fue el Fardier, creado por Nicolas-Joseph Cugnot; Alrededor de 1870, en Viena, el inventor Siegfried Marcus hizo funcionar el motor de combustión interna a base de gasolina, conocido como el “Primer coche de Marcus”.

Por su parte en el caso del empleo de la electricidad en los automóviles, tenemos que Robert Anderson inventó el que sería el primer y rudimentario vehículo eléctrico entre 1832 y 1839, propulsado por celdas eléctricas no recargables.

Por supuesto todos continuaron evolucionando hasta lo que podemos apreciar en el día de hoy tal vez físicamente o promovidos en comerciales proveniente de Europa y Estados Unidos.

Toda esta introducción me conlleva a reflexionar sobre la duración o modificación del libro de texto ¿físico o digital?

Varios han sido los artículos donde he votado por la continuidad del texto “en modo” físico, hemos mencionado su origen con la creación de la imprenta en 1440, y publicación del primer libro en 1449 por Johannes Gutenberg (por lo que supongo que muchos de los llamados copistas a mano o manuscritas, de forma gradual pasaron al desempleo, talón de Aquiles de los avances tecnológicos); su permanencia y uso con mayor énfasis en Europa, India, Tailandia y China donde los lectores dedican entre 9 y 11 horas a la semana por persona.

Sin embargo a pesar que la literatura latinoamericana es una de las más ricas del mundo, esto no hace que sea la primera opción a la hora de entretenerse en América Latina. Los países donde más se lee son Chile con 5.4 libros al año, México con 5.3 y Argentina con 4.6 seguido de Brasil con 4 libros al año.

Un factor recurrente que casi se convierte en una constante – al menos en América Latina – es el costo de los textos, lo que limita la compra de los mismos, que si bien en la era de hoy lo facilita (el valor de los mismos) sumándose a las bibliotecas virtuales, donde tienes la oportunidad de alquilar el texto digital por un tiempo determinado, siendo exclusivo para el que realiza la inversión (generalmente los padres) tendrás que añadirle el uso de recursos tecnológicos (internet, computadora, tableta, etc.) encareciendo significativamente el acceso a los mismos.

De aquí hechos reales que ponen en tela de juicio el uso del texto digital y genere durabilidad y continuidad del uso físico.

Nada como sentarse tras un rato de ocio, en la lectura de un libro, pero…comencé a dudar cuando tuve la opción de que me compartieran algunos textos digitales, retomando una tableta que tenía (7 pulgadas de diámetro) y utilizarla como lector de libro electrónicos (Ebook Reader)

Poner la pantalla en modo nocturno (o lectura), para evitar el cansancio de los ojos a partir del brillo de la pantalla; ello me evitaba además el tratar de despegar una hoja de la otra para pasarla, sino que con el deslizar suavemente el dedo sobre la pantalla táctil y continuar inmerso en la lectura.

Maravilla, cuando logré también disponer del aumento (zoom) del tamaño de las letras y qué decir de marcar con un toque, en que página quedé, para que en la próxima ocasión ahí estuviera la misma esperándome para continuar “devorando” página tras página.

Me queda claro que el factor económico como brecha, además del tecnológico reduce la posibilidad de que el texto físico desaparezca pero… ya comienzo a dudar.


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