Comienzo mi artículo, cuyo título pudiera resultar alarmante - como cualquier medio digital o impreso, redes sociales – ¿con el propósito de llamar la atención? Aquí tengo dudas realmente, a diferencia que en mi caso trataré de darle un sentido educativo, y que no sea inculcar el miedo o temor a la sociedad, al contrario (creo)
Utilizaré para ello la frase siguiente[1]: “Yo
no diría que lo resolví de manera brillante, lo único que hice fue seguir un
razonamiento analizando todas las pistas. Observar y razonar son dos constantes
en mi vida que no puedo dejar, querido Watson”
Obviamente no pretendo ser un detective, pero
pensándolo bien, ¿tendremos los(as) docentes algún gen detectivesco, ante las
conductas inadecuadas en modo sospecha de nuestros estudiantes?, pero para
evitar desviarme, voy con la anécdota (25 % de ficción – 75 % de experiencia
real)
Observa – el docente - el celular con un mensaje vía WhatsApp de un no contacto:
·
“Buenas tardes profesor, me llamo … “
·
“Me recomendó …”, “para que le
consultara para ver si usted me podría resolver 3 ejercicios de la asignatura…”
·
“Los necesito para hoy en la noche,
¿me puede decir el costo?”
·
“Yo, le transferiría el monto vía
banco…”
¡Realmente no podría creerlo!, pero voy … al
razonamiento de las pistas. Una persona que me escribe a partir de una
recomendación – este último deberá ser estudiante mío, posiblemente; - sabe que
imparto esa asignatura, donde tiene dudas -. Esto es lo que observo, ¿y qué
razono?
1.
No conoce los valores del docente, se
arriesga.
2.
Si lo solicita, no es la primera vez
que lo hace.
3.
Otros docentes probablemente han
cedido.
4.
Considera que el dinero lo puede todo.
5.
¿Sabrán sus padres o tutores lo que
hace?
6.
¿Se dará cuenta el profesor que recibe
las tareas, del plagio?
7.
¿Sabrá el estudiante que le brindó el
contacto, para qué era?
8.
…
Para las personas que
me acompañan en este momento si ejercen docencia, no dudo que tengan anécdotas
o experiencias peores -; si son padres no queda duda que están ajenos al
comportamiento de su hijo(a); la institución debería analizar este tipo de
problemática, la que pudiera extenderse, y no solo me refiero a lo particular
del hecho en sí, sino a una red posible “oscura” que funciona y daña no solo la
imagen del centro a través de su credibilidad de algunos(as) de sus
estudiantes, además de algunos(as) de sus docentes.
¿Realmente este ejemplo, lo abordan
los docentes, para tratar de contrarrestar estos antivalores?, ¿Lo “atacan” las
instituciones, a pesar de ser una necesidad actual, bajo la modalidad TIC? (a
pesar de que el fraude ha sido siempre una actividad latente, desgraciadamente),
por ejemplo, reunir a los estudiantes por sesiones, turnos (u otras vías) y
conversar de ello.
Y, ¿por cierto cuál fue la respuesta del docente? “Lo siento, no puedo ayudarle” ¡Bendiciones!
Nota: se me olvidó una pista que observé: en un segundo mensaje, había borrado el (la) estudiante todos los mensajes, ¿razonamiento?, ¿se dio cuenta de su error?; otra pista: allí, ¡estaba su teléfono!
[1] Frase de Sherlock Holmes - detective privado de ficción creado en 1887 por el escritor británico Arthur Conan Doyle, XIX) – que le dice a su ayudante Watson.
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