No queda dudas que una ley para ser aprobada a de seguir un
camino de investigación, de comprobación una y otra vez, hasta lograr
convertirse en hipótesis, antesala como tal de su final la ley, la cual no está
exenta de escollos, cuestionamientos y que una vez sostenible, validada, cumple
su cometido: promulgarse, pero lo más importante su aplicación sostenible.
Leyes tales como: las de Newton[1]:
de la inercia (1ra), la relación entre fuerza y aceleración (2da) y la ley de
acción y reacción (3era), pertenecientes a la disciplina Física; las leyes de
Mendel[2]:
de la uniformidad de los híbridos de la primera generación filial (1ra), de la
segregación (2da) y de la transmisión independiente o de la independencia de
los caracteres (3era), pertenecientes a la Genética como rama de la Biología.
Por supuesto podría enumerar otras más – siempre en el campo
de las ciencias naturales – pero más allá del recordatorio para muchos de los
lectores de lo aprendido, aplicado y tal vez olvidado a pesar de su vigencia y no
hacerlo aburrido, trataré de vincular una ley – llamada de los vasos
comunicantes, tratando de establecer un paralelismo en su aplicación social
con nuestros estudiantes en clase.
Ley[3] cuyo enunciado plantea: “Cuando el líquido homogéneo[4] está en reposo alcanza el mismo nivel en todos los recipientes conectados entre sí, sin influir la forma u orientación y el volumen de estos”
¿Y cómo tratar de traducirlo al aula de clase? Nuestros estudiantes – donde cada individuo es su ser único -, el nivel de avance en cuanto a comprensión, aprendizaje y aplicación de los conocimientos, no es el mismo, considerando a cada uno de ellos – análogamente - como recipientes distintos en cuanto a forma o volumen.Sin embargo, cuando corresponde al docente impartir sus
conocimientos – entiéndase verter “su líquido de naturaleza homogénea” – deber
ser capaz de irlos conociendo a cada uno de ellos en cuanto a su desempeño, apoyándose
en la evaluación de éstos y sus resultados, estableciendo mecanismos de control
que le permitan aplicar una atención diferenciada, tanto en la clase
propiamente o bien en actividades no sincrónicas (no presenciales) asignando actividades
diferentes que les permitan de forma gradual alcanzar “el mismo nivel”
Por supuesto actividad que resulta compleja cuando los
grupos son numerosos, pero no resta que el docente pueda apoyarse en los
mejores estudiantes “que están por encima del nivel (en cuanto a desempeño)”,
para ayudar a sus compañeros; el uso de materiales complementarios para los de
menos “nivel”, cuyo diseño – por parte del docente - permita al estudiante ir avanzando
con ejercicios de menor a mayor complejidad.
Finalmente, y lo más importante y lo derivo o extraigo de “…comunicantes”,
será necesario un diálogo claro, transparente, fluido, una comunicación
perfecta alumno – docente.
De lograrlo profesor/a habrá usted cumplido con dicha ley, en el campo de la educación.
[4] Que tiene varios componentes y que a simple vista no se logran distinguir, como es el caso de las disoluciones.
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