Por supuesto no pretendo dar una clase acerca de la misma –
al ser docente de ciencias naturales -, pero que en esta ocasión me
correspondió escucharla de una joven indígena[2]
de apenas 15 años que trabajaba para para una empresa promotora en la venta de
mieles, así como un sinnúmero de productos derivado de la miel.
Con su traje típico (huipil)[3],
delgadita, de baja estatura, lo que no le restaba para nada la clase magistral
impartida, con una combinación de sonrisas, pero además sumarse respetuosamente
a las bromas que hacíamos los visitantes, donde las mujeres nos acusaban a los
hombres de zánganos y ellas por supuesto de una mezcla de reina- abeja.
Terminada la conservación siendo
un diálogo de información – preguntas y respuestas, me atreví a felicitarle,
identificándome como docente, al hacerlo vi en su rostro una expresión de
alegría, de satisfacción, que posiblemente no haya sido muy común.
Cuando fuimos (el grupo) para ver
los productos derivados de la miel que comercializaban, donde Shannol (la
expositora) nos acompañó, aproveché una vez más para felicitarle, pero en esta
ocasión delante de la administradora, así como de sus compañeras.
La reacción de Shannol, ya
sobrepasaba la sonrisa, a lo que sumó nerviosismo que se evidenciaba en tomarse
sus manos, mirar a todos en su entorno, acercándose posiblemente al umbral de
un momento muy feliz.
Aparte le pregunté que, si
estudiaba, respondiéndome que estaba en el tercer año del básico (9no grado),
tras su respuesta, le comenté que si podía darme su correo electrónico o alguna
otra vía para compartirle tres de mis libros de ciencias naturales – en formato
pdf – para que pudiese estudiar o darle la utilidad que así considerase.
Me proporcionó su WhatsApp, y al
día siguiente, le mandé los mismos; por supuesto que me quedé preocupado por su
respuesta y sobre todo que el mensaje llegase al observar el doble check como
señal de haber salido y posteriormente en azul de haberlo leído.
¿Su respuesta? «Muchas gracias», que, por supuesto me generó una grata felicidad, el día, me resultó muy agradable, al realizar una buena acción (creo), al poder colaborar con una persona tan jovencita, estudiante – trabajadora, que además me permitió conocer por primera vez y de primera mano, conversar con una digna representante de la cultura maya.
Ella no lo sabrá posiblemente,
pero la condecoré, como ¡una abejita feliz!; ¡Gracias Shannol!
[1]
Corresponde a un clado de insectos himenópteros, sin ubicación en categoría
taxonómica, dentro de la superfamilia Apoidea. Se trata de un linaje
monofilético con más de 20 000 especies conocidas. Es posible que las primeras
abejas se hayan alimentado del polen que cubría a algunas de sus presas y que,
gradualmente, hayan empezado a alimentar a sus crías con polen en lugar de
insectos.
Se las encuentra en todos
los continentes, excepto en la Antártida. Están en todos los hábitats donde hay
plantas con flores (angiospermas). Están adaptadas para alimentarse de polen y
néctar, usando el primero fundamentalmente como alimento para las larvas y el
segundo como material energético. La especie más conocida es la abeja doméstica
(Apis mellifera), a veces simplemente llamada “abeja”; esta especie es un
insecto social que vive en enjambres formados por tres clases de individuos:
reina, obreras y zánganos.
[2]
En Guatemala, país diverso y multicultural, hogar de más de 20 grupos étnicos
diferentes, cada uno con su propia cultura, idioma y tradiciones. Desde el
pueblo maya, con su rica historia y presencia en la región desde hace más de
3,000 años, hasta los garífunas, que se originaron en la costa del Caribe y
tienen su propia lengua, música y danzas.
[3]
Considerada la prenda de mayor impacto visual logrado a través de la técnica
del tejido.
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