lunes, 1 de abril de 2024

El trabajo nos mantiene…

Por el título resulta lógico pensar que cuando trabajamos, del mismo recibimos una remuneración económica que al menor nos permite cubrir determinados gastos básicos en lo personal y por supuesto dentro del núcleo familiar.

Que, por supuesto surge la duda, si realmente, ¿lo cubrirán o no?, en función de los gastos o de los gustos estableciendo para ello (quizás) una política interna de planificación, ahorro, podamos atender por una parte lo imprescindible: un techo, alimentación, vestimenta, materiales inherentes a la profesión o estudio, etc.

Qu en el caso de los gustos, no pensando en uno – “cuando la cobija no alcanza para tanta gente” -, pero si al menos programar una salida donde se rompa la rutina, y aunque sea un pecado “capital”, hurtar de un jardín sin dueño al menos una flor y regalarla.

Hasta aquí, una sencilla reflexión, con mucho optimismo y tratando de ver el lado positivo y no necesariamente un cuento ¿rosa?; para ello adentrémonos en ese órgano fabuloso que se llama cerebro.

El cerebro es un órgano complejo y con un funcionamiento apasionante, que gracias a él podemos llevar a cabo acciones tan dispares como pensar, hablar, escribir, recordar, bailar, respirar, soñar…

Y hago un alto aquí en estos últimos verbos infinitivos, seleccionando algunos de los mismos:

·         Pensar. Nos conlleva a la búsqueda de soluciones.

·         Hablar. Lo cual nos permite comunicarnos con quienes nos rodea en función de sacar las mejores conclusiones, un mayor aprendizaje mutuo sobre todo cuando nos retroalimentamos.

·         Escribir. Fascinante - por cierto, una de mis fórmulas ya no tan secretas -, donde me sumerjo no solo para que le den lectura, sino para que también piensen, hablen (para sí o compartan), escriban, aunque sean los primeros pininos[1]

·         Recordar. Existe un dicho, que dice “… es volver a vivir”, para lo cual se requiere de un espacio, diría necesario, donde el mismo nos proporcione tranquilidad ¿contacto con la naturaleza?, y cuya concentración nos “regrese” a los mejores momentos y logros como parte de nuestro desempeño laboral y personal; momentos donde rescatamos los ratos agradables de aquellos que ya no nos acompañan; rememorar de lo que una vez (o más) nos salió mal y descubrir el error, para la búsqueda de un nuevo proyecto.

·         Bailar. Aunque a veces las circunstancias, nos alejan - aunque uno o quisiera -de “mover el esqueleto”, que por la edad pases de un género a otro (del rock and roll al bolero) Nota: No se me ocurre pensar en el perreo.

·         Soñar. Lo cual no cuesta nada, pero me sumo a la siguiente frase: “La esperanza está en los sueños, en la imaginación y en el coraje de quienes se atreven a hacerlos realidad”[2]


Concluyo, (tal vez con un 75 % de acierto) que gracias al trabajo en confabulación con el cerebro (¿o el cerebro con el trabajo?), nos mantiene vivo y recuerde no todo es trabajo y de tener dudas repase una vez más los verbos en infinitivo.



[1] La voz pininos es un mexicanismo, es decir, una palabra propia del español de México. Se refiere a los primeros pasos que da un niño o un convaleciente; también a los primeros pasos que se dan en alguna actividad, arte o ciencia.

[2] Jonas Edward Salk. (1914-1995) Investigador médico y virólogo estadounidense, principalmente reconocido por su aporte a la vacuna contra la poliomielitis.

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