Cuántas cosas me vienen a la cabeza de las posibles aristas, variantes de lo que implica, no regresar; ¿trasladarse en un solo sentido?; ¿pero, acaso la vida misma no lo es?; que decir de las personas que por alguna razón u otra emigran tras la búsqueda del “sueño … primer mundista” donde la esperanza de “crecer” es apostar a que todo salga bien, trabajar duro, pero sobre todo en tratar de proporcionarle a los que se quedaron atrás al menos un apoyo económico.
Podría ponerme en la
piel de quien cruza la selva del Darién - región selvática y pantanosa que se
extiende por Panamá y Colombia -, a expensas de peligros propio de la trata de
personas; que decir de “viajar” en un tren de aterrizaje de avión como
polizonte, donde la temperatura para un avión comercial que vuela entre 30,000
y 40,000 pies puede experimentar temperaturas entre -50°C y -65°C, cuando a
partir de los -27° C hay riesgo de muerte, lo que se conoce como "muerte
dulce" y a la persona se le considera clínicamente muerta.
Qué decir de los
barcos negreros o de esclavos – Nota: no me refiero a las embarcaciones barcos
dedicados al comercio de esclavos negros, especialmente los del comercio
atlántico de esclavos entre África y América (siglos XVII y XVIII), no, me
refiero a la época actual donde la balanza se inclina entre África, Asia, India
hacia Europa – cuyos medios de transporte resultan altamente precarios,
hacinados, con poca agua e inclusive de pie.
Pareciera ser por lo
visto, que predomina como caso extremo el llamado juicio disminuido - síntoma
de la demencia, que afecta la capacidad de tomar decisiones -, pero que ante
una avalancha de situaciones extremas y reiteradas: factores económicos y
sociales como la pobreza, la desigualdad, la discriminación y otros, que
generan desesperanzas, por una parte y por otra mucha fuerza para saltar un
muro, cruzar un río, el mar o la selva, donde para muchos de ellos pudiera
resultar un “salto al vacío”, entiéndase lanzarse a lo desconocido, ante leyes,
pero también a la posibilidad de un trato injusto o desigual ante la raza, el
género, la religión, la edad, la orientación sexual, la discapacidad, la clase
social u otras.
¿Y si hubiese que
retornar? Sí, ¡al punto de partida!, a partir de un cambio en la legalidad, sin
importar los bienes perdidos, las deudas pendientes, sin poder cumplir las
promesas de traer a los que quedaron atrás, en general: sueños truncados, producto
de una “ruleta rusa” que funcionó.
Unos podrán votar porque el retorno es válido, otros no, producto de la información o desinformación a partir de que “no son todos los que están, ni están todos los que son”; en fin, un mundo que sigue estando un tanto jodido.
¿Rendirse para
continuar el viaje? No, ¿importa la dirección?, NO. Para donde quiera que “apuntemos”
el planeta Tierra, estará lleno de fronteras, de muros, de escollos, sobre
pasables a partir de la esperanza soportada por la perseverancia a partir del
estudio, de la superación constante, el
trabajo duro, duro de uno y de todos y como base los mejores valores de los
seres humanos.
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