lunes, 21 de abril de 2025

Un viaje sin retorno.

Cuántas cosas me vienen a la cabeza de las posibles aristas, variantes de lo que implica, no regresar; ¿trasladarse en un solo sentido?; ¿pero, acaso la vida misma no lo es?; que decir de las personas que por alguna razón u otra emigran tras la búsqueda del “sueño … primer mundista” donde la esperanza de “crecer” es apostar a que todo salga bien, trabajar duro, pero sobre todo en tratar de proporcionarle a los que se quedaron atrás al menos un apoyo económico.

Podría ponerme en la piel de quien cruza la selva del Darién - región selvática y pantanosa que se extiende por Panamá y Colombia -, a expensas de peligros propio de la trata de personas; que decir de “viajar” en un tren de aterrizaje de avión como polizonte, donde la temperatura para un avión comercial que vuela entre 30,000 y 40,000 pies puede experimentar temperaturas entre -50°C y -65°C, cuando a partir de los -27° C hay riesgo de muerte, lo que se conoce como "muerte dulce" y a la persona se le considera clínicamente muerta.

Qué decir de los barcos negreros o de esclavos – Nota: no me refiero a las embarcaciones barcos dedicados al comercio de esclavos negros, especialmente los del comercio atlántico de esclavos entre África y América (siglos XVII y XVIII), no, me refiero a la época actual donde la balanza se inclina entre África, Asia, India hacia Europa – cuyos medios de transporte resultan altamente precarios, hacinados, con poca agua e inclusive de pie.

Pareciera ser por lo visto, que predomina como caso extremo el llamado juicio disminuido - síntoma de la demencia, que afecta la capacidad de tomar decisiones -, pero que ante una avalancha de situaciones extremas y reiteradas: factores económicos y sociales como la pobreza, la desigualdad, la discriminación y otros, que generan desesperanzas, por una parte y por otra mucha fuerza para saltar un muro, cruzar un río, el mar o la selva, donde para muchos de ellos pudiera resultar un “salto al vacío”, entiéndase lanzarse a lo desconocido, ante leyes, pero también a la posibilidad de un trato injusto o desigual ante la raza, el género, la religión, la edad, la orientación sexual, la discapacidad, la clase social u otras.

¿Y si hubiese que retornar? Sí, ¡al punto de partida!, a partir de un cambio en la legalidad, sin importar los bienes perdidos, las deudas pendientes, sin poder cumplir las promesas de traer a los que quedaron atrás, en general: sueños truncados, producto de una “ruleta rusa” que funcionó.

Unos podrán votar porque el retorno es válido, otros no, producto de la información o desinformación a partir de que “no son todos los que están, ni están todos los que son”; en fin, un mundo que sigue estando un tanto jodido.

¿Rendirse para continuar el viaje? No, ¿importa la dirección?, NO. Para donde quiera que “apuntemos” el planeta Tierra, estará lleno de fronteras, de muros, de escollos, sobre pasables a partir de la esperanza soportada por la perseverancia a partir del estudio,  de la superación constante, el trabajo duro, duro de uno y de todos y como base los mejores valores de los seres humanos.

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