Por supuesto, aseveraría que es un SÍ, la realidad del título de nuestro artículo donde muchos, pero muchos hechos, acciones tienen un principio - Primer instante del ser de algo – y un fin -, término, remate o consumación de algo -, que pudiéramos resumir como: «un inicio y un final»; aunque pensándolo bien, ¿un solo final?
Aunque por ser una persona que trato por todos los medios
de ser muy positivista, es por ello que en esta ocasión no abordaré nada cuya
dirección sea más que un melodrama, NO; nada de llantos, ni finales donde ello le
conlleve a ‘cortarse las venas con un peine’
Trasladémonos al entorno donde mejor me siento, a mis
anchas: LA ESCUELA – ¿Sabías qué la palabra “escuela” procede del griego
scholé, y del latín schola que significa “ocio, tiempo libre”? –; un docente que
prepara su clase, que ha sido un tanto estereotipado en que todo planeamiento,
sílabo debe tener un inicio, desarrollo y fin, inicio donde debe plasmar fecha
de la clase, tema, …; un desarrollo con actividades a realizar vinculadas a un
contenido, que suele ser tomado e impartido literalmente del libro de texto y…
un final: resumen ahhhh, y tarea. Hasta aquí, ¿no le
resulta algo aburrido a usted y a sus estudiantes?, ¿le facilitará ese ‘encierro’,
espacio para la creatividad?
Que decir de la estructura básica de una novela: 1.
Planteamiento (presentación de los personajes y su conflicto); 2. Nudo
(desarrollo de ese conflicto) y 3. Desenlace (resolución del conflicto),
relativamente con un formato parecido al plan de clase y menciono parecido ya
que en esta última (novela) al inicio se plantea ¡UN CONFLICTO!, ¿Lo hacemos a
la hora de impartir la clase?, o, seguimos… haber chicos revisemos la tarea… evalúas
¿o no? Y … «pasemos a la siguiente clase…». Nota: repito, ¿no le resulta algo
aburrido a usted y a sus estudiantes?, ¿le facilitará ese ‘encierro’, espacio
para la creatividad?
Retomando lo planteado por los griegos y el origen de la
palabra escuela en la antigua Atenas (508-322 a. C.), cuyo significado era “ocio,
tiempo libre”, ¿Por qué se preguntará? Cuenta la historia que en ese entonces
la capital constaba de dos áreas principales: 1. física e intelectual, que en
el caso de la física se reflejaban los ideales de los militares: fuerza,
resistencia y preparación para la guerra, de aquí la necesidad de tener un
cuerpo en buena forma física; en el caso de los niños comenzaban con la educación física durante o justo después de comenzar su educación primaria; y 2. (la
segunda área) identificada (literalmente "el arte de las musas") resultando
una combinación de música, danza, letras y poesía modernas.
Que trasladado a los tiempos modernos el deporte, suele ‘encasillarse’
en un horario específico y las actividades digamos extracurriculares (música,
danza, etc.) en un horario ¿adecuado? como complemento del período de clases.
Pero no yéndonos tan lejos, volvamos a la clase y tratar de introducir el “ocio
y el tiempo libre”, en la misma, ¿por qué no comenzar la clase con un juego o
actividad lúdica, amén de la naturaleza de la clase?; ¿por qué no comenzar la
clase por el final (resolución del conflicto) y que los estudiantes como buenos
investigadores – tipo Sherlock Holmes o Arsenio Lupín – sean conducidos mediante
‘pistas’, al planteamiento (… el conflicto)?
Por qué no plantear un inicio con un juego donde se evidencien valores (en el aula sí, si en el aula, pero cree condiciones previas con apoyo de sus propios estudiantes) y un final (feliz) que ¡tenga varios finales! donde los chicos DEBATAN, ¿el motivo de sus propias conclusiones?
Hasta aquí, ¿no le resultará más atractivo a usted y a
sus estudiantes?, ¿le facilitará esa ‘apertura’, un mayor espacio para la
creatividad? Estoy convencido que sí.
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