Tengo un conocido – casi hermano, por los años de amistad –
que me contaba que un familiar suyo, dormía con los zapatos puestos (des
acordonados, pero puestos), para ganar tiempo, en cuanto a dormir un poco más y
que al bajarse de la cama, solo era cambiar la pijama por el pantalón (previo
aseo) y la camisa que había dejado lista de la noche anterior; desayuno listo
por una esposa que se levantaba mucho antes – no solo para atenderlo a él, sino
también al resto de la prolífera “camada” de hijos(as) – que debía asistir a la
escuela.
Pero, este apuro, ¿realmente se hereda? Si el relato del
segundo párrafo, lo interpretásemos como ser una persona cumplidora, de
trabajar excesivamente por la necesidad de una familia que mantener, inclusive
en muchas ocasiones pasando por ello a un segundo plano a la descendencia, en el sentido afectivo; de tratar de
garantizar que los menores y jóvenes fuesen o alcanzasen metas superiores en su
formación como estudiante y posteriormente como profesionales, donde él no lo
pudo ser o lograr, siendo un ejemplo a seguir, categóricamente diría que SÍ.
Obviamente en este sentido habrá discrepancias entre usted y
yo, estimado lector, y se preguntará ¿por qué no ser más medido, ecuánime, planificado?
¿Por qué andar el día entero estresado? No me refiero de ir a los extremos, ya
que no siempre, resulta pertinente.
Les confieso algo: un estudiante que se destaca, por entregar
primero sus trabajos, participar (de forma moderada, pero siempre en modo
asertivo), cuyos resultados evidencia madurez, solidez en la palabra (escrita o
verbal), sus argumentos manifiestan una investigación previa adecuada y
confiable, hecho que tarde o temprano capta la admiración de sus compañeros de
clase y profesores.
A lo anterior, le suma, ayudar a sus compañeros de estudio,
promoviendo que TODOS cumplan con los compromisos individuales, previamente
establecidos, para la entrega en tiempo, sea una exposición a través de un
foro, plenario u otra modalidad.
Sin embargo, hay personas, que exponen que "las prisas
no son buenas para nada", y pueden tener razón, claro está, aunque yo me
apunto y apoyo a lo expresado por un rey de España, Fernando VII el que la dijo
al ver que uno de sus sirvientes no atinaba a vestir al monarca antes de una
importante reunión[1].
Es más, creo que la misma sería una adecuada vacuna para las personas que estudian o trabajan en modo “perezoso”
[1] Otros autores han puesto la expresión en boca de Napoleón o Carlos III.
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