Un mundo que a veces parece que está al revés: guerras, pobreza, violencia, crecen las desigualdades sociales, lo cual nos pone en entre juicios porque los humanos cometemos esos errores graves errores.
Por supuesto detrás de ello se
agrupan una serie de antivalores: la envidia, la obsesión, el poder del dinero,
la falta de humanismo y comprensión, que suelen contraponer y destruir lo bello
que es la vida.
Más allá del amarillismo, notas
rojas resaltada con notas mayúsculas a través de los diferentes medios
audiovisuales, existen cosas bonitas (Que tiene belleza o atractivo y resulta
agradable de contemplar o de escuchar / Que es agradable y enternecedor), sí en
la vida, aunque no lo crea… ya que todo no son desgracias y para muestra, les
relato.
Los cuentos – para los que ya no
somos tan jóvenes -, comenzaban «…había una vez…», que en este caso lo observé
o lo viví, en resumen, lo disfruté sintiendo con ello más pulsaciones en mi
corazón y no los demoro más…
1. Un capítulo de una serie, en la cual más allá de abordar los problemas sociales, una persona joven directora de una de radio (abnegada, comunicación asertiva con sus trabajadores, el trabajo por encima de todo, a la par de ser exigente a pesar de su juventud), a la cual sorpresivamente le fue identificado un cáncer de mama (teniendo como antecedentes el fallecimiento de su señora madre), le ocasionó un estado depresivo…; sus compañeros de labor al conocer de esa situación se presentaron sorpresivamente en su oficina y se le pusieron a la orden para acompañarla a las sesiones de quimioterapia uno, por uno: eso se llama solidaridad.
2. Asistí a una boda de dos jóvenes conocidos, realizada en una iglesia, a la cual no iba hacía algunos años atrás (ni al hecho, ni al local); en el desarrollo de la misma siendo un casamiento por la iglesia, sentí desde un primer momento, varias cosas: su arquitectura, su mobiliario, altares, fuentes bautismales, tabernáculos, cruces de altares, pilas de agua bendita, entre otros; no podían faltar determinados cantos, así como la liturgia[1].
A lo anterior se sumaba el sentir de los participantes en apreciar la constitución de un nuevo matrimonio, el compromiso de ambos: «Amaos unos a otros…»[2], donde se evidenciaba un derroche de felicidad para ellos y para todos (yo incluido) …
3. Recibí
una visita de una persona muy especial – mi hija – tras casi un año y varios
meses de no vernos presencialmente (en modo sincrónico, diría un educador) su
llegada, su estancia, mostrarle una nueva cultura de un país para ella
desconocido y para mí por conocer más, lugares, paisajes, gastronomía, remembranzas,
sobresaturación de abrazos, sonrisas, lágrimas (de felicidad), tenerle listo el
café al despertarse, compartir series o películas juntos, era algo así como
querer detener el tiempo o que simplemente el día superara las 24 horas…; al despedirnos
nos prometimos muchas cosas, muchas…
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