De principio – para los que llevamos algunos años “en las costillas” – la palabra cepo nos traslada a algunos siglos atrás, por cierto señalado en la Biblia, el cual constituía un instrumento para castigar a un reo, o persona que hubiese cometido un delito, situado en la plaza del pueblo, sirviendo de escarnio, pero que a la vez era golpeado, escupido e insultado por el público que asistía a dicho y desagradable espectáculo.
El mismo estaba estructurado por
dos maderos gruesos, que unidos forman en el medio unos agujeros redondos, en
los cuales se aseguraba la garganta o la pierna del reo, juntando los maderos.
Otras son las acepciones de cepo:
1. Artefacto de distintas formas y mecanismos que sirve para cazar animales
mediante un dispositivo que se cierra aprisionando al animal cuando este lo
toca; 2. Instrumento para devanar la seda antes de torcerla; 3. En cafés,
hoteles y otros lugares de pública lectura, utensilio compuesto de una o dos
varillas de madera o metal, que sirve para sujetar los periódicos y revistas
sin doblarlos; 4. Instrumento que sirve para inmovilizar automóviles aparcados
en zona prohibida.
Y me detengo en esta última
definición…y les hago el relato…había una vez, asistiendo a una cita en el dentista,
donde al llegar no encontraba parqueo, indagué, pregunté…nada NO HABÍA PARQUEO,
sin embargo, hube de visualizar un espacio próximo en la acera o banqueta de
enfrente, donde justamente cabía sin molestar a nadie, espacio justo, lo cual
me dio una señal de respiro como parte de una primera solución a los problemas
cotidianos, pero específico de ese día.
El estrés de los sonidos
alegóricos a los instrumentales que blandían en manos de la odontóloga, ante un
diente fracturado ante la manía de masticar hielo, a lo que se sumaba la
sanción del alto costo de la reparación; que decir de la anestesia, lo cual por
una parte te favorece eliminar el dolor, pero posteriormente esa pérdida de la
sensibilidad te agobia.
Concluido la reparación, más todo
el protocolo de agradecimiento, al salir del local y dirigirme al “parqueo”,
allí frente al vidrio delantero del vehículo aprisionado por los limpiabrisas o
tricos, varios documentos, donde se avizoraba con letras mayúsculas
¡PRECAUCIÓN! NO MUEVA ESTE VEHÍCULO (SU MOVIMIENTO ADELANTE O HACIA ATRÁS
PODRÍA CAUSAR DAÑOS SERIOS) …sentí desvanecerme, acaso ¿una bomba? ... (dándole
rienda suelta a la imaginación permeado por películas, series, hechos de la
vida real) …; me asomé al costado del vehículo y en la rueda delantera, ahí,
estaba entre rejado, mordiendo el aro o rin como mandíbula de un megalodón… un
cepo.
¿Qué hacer? Para colmo, no tenía
datos móviles ya que la empresa a la que estaba asociada tenía dificultades, ya
que requería comunicarme con la institución correspondiente para solucionar el inconveniente
en cuestión… piensa Ernesto, piensa… ¡Bingo!, aplicar la técnica de Aprendizaje
basado en problemas (ABP)
Buscar vincularme a una red
gratuita, al lograrlo, comunicarme con las personas para atender mi caso, que
por ser novato o primerizo – mi primera vez -, por suerte no primó la
burocracia, ni el Chatbot, solicité instrucciones… no podía ir al banco a pagar
la multa ya que existía la opción que viniese la grúa, ¿pagar acaso al
contado?, imposible, luego debía recurrir a la tarjeta del banco.
En un tiempo prudencial llegó el
agente, me explicó las reglas necesarias, para ser multado, artículo, etc.; me
mostró su mPOS[1],
para colmo la tarjeta que tenía que recientemente había pagado (en la misma
mañana) para tener fondos, la misma fue denegada.
Cerré la puerta despacio, en
silencio, agucé el oído en función si fuera en la plaza imaginaria alguien me
acusaba de haber cometido una infracción de tránsito, pero no…, tampoco el
cepo, lo cual me permitió tragar sin problema alguno; felizmente la técnica ABP,
me puso al salvo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario