Previo a profundizar en el título de hoy adentrémonos primero – como preámbulo - de qué es la mente: «se puede definir como el conjunto facultades intelectuales o mentales de una persona» / «es el conjunto de capacidades cognitivas que engloban procesos como la percepción, el pensamiento, la conciencia, la memoria, imaginación, etc., algunas de las cuales son características del humano y otras son compartidas con otras formas de vida.
En particular dentro de las mentales
encontramos el deseo, la sensación de dolor o las creencias, que son
instancias, tipos o ejemplos de dichos procesos.
¿Y su vinculación con el
subconsciente? Una primera acepción «la parte menos accesible de nuestra
mente, donde se encuentran recuerdos e impulsos reprimidos», otra, «todo aquello que tenemos guardado o
almacenado debajo de nuestra propia consciencia, como si estuviera escondido»;
de aquí que a las personas les resulte
muy difícil acceder a la información que se tiene almacenada tenemos almacenada
en él.
Y, ¿qué guardamos en dicho “almacén”?
miedos profundos, deseos reprimidos y experiencias traumáticas que incluso de
manera consciente no nos gustaría recordar. Todo este contenido puede dar lugar
a que aparezcan determinadas patologías como ciertos trastornos de ansiedad,
miedos, fobias, etc.
Que, por supuesto pueden ser expresados
inconscientemente, por ejemplo: cuando estamos hablando de un tema y de repente
decimos una palabra o frase que no tiene relación con
este.
Nuestro subconsciente resulta
como un programa de ordenador/computadora que han venido siendo creados con el
pasar de los años con las experiencias que hemos ido almacenando y este mismo
programa (compuesto de ideas, creencias arraigadas, pensamientos, etc.) provoca
que nos inclinemos más hacia una decisión que hacia otra, inclusive está en
concordancia con nuestros verdaderos deseos y tomamos las decisiones que
realmente queremos.
Investigaciones realizadas hay
determinado que el subconsciente es una fuente de creatividad y que ayuda a
resolver problemas, incluso aquellos que pareciera que no tuvieran solución.
Hasta aquí pareciera ser una
clase de filosofía o psiquiatría o de cultura general.
Por lo que a partir de este
momento empiezo a sustentar o particularizar lo referido y ya mencionado en
algunos de los párrafos anteriores, como es el deseo.
¿Su definición más sencilla? «Cosa
que una persona desea» / «Interés o apetencia que una persona tiene por conseguir la
posesión o la realización de algo», del cual se derivan un sinnúmero
exponencial acerca de lo que uno desea – aunque a veces de inmediato no se
pueda -, ejemplos: «… graduarme de…»; «tener un trabajo acorde a mis
expectativas»;
«encontrar
la pareja ideal»; «viajar»; «tener un hogar propio»: «tener a mis
familiares cerca», y pudiéramos continuar tantos en el campo material como
emocional.
Pero si el subconsciente «nos
traicionara», como fue el ejemplo citado de ‘…decir una palabra o frase que no
tiene relación con este’, ¿qué sucedería en el caso de algo que tengas
reprimido bien porque tus padres no te lo han permitido, o que siendo adulto/a,
no te fue posible cumplirlo?
Aunque la atención ante cualquier `liberación' del deseo reprimido deberá ser atendido ante cualquier hecho moral o de otra naturaleza sobre la base de la adecuada comunicación efectiva y asertiva padre e hijos.
Ya en la adultez donde la persona
tiene una madurez propia, lo que no resta que a la hora de dejar de reprimirse
pudiese cometer en error, debe pensarlo muy bien, pero si lo desea para que
forme parte de un buen recuerdo suyo guárdelo en su 'caja fuerte', la mente.
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