Hurgar o indagar en la historia siempre ha sido una interrogante, una curiosidad personal para aprender, conocer y no simplemente una sucesión de fechas y eventos lejanos sin relevancia en tu vida diaria, resulta la clave para entender quiénes somos, cómo hemos llegado hasta aquí y hacia dónde podríamos ir.
A través del
estudio de los eventos pasados, podemos conocer los procesos que han dado forma
a la humanidad y a las diferentes sociedades a lo largo del tiempo, que no solo
se limita a los acontecimientos políticos y militares, sino que abarca todos
los aspectos de la vida humana, como la economía, la cultura, el arte y la
ciencia.
Al analizar
documentos y fuentes históricas, podemos reconstruir los hechos y obtener una
visión más precisa del pasado. La historia también nos ayuda a desarrollar una
conciencia histórica, alimentando la capacidad crítica y el diálogo constante
para comprender nuestro propio contexto e identidad; de igual forma, al debatir
sobre estos temas, prácticas y mejoras tu habilidad para comunicarte y escuchar
a los demás con empatía y respeto.
Aprendido o
recordado lo anterior pasemos al meollo de nuestro artículo; recientemente un excelente amigo, educador, me compartió la nota de un periódico (imagen) del
siglo pasado – exactamente unos 101 años[1] -
donde se mostraba un reglamento o normas para damas, para poder ejercer la
profesión como docentes, siendo estas las siguientes:
1.
No
casarse. Este contrato queda automáticamente anulado y sin efecto si la maestra
se casa.
2.
No
andar en compañía de hombres.
3.
Estar
en su casa entre las 8:00 de la tarde y las 6:00 de la mañana a menos que sea
para atender función escolar.
4.
No
pasearse por heladerías del centro de la ciudad.
5.
No
abandonar la ciudad bajo ningún concepto sin permiso del presidente del Consejo
de delegados.
6.
No
fumar cigarrillos. Este contrato quedará automáticamente anulado y sin efecto
si se encontrara a la maestra fumando.
7.
No
beber cerveza, vino ni whisky. Este contrato quedará automáticamente anulado y
sin efecto si se encuentra a la maestra bebiendo cerveza, vino y whisky.
8.
No
viajar en coche o automóvil con ningún hombre excepto su hermano o su padre.
9.
No
vestir ropas de colores brillantes.
10. No teñirse el
pelo.
11.
Usar
al menos 2 enaguas[2].
12. No usar
vestidos que queden a más de cinco centímetros por encima de los tobillos.
13. No usar polvos
faciales, no maquillarse ni pintarse los labios.
Es posible que
en este momento usted asuma o responda con gestiones de asombro, sonrisas o
risas en tono de burlas, en base a un sinnúmero de limitantes que, si bien
respondieron a una época, tratando de ¿magnificar? el magisterio como una muestra
de ‘pulcritud’, dignidad, el propósito central era evidenciar como parte del
claustro un personal idóneo para la formación y educación de los estudiantes.
No queda dudas
que ser docente resulta una profesión excepcional en cuanto a los deberes legales,
morales y sociales que las mismas sociedades nos exigen, eso es un hecho real,
indiscutible: ser ejemplo, un buen ejemplo a seguir.
Ser docente no
contradice el correcto vestir – muchas escuelas, colegios, instituciones –
hacen uso de uniformes, que se apoyan en normas – aparte, pero no excluyente es
su vida personal y sobre todo (nos los exigen las sociedades) el saber
evidenciar un comportamiento dentro del marco del RESPETO, relaciones
cordiales, disciplinado, honesto, etc.; pero que además se les garanticen sus
derechos, por ejemplo:
o
Acceder
a oportunidades de capacitación y actualización profesional, lo que les permite
mejorar sus habilidades pedagógicas y mantenerse al día con las últimas
tendencias educativas.
o
Ser
incluidos en los procesos de toma de decisiones que afecten a la institución
educativa. Esto implica la colaboración en la planificación curricular, la
selección de materiales didácticos y la implementación de políticas educativas.
o
Ser
evaluados de manera justa y objetiva, utilizando criterios transparentes y
relevantes.
En fin, una profesión compleja, muy exigente con quienes asumimos dicho rol, pero también una bendición.
[1]
Fuentes: Archivo Ministerio de Educación de la Nación; Memoria e Historia de la
Educación Argentina, Biblioteca Nacional de Maestras y Maestros; "Las
ideas pedagógicas a comienzos del siglo XX en San Juan", Fabiana Puebla,
FFHA, UNSJ (2018).
[2]
Prenda de vestir femenina que se ajusta a la cintura y cubre las piernas o
parte de ellas.
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